El epicentro de la derrota del sí. Pablo Guimón. 19-09-14
Cataluña. Se está produciendo una fractura social (8-11-13)
La lucha separatista podría tener consecuencias devastadoras para los trabajadores y grupos más débiles de españoles y catalanes, máxime al ser desarrollada sin guiones consensuados, o con la estrategia actual que parece ser el juego del gallina, esperar a ver quien frena primero por miedo, si Más o Rajoy, que por ahora parece conducirán a un choque violento que a todos perjudicará. En plena crisis económica y política, lo normal es que las incógnitas que suscitan las posturas independentistas y las extremadamente suaves respuestas gubernamentales, asentadas exclusivamente en el terreno de la legalidad actual y poco en la política, no puede extrañar que en algún momento del proceso agraven las dificultades de financiación española, pública y privada, de todos los territorios españoles.
El desgarro se produce, el proceso sigue imparable sin claridad para divisar el resultado final, que sea cual sea, solo agravará la situación conocida. En el mejor de los casos, supuesto se llegara a acuerdos satisfactorios para ambas partes, los rescoldos perdurarán bastante tiempo, la desconfianza mutua se instala y será de una historia que pasará a los libros de texto para generaciones futuras. El odio se está extendiendo, siempre existió, aunque en pequeñas dosis aceptables para vivir ya que estaba asentado en minorías ultras, la cuestión ahora es que los frascos que lo contenían se rompieron y se extiende por mayorías considerables de población, y no respeta edades, creció respecto a los años pasados y nos tocará vivirlo a nosotros, lo cual resulta paradójico: con la democracia, el autogobierno y la lengua, y su gran desarrollo económico, ha aumentado el odio a lo español, ¡más que durante el franquismo!
Sobre la recurrencia a la política del odio escribe José Ignacio Torreblanca en ‘La política del odio’, ‘los que odian se reagrupan para sacar tajada de la debilidad de las instituciones nacionales y europeas y captar votos con mensajes basados en la etnia, la pobreza, la ignorancia o la supuesta inferioridad cultural de otros… mantiene que si la política se mantiene en torno a discutir qué se lleva quien, en definitiva si se trata de discutir sobre recursos y su distribución será posible encontrar salidas, pero si se trata sobre la imposición de valores será mucho más difícil ‘las diferencias morales, identitarias, religiosas o culturales no se pueden repartir tan fácilmente. Por eso son tan útiles; polarizan a los electorados, alejándolos del centro, y fidelizan a los votantes en los extremos. Si la política es racional, puedo cambiar mi voto en cada elección dependiendo de qué ofrezcan unos y otros. Pero si lo que me juego es mi identidad, religión o cultura y lo que me mueve es el odio, cómo voy a votar por los otros. Si el odio funciona es porque es el instrumento favorito de un tipo de guerra que suele pasar desapercibida: la guerra cultural.’
El odio rompe relaciones, un problema importante de cualquier separación, la quiebra de relaciones puede dañar profundamente las personales y colectivas, cívicas y culturales, empresariales y sindicales… tanto en el interior de Catalunya como entre españoles y catalanes, sean quienes sean unos u otros. La ruptura afectará a las relaciones de todo tipo, también a las económicas. Los soberanistas en su propaganda disminuyen los riesgos económicos hasta hacerlos desaparecer en pocos meses caso de producirse, como si una declaración unilateral de independencia se tratara de un pacto amistoso, es probable que genere posibles bloqueos económicos y políticos, deslocalizaciones empresariales, boicots, aranceles, dumping, reducción de competitividad por la energía social que se llevará la crispación y pérdida de capital humano, por desgaste de fuerzas, los procesos de lucha en política exterior hoy casi inexistentes, tomarían otra forma, ONU, UE, es de suponer que ante una ruptura no se facilitaran encajes al nuevo estado.
