Revista Política

Una sola nación.

Publicado el 08 abril 2010 por Englishman @englandcourant
Una sola nación.
Ante la inminente salida del fallo sobre estatuto autonómico de Cataluña se ha desatado una oleada de interpretaciones constitucionales y, lo que es peor, cuestionarse la legitimidad del propio TC. En democracia hay una serie de organismos que, una vez vencido su período en el cargo, es imposible la prórroga, es el caso de las Cortes y el Gobierno. Pero hay otros órganos que legalmente y legítimamente tienen otro carácter y, por tanto, se puede prorrogar su mandato como pasa con los miembros del TC. Así que el cuestionarse la legitimidad del Tribunal es de una irresponasibilidad maniefiesta.
Uno de los puntos más conflictivos a los que se enfrenta el alto Tribunal es la denominación que el preámbulo hace de Cataluña como nación y que deriva en el articulado en "símbolos nacionales catalanes". El asunto es de un profundo calado jurídico. Atendiendo a la teoría y a la doctrina podemos, al menos, diferenciar dos tipos de nación. La nación wolkish entendida como entidad cultural homogénea que comparte una misma lengua, literatura y cultura que fue ampliamente desarrollada por alemanes e italianos en el XIX para justificar las guerras que llevaron a la unificación de ambos países y que fue en estos dos países la esgrimida por conocidos protagonistas de mediados del siglo XX. Y, por otra parte, la nación a la francesa conocida como la unión de los ciudadanos libres e iguales que de forma conjunta (soberana) deciden dotarse de una Constitución que rija las leyes del poder. Por tanto podemos distinguir una nación en lo cultural y en lo político. El Estado en la que ambas coincida estará más unido y cohexionado. Pero no es raro encontrar Estados plurinacionales. Se entendería la afirmación de Zapatero de nación de naciones. Es decir, España una sola nación política integrada por varias nacionalidades culturales. Pero el estatuto autonómico de Cataluña es un documento político y la inclusión de nación en él es un hecho político que no puede pasar desapercibido.
Aunque, tal y como esgrimen de forma interesada muchos, se encuentre en el preámbulo y no en el articulado, no significa que esté vacío de contenido, ya que la doctrina y la propia jurisprudencia del TC ha señalado que, aunque sin valor normativo, el preambulo si constituye las directrices de interpretación de la ley a la que acompaña, por tanto su inclusión en el preámbulo no es baladí.
Cataluña en sentido político no es ni será una nación, porque reconocerle como tal supone jurídicamente reconocer la soberanía del pueblo catalán, sus símbolos nacionales y la bilateralidad con España. Se rompería así el sistema de descentralización regional que establece la Constitución en su art 2. donde reza que "la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran..." Existe, por tanto, descentralización porque emana de la unidad de la nación española que soberanamente lo ha decidido al aprobar la Constitución. Tampoco puede ser nación cataluña ni soberana porque entonces no se entiende que su estatuto sea inferior a la CE. En esta línea argumentativa han caminado muchos políticos independentistas catalanes diciendo que por ello el TC era incompetente para conocer sobre la legalidad de una norma que había sido aprobada en referendum por los catalanes (un 35% nada menos); pero se equivocan porque el alma del que emana su estauto es la Constitución de 1978 que reconoce en su Título IX la capacidad y competencia del TC para conocer de la constitucionalidad de las leyes del Estado. Porque no nos olvidemos que un estatuto de autonomía de la región que sea es una ley del Estado, no una ley regional. 
Es, por tanto, descabellado que esta parte del estatuto de autonomía salga intacta en la sentencia del TC, por muy descerebrados y politizados que sean los miembros del Tribunal. Es también por ello bastante probable que se carguen la estupidez de la bilateralidad Estado-región porque no solo va en contra de la ley sino en contra de la lógica: una de las partes nunca puede ser igual o superior al todo: el Estado.

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