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Volvemos a estar por la Tierra Media, en concreto por la isla norte (aquí se rodó la parte de Mordor en El Señor de los Anillos), básicamente un enorme campo de golf con un montón de volcanes a punto de entrar en erupción. ¿Mejor o peor que la isla sur? El tiempo dirá, pero de momento el duelo está parejo.
Llegamos a Auckland a las cinco de la mañana después de un vuelo movidito: los asientos del avión no eran reclinables. Esto debe ser denunciable. En aduanas casi ni nos piden el pasaporte pero nos preguntan si hemos hecho senderismo en Australia. Sí. A ver las botas. Están en la maleta, que cerró de milagro. Abro la maleta y saco el neceser, el saco de dormir, una chaqueta, las chanclas, la ropa de trabajar (sucia, evidentemente) y al final logro sacar las botas (Marina llevaba las suyas puestas). El agente mira la suela y pone cara de haber visto el Anillo Único. Coge las botas, mi tesoro, y se larga camino del Monte del Destino. ¿Va a quemarlas? Vuelve pasados unos minutos con las botas en una bolsa de plástico enorme. Las han lavado. Qué majetes son estos hobbits. Nuestro autobús al norte no sale hasta las once así que nos quedamos en el aeropuerto acomodados en uno de esos bancos pensados para sentarse, no estirarse, recostarse o similar. Hay un McDonald’s, perfecto porque llevamos más de doce horas sin comer. Hasta las diez y media sólo sirven desayunos, lo que significa que lo más normal es una hamburguesa embutida en una magdalena. Nada de patatas fritas. Esto también debe ser denunciable. El autobús que enlaza el aeropuerto con el centro de Auckland se supone que tarda una hora en hacer el recorrido, pero como sólo estamos nosotros el conductor pasa del recorrido oficial y llegamos en un cuarto de hora, lo que significa más rato de pasar frío en la calle con las maletas y los sombreros australianos. Llega nuestro autocar: podremos dormir todo el trayecto (5 horas). Pues no. El conductor tiene ganas de hablar y nos hemos sentado delante de todo. Al final llegamos a Kerikeri con cara de ir al cásting para la quinta parte de Crepúsculo. Por extraño que parezca, no tenemos sueño.Kerikeri es un pequeño pueblo situado en la Bay of Islands, famosa bahía del norte de Nueva Zelanda plagada de pequeños islotes. Estuvimos con Paul y Christine Atkinson que tienen una casa espectacular en medio de un campo de naranjos.
Para que os hagáis una idea de lo peligroso que puede llegar a ser este país: nos fuimos a hacer un recorrido de una hora bordeando un río que pasa cerca de Kerikeri donde se puede ver, entre otras cosas, la primera central hidroeléctrica que hubo en Nueva Zelanda.
Al principio de dicho recorrido hay una especie de parque con mucho césped lleno de gallos. La gente que tiene pollitos los deja crecer y a los gallos los abandonan ahí. Cómo en Nueva Zelanda no existe ningún depredador, ahí se quedan.
Por esta zona casi todos los caminos conducen a cataratas.
O transcurren entre Kauris. Los Kauris son unos árboles enormes oriundos del lugar que prácticamente se extinguieron a causa de su uso masivo en la industria maderera. Son árboles muy delicados que necesitan que sus raíces estén en un terreno permanentemente húmedo pero no inundado y con el suelo sin compactar. Muy finos ellos.
La actividad más especial que hicimos en nuestra semana en Kerikeri fue ir a unas cuevas famosas por las luciérnagas.
Las cuevas están en terreno rocoso en medio de un bosque húmedo y denso. Nos acompañó una guía maorí que avanzaba delante de nosotros con una linterna que fue nueva hace décadas mientras iba explicando la archiconocida teoría de las estalactitas y estalacmitas. Pasados unos metros nos hizo parar y apagó la linterna. Se hizo la oscuridad total. Una vez los ojos se acostumbraron a la falta de luz nos hizo mirar hacia arriba. Era como estar mirando el cielo estrellado en una noche despejada. Miles de puntitos de luz azulada suspendidos desde las rocas del “techo”. Pasados unos segundos nos percatamos que también había puntitos de luz en las paredes, a escasos centímetros de nosotros. Estábamos absolutamente rodeados de bolitas de luz, o de gusanos del tamaño de un dedo según se mire. Lo que hacen estos gusanos (no tenemos claro que sean luciérnagas) es tejer un pequeño hilo de un par de centímetros con babas, por lo que les cuelga de la boca. El extremo libre tiene una bolita luminiscente que atrae a insectos que confunden esa luz con la luz del día. Estos gusanos se colocan en grupos de tal manera que los insectos los confunden con la salida de la cueva, vuelan hacia ellos y les sirven de alimento. Cuanto más brilla la luz, más hambre tiene el gusano. Viven en este estado durante unos nueve meses, luego sufren una metamorfosis y tienen menos de una semana para reproducirse y, muy probablemente, servir de alimento a sus congéneres.No tenemos fotos del interior de la cueva porque no valía la pena ni intentarlo, pero sí que tenemos una foto de nuestro camino hasta ahí, en donde nos topamos con un arco iris… en el que pudimos ver uno de sus extremos. No había un cofre lleno de oro. Otra leyenda urbana que se desvanece.