La emigración de postguerra y descendientes, es un rio del que ahora bebe la independencia, no sabemos por cuanto tiempo, aunque no son asimilables emocionalmente al independentismo, ni por ideología, historia, tradición, o herencia, ni por status social y económico. El deterioro económico consecuencia de la crisis explica el apoyo de grandes sectores de población trabajadora a la única alternativa que le plantean a su penosa situación, salida milagrosa porque hay que tener fe ciega, en que mejoraría las condiciones de vida y trabajo, pero explica la rápida subida de cifras, sin que pueda descartarse que parte de este sector retire sus apoyos con igual velocidad que los aportó. Un sector de trabajadores se sienten traicionados por los partidos de izquierda catalanes y perdidos en la crisis que los arrasa. En todo caso, el número es considerable, directa e indirectamente suman la mitad de la población, por lo que aparecen problemas para respetar sus libertades, que suelen olvidarse en tertulias entre amigos y en posiciones cercanas a comprender los derechos nacionalistas. Cada cual que hable su lengua, es un derecho, pero, lo será para todos; si quieren independencia están en su derecho,pero, ¿quienes, cuantos quieren irse, y los demás?, hasta hace pocos días los que querían la independencia eran un 15%, luego doblaron, y ahora con la suma de todos pueden ser la mitad de la población, pero las voces que escuchamos en este proceso son las de una mitad, solo se escuchan los tambores nacionalistas, ahora en la lucha por la independencia.
La creación de dos trincheras, secesionistas y unionistas, la simplificación extrema es un coste del secesionismo, esta polarización irá en aumento, si no se lucha por hacer oír otras voces. Algunos quieren ser protagonistas únicos, -allí y aquí- para ello tratan de expulsar y silenciar muchas voces que no se encuentren en los extremos, típicamente español, allí y aquí. La separación que provoca la apropiación por la carcunda de símbolos, lugares e historia de España, lleva a miles de progresistas a abrazar las políticas de otros nacionalismos, fundamentalmente porque esos nacionalistas se enfrentan al nacionalismo español, y lo hacen asignándolos erróneamente un plus de democracia ideal que no tienen respecto a las ideas constitucionales. Enfrente parece que la política que se desarrolla, en los discursos y los hechos es la de la confrontación, sea o no la estrategia diseñada todo parece conducir a lograr ese objetivo haciéndolo coincidir en el año santo de 2014, es lo que Joaquín Coll llama ‘el accidente insurreccional’.
La intervención de la extrema derecha, echará más leña al fuego agravándolo todo, puesto que su postura conduce únicamente a la radicalización, a derrotar, no a pactar; a vencer y no a convencer, pero, si existe una salida estará en el camino de la persuasión, solo con más argumentos y mejores en la dirección de incluir y no excluir, podrá mantenerse el independentismo reducido a la minoría que siempre tuvo. Los carpetovetónicos creen que no tiene razón la Generalitat, y lo que es peor, que los catalanes no tienen razones, como si no hubiera motivos y todo fuera un invento, como si no fuera necesario discutir y entenderse para convivir y resolver problemas. Los mismos carpetovetónicos catalanes llevan muchos años difundiendo que los españoles son antidemócratas, explotadores, vagos y ladrones, y que no tienen razones para la convivencia, ¡que poco se diferencian! Este asunto tan complicado, está apoyado en algunas motivaciones reales junto con otras inventadas, haciéndose peligroso por el camino que transita que no parece tener retorno y complejo porque toda sociedad es un conjunto de múltiples interrelaciones y el catalán tiene muy poco que ver con un pueblo unívoco como proclama el soberanismo. Ninguna solución podrá ser sencilla, mucho menos si se oponen legalidades y legitimidades diferentes, aquellos que las propugnan solo entorpecerán y su participación dificultará encontrar salidas, que para serlo, deberán ser negociadas, si fueran impuestas no serían estables, no durarían; y deberán ser consensuadas muy ampliamente, lo cual requiere un clima de serenidad ya que todos deben aceptar ceder un tanto.