Revista Diario
La culpa de todo la tiene mi santo. Que me picó. Y yo soy de un picajoso que asusto.
- Es una chica como yo...-le contaba.
- Tú ya no eres una chica, maja. Tú eres una señora - me interrumpió.
¡Oighs!¡Una señora! ¡Qué mal me sentó! Por eso, cuando me dijo de ir a cenar con sus compañeros, entre semana, contesté:
- Claro, por supuesto - después de todo, he sobrevivido a una residencia de Anestesia y dos hijos sin dormir. Un día más de ojeras qué es para mí, que estoy en la flor de la juventud, vamos, hombre.
Pero no conté con que los traumas son una de las especies más peligrosas del lado luminoso del quirófano. Que les gusta la juerga más que comer...y comer, les gusta un rato. Total, que me dejé arrastrar. Débil de voluntad que es una.
Y aquí estoy, después de haber dormido tres horas, oyendo el bip de la máquina que retumba en mi cabeza como si fuera el redoble de un tambor, mientras el cirujano hace de las suyas. Sintiéndome una SEÑORA de los pies a la cabeza.