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Antes de la idea, un par de ejemplos. Empresa constructora. De las pocas que sobreviven. Debería ser mimada ¿no?, pues su cierre pone a otras cuarenta personas en el paro. Últimamente ha recibido dos sanciones. Las cuento. Una en Agosto. Tras mucho negociar lograron una obra en medio del campo, rodeados de olivos. A los tres días de empezar, llego un inspector “de cualquier cosa”, hoy son plaga. Le pregunto al maestro, viejo albañil con muchas horas de tajo, que ¿dónde hacían sus necesidades?. El otro con inocencia respondió: bajo un olivo. Sanción por no haber instalado una casetilla específica para tales fines ¡metálica y bajo el Sol de Andalucía! La otra sanción ha sido más reciente. Arrancaba la obra y estaban montando un andamio. Llega el inspector correspondiente y pregunta “donde están las barandillas de seguridad”. El instalador responde: ahí, estamos montando la base, para poder colocarlas”. La multa dice algo así como “sanción porque el andamio no disponía de sus correspondientes barandillas de seguridad”. En uno de esos dos casos, el encargado le señalo al inspector una obra vecina, manifiestamente sin papeles y en nada cumpliendo las mínimas normas de seguridad, y le pregunto ¿a esos no los visita? La respuesta fue ¡como si no tuviera bastante trabajo ya con las que me asignan!
¿Cuál es la idea equivocada detrás de estas y miles de anécdotas similares? Solo una, el sector privado y el empresario, son chorizos y hay que vigilarlos y controlarlos. El Sector Público y el Funcionario son buenos, porque trabajan para el bien colectivo. Pueden hacer lo que quieran, porque no va a ser nada malo, y si lo es, jamás peor que los privados.
Resultante de esa convicción, un colectivo culpabilizado siempre bajo sospecha, sometido a tal cumulo de regulaciones y restricciones que, ciertamente, siempre incumple. La de ellas, mitad porque son teoría e irrealidades dictadas desde la tranquilidad de un despacho y la visión de un jurista de parte. Y del resto, obligado a encarecer sus costes con una o dos personas que no trabajan para la producción, sino para el papel.
Lo malo es que ese colectivo “malvado” es el que da de comer a todo el resto. Y que las experiencias de colectivización y burocratización de todo el cuerpo social: Cuba, Corea del Norte, Unión Soviética, solo han traído, siempre y sin excepción, miseria, persecución y dictadura. Ya se ve. Es solo una idea. Puede (ésta) hundir un país.