Revista Sociedad

Una Teoría

Publicado el 31 agosto 2021 por Tomarlapalabra

Constatar por correspondencia que aquello está peor que como yo lo deje, leer quejas de amigos frustrados pero a su vez resignados, me hace preguntarme: ¿Pero cómo aguantan? Cada año que paso fuera de Cuba encuentro menos respuestas a esa pregunta. Pero hace unos meses una explicación viene dándome vueltas, tiene que haber alguna que vaya más allá de que son mongos, adoctrinados, cobardes o robots; no sé si será “La Respuesta”, pero al menos el espejo aun no me ha dado muestras de que esta teoría que me ronda está muy descabellada.


Desde que llegue a Costa Rica he cambiado mucho, cuando estaba en Cuba, cada pantalón en mi guardarropa era prácticamente un regalo, mi carrera universitaria una prolongación del preuniversitario, un acto rutinario, mi operación de una hernia inguinal un trámite doloroso, mi casa una herencia, vivía sin planes salvo el de huir y sin logros personales salvo el de haber “seguido tirando”. Hoy en cambio, todo lo que tengo, desde el par de zapatos hasta la cuenta en el banco (no muy inflada por cierto), pasando por cada juguete que le compro a mis hijas, lo veo como el fruto de mi esfuerzo y trabajo, como la realización de algún sueño, muy diferente a como veía mis “propiedades” en mi tierra natal. Hoy me deleito planeando con mi esposa el futuro de nuestras nenas. Vamos a ponerlas en natación, en piano, en ballet; cuando cumplan los dos años vamos a meterlas en una guardería bilingüe, aunque sea medio tiempo para que no estén mucho separadas de su madre, para que aprendan desde chicas inglés, y hasta hemos empezado a ahorrar para sus estudios y sus futuros. Sabemos que nos costara mucho sudor, y nos fajaremos contra todo para lograr nuestros planes, para nuestras hijas, para nosotros, y luego para cuidar todos esos logros hasta con los dientes. Por si fuera poco, otro día me sorprendí gritando a todo pulmón mientras brincaba en la sala de mi casa: GOOOOOOL!!! Cuando la selección de Costa Rica le hacía una anotación a la de Guatemala en un pre mundial, o a USA, o a México en el  “astecazo”. Carajo, ya soy tico, ya soy de aquí, ya pertenezco, al fin, a algún lugar, tuve que salir de mi tierra para sentir eso.


En Cuba no tenía ni metas, ni sueños, ni logros, y para colmo, ni siquiera sentía pertenecer a nada, un jonrón de Kindelán frente al equipo de Taipéi, Japón o USA, más que un grito de alegría significaba para mí una mordida a escondidas en la lengua, y a veces me era simplemente indiferente. Ni las calles de mi barrio eran mías. Entonces ¿Para qué me iba a meter en líos yo por cosas que no tenía, o por un sitio en el que me sentía extranjero? Yo creo que aparte del miedo y la desesperanza de los cubanos, una forma de explicar su apatía esta en lo poco que logran, en que no tienen nada, no hay nada que defender, en que saben que no lograran nada ahí, entonces, para que soñar, por qué fajarse; está también en que los que no comulgamos, y hasta los que sí, llegamos a sentirnos extraños dentro de nuestro entorno, nada es nuestro, nada se debe a nosotros.


Por eso, entre otras cosas, estoy de acuerdo con que les ayudemos a levantar negocitos a los nuestros allá, que le demos el empujón inicial sin pensar en que tanto irá a parar a las arcas castristas, para que los trabajen y luego les den frutos. Tengo la esperanza de que cuando los cubanos empiecen a tener lo que con su trabajo se ganaron, cambiarán la percepción de cada cosa que los rodea, empezarán a defender más lo logrado al tener algo realmente suyo, y cambien como lo hice yo cuando tuve lo mío. Quizás lleguen a ser menos apáticos, mas ciudadanos, creo que esto será ganancia para Cuba y su libertad. Es la apatía el problema que tenemos que atacar por sobre todos los demás hoy, porque son ellos quienes pueden mover el muro. A fin de cuentas, en una guerra, cuando los soldados están  frente a frente volándose balazos y cuchillazos, no importan principios ni dignidad, y todo se reduce al más vulgar instinto de supervivencia: Me fajo contigo, cabrón, y como una fiera que hasta valiente y comprometido parezco, para que no me quites lo que tengo: la vida. Todas las epopeyas alrededor de esa fajazón entre dos cabos son eso: epopeyas.

Tal vez mi incapacidad para explicarme lo que percibo, a lo mejor mi desespero por ver algún cambio me lleven a estos ejercicios mentales que posiblemente se salgan de la lógica y el sentido común, pero el espejito de mi cuarto sigue sin desmentirme hasta hoy.


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