Lo dejamos aquí hasta la siguiente actualización, que no tardará mucho. Enrique & MarinaEnglish version
We’re back, finally, in the Middle-Eath, in the North Island to be precise (where all the scenes of Mordor were recorded). The landscape looks like a massive golf court with dozens of volcanoes about to erupt. Is it worse or better than the South Island? We still haven’t made a decision, but it could easily be a draw.
We got to Auckland at 5 a.m. after an uncomfortable flight: we couldn’t recline the seats. That should be illegal! In customs they didn’t even ask for the passports but they asked if we had been hiking in Australia, which we had. Can you show us you boots, Mister? They were in the suit case that Enrique almost couldn’t close… So he opened the luggage and produced his sleeping bag, his toilet bag, a coat, his thongs, his working gear (obviously dirty) and finally his boots. I was wearing mine; I’m such a smart girl! The agent looked at the sole with the same face Gollum looks at The Ring. Then, took the precious boots and went to Mount Doom, which was actually the room next door. Is he going to burn them? He came back a couple of minutes later, boots with sparking sole and inside a plastic bag. After that and while Enrique was trying to recompose his luggage the agent chatted with me about how nice is Spain but how hard is the situation nowadays. Really kind bloke after all.
Our bus heading north wasn’t departing until 11 a.m. so we waited in the airport trying to find a comfortable position to be on one of those benches designed exclusively to sit down and not to lay down, sit back or just be comfortable for more than 5 minutes. There was a McDonald’s nearby too, which was good because we hadn’t eaten anything during the last 12 hours. But they don’t serve ‘normal’ food until it’s past 10 in the morning, they only sell eggs in a muffin. No fried potatoes. That should be illegal, also.The bus going to Auckland city from the airport takes one hour, but there was only us and the driver in the vehicle, so the trip took only 15 minutes. That wasn’t really a good thing because then we had to wait longer in the cold streets of Auckland with our entire luggage and the Aussie hats on. Finally, our bus to Kerikeri came to the bus stop: yey! we’ll be able to sleep all the way! No. We sat in the front, next to the driver who feels like chatting the entire journey. When we got to Kerikeri we could have got a role in the 5th part of Twilight, seriously. However, we weren’t felling sleepy at that time.
Kerikeri is a little town in the Bay of Island, a famous bay in the North of New Zealand because of the number of islets in front of the coastline. We shared our time there with Paul and Christine Atkinson who own a nice property with orange threes and a friendly and Lucky cat!
To get an idea of level of danger of this country let’s tell you a story: we went for an hour bushwalk that follows the bank of the river in the township of Kerikeri. We saw on our way the first hydroelectric power station of New Zealand and two different waterfalls, as well as native bush and birdlife.
At the beginning of the path there was a park with pretty lawns and a pack of roosters. Apparently, people in town who breeds chicks but don’t want males takes them to the park and leaves them. They grow up and become nice-looking animals because there aren’t any predators like foxes (as in Australia) or wolfs (as in Spain).
In this area, almost all walks take you to a waterfall or two.
Or they go though a Kauri forest. The Kauri trees are huge pine trees native from the North of New Zealand which are almost extinct because of their uncontrolled use in the timber industry years ago. Kauris have an extremely straight, tall and thick main branch that makes them really suitable for any industrial use. Besides, they’re really vulnerable to any changes in the environment, Kauri roots need to be constantly wet but not soaked in water and the soil must be loose.
But the most exciting activity we did in that week was going to a glowworm cave near Kerikeri.
These caves were in the middle of a wet and thick forest. We had a Maori guide who lead the tour with an old torch and started telling us the widely-known growing system of stalagmites and stalactites. Then we stopped and she turned off the light. Complete darkness. Once our eyes were used to this complete lack of light, she told us to look up. It was like looking at a sky full of stars on a clear night. Thousands of little greenish spots suspended on the rocks of the ceiling. Then, we realized that there were also light spots on the walls, a few centimeters next to us. We were surrounded by little light-spots or surrounded by one-finger-long worms, if you want to see it this way.
Our guide told us that these worms weave one-centimeter-long bits of thread with their saliva and keep it hanging from their mouth. The other end of the worm has a little luminescent ball which attracts flying insects that confuse this light with sun light. The glowworms set themselves in groups to look like a fake exit of the cave, so the insects will fly towards them, get caught in their thread and become food for the worms. The brighter the light, the hungrier the worm is. They live like this for about nine months, and then they suffer a metamorphosis and become some sort of butterflies (probably the ugly type of butterflies). They’ve got less than one week to breed and finally become food for their congeners.
Obviously, we don’t have pictures inside the cave. But we took pictures on our way, and we found a rainbow! We actually found the end of the rainbow, but there wasn’t any pot of gold. Unfortunately, we checked that it’s really a legend.
Well, that’s all folks! We’ll write back soon about new places we’ve been!
Enrique & Marina