Una tarde de domingo rara

Ya lo tengo todo preparado. La camiseta de la selección, la bandera, los amigos, las palomitas y… los nervios. Ni la prima de riesgo, ni el rescate, ni el ministro de Guindos ni el ausente Mariano Rajoy me va a estropear este momento. Soy de esos millones de personas que estamos hartos de tanto miedo, tantas mentiras, tantas ausencias, tanta Alemania, tanta congoja, tanta prepotencia, tanta banca rescatada o a punto de serlo cuando no han tenido piedad con los que no han podido pagar sus hipotecas, tanta política barata, tanta mierda. Quiero soñar con un presidente que de la cara y que no se esconda (como dijo cuando asumió su mandato), quiero soñar con ir a trabajar sin miedo a que me den la carta de despido por falta de trabajo, quiero hablar con mis amigos sin que salga el tema de la crisis, quiero que dejen de cerrarse medios de comunicación, quiero ser periodista de verdad y no un sumiso del poder, quiero gritar que ya estoy harta, quiero… Y sí, me gusta el fútbol y por eso quiero que España vuelva a ser campeona de Europa. Sería de las pocas cosas que no hiciéramos con el beneplácito de Alemania a no ser que la arrollemos en el campo si es que nos toca. Nos anuncian que piden ayuda a Europa justo un sábado futbolero, con premeditación y alevosía. Para no pensar. Y no, no pienso, y no porque ellos me lo digan sino porque no me da la gana. Tengo derecho a vivir durante unos días aborregada. Tiempo tendré de volver a sentir la soga al cuello. Pero de momento, esas dos horas que pase delante de la tele viendo jugar a la selección se me olvidará la triste situación del país en el que vivo.