Revista Cultura y Ocio

Una sombra en Pekín, de José Ángel Cilleruelo

Publicado el 23 diciembre 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Una sombra en Pekín, de José Ángel CillerueloTítulo: Una sombra en Pekín Autor: José Ángel Cilleruelo Editorial: TraspiésAño de publicación: 2011Páginas: 94ISBN: 9788493788841

Este es ya el cuarto libro que leo de la editorial Traspiés después de Cavalleria rusticana y otros cuentos sicilianos, El diablo de la botella y La voz de Nueva York. Y, como en los tres casos anteriores, el libro me ha parecido una delicia, una lectura pausada, relajada, de las que hay que leer poco a poco para no perderse ninguno de esos detalles que tanto nos hacen disfrutar.

Una sombra en Pekín es una fábula que se lee como una novela. Porque conforme conocemos la historia los personajes nos resultan cercanos, reales, creíbles, humanos, verosímiles. Y solo al final del libro, cuando descubrimos las fantásticas ilustraciones de Juan Gonzalo Lerma vemos que cada personaje es un animal: tiburón, pavo real, rinoceronte, lobo, cangrejo, liebre, tortuga, ardilla, perro, pato, rana y paloma. Y entendemos que los animales no están elegidos al azar o por casualidad, porque el carácter del animal se corresponde a la perfección con el del personaje y gracias a esta asociación este libro nos relata una historia honda, profunda, intensa, pero al mismo tiempo sencilla, cercana que nos seduce palabra a palabra, frase a frase, desde la primera hasta la última página. Esta historia nos habla con claridad y transparencia, pero también con sorpresa y calidez de la gran ciudad, de la soledad que se puede sentir estando rodeado de mucha gente, y del paso del tiempo inevitable. Todo con un escenario, China, lleno de simbolismo y con un estilo y un lenguaje que es como un susurro, suave, lírico, dulce. El protagonista nos narra su historia y la de su familia. Su abuelo, su padre y él mismo han sido afinadores de pianos. Pero la paz, la tranquilidad y la buena marcha del negocio familiar se acaban y el protagonista y narrador de la historia se ve obligado a abandonar su aldea, su pasado y su vida y empezar una nueva en la gran ciudad. Nos cuenta la historia desde el presente, un presente lleno de recuerdos, de sinsabores, de un pasado agridulce, lleno de nostalgia, de añoranza, de pena, de tristeza, pero también de rencor, de odio, de impotencia y de rabia hacia ese tiburón que es el dueño y señor de la aldea, que hace y deshace a su antojo y que juega con el dinero, el trabajo, los sueños y la vida de todos. Y todo a través de los pianos. Así de simple y así de complejo. Porque así es esta historia, simple y compleja, como la vida, como los sentimientos. Como el pasado y como el presente. Un pasado, el de nuestro protagonista, vacío desde que tuvo que dejar su aldea y emigrar a la gran ciudad. Por eso cuando ya de anciano vuelve a su pueblo, a su tierra, a su hogar, no quiere recordar. Porque le duele. Porque no quiere que ese rencor, ese odio y esa rabia le venzan. Pero los lugares, los paisajes, las imágenes le obligan a recordar. Y así, a través de sus recuerdos, conocemos su historia. Y también a través de su cuaderno de cuero donde, casi inconscientemente, ha ido escribiendo su aventura, su vida, su memoria. Una vida sin enseñanza, sin moraleja. Porque su relato, la historia de su vida, todavía no tiene fin, no está cerrado, no ha escrito la última frase. Tal vez porque no quiere, o quizá sea porque no sabe cómo acabar su vida ni cuál es la moraleja de esta fábula. Una fábula maravillosa, fascinante, no solo por lo que cuenta sino, especialmente, por cómo lo cuenta. Una fábula que se lee en un suspiro y se disfruta intensamente durante la lectura y, sobre todo, una vez terminadas las 94 páginas. Porque el eco de las palabras y los trazos de los dibujos permanecen en nuestra memoria como un recuerdo que no queremos olvidar, como ese cuaderno que no queremos acabar, como una sombra, en Pekín o donde sea, que ya forma parte de nosotros.

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