Revista Coaching

Una vaca en el camino

Por Candreu
Una vaca en el caminoEsta semana he vuelto a Cantabria. Tenía una conferencia a primera hora, y el resto de la mañana libre. Hacía tiempo que tenía ganas de visitar San Sebastián de Garabandal, un pequeño pueblecito al inicio de las estribaciones de los Picos de Europa, donde a principios de los años 60 dicen que se apareció la Virgen María a unas niñas.
Pasé un rato recorriendo los lugares en los que se supone que se apareció la Virgen, y luego volví a coger el coche para viajar a Logroño donde me esperaban por la tarde. Delante de mí, por la estrecha y serpenteante carretera que salía del pueblo, se colocó una autocaravana de matrícula francesa que, supongo, habría estado visitando también el lugar. Al girar una curva se topó con una enorme vaca que salía de un camino.
La vaca comenzó a bajar, a su lento paso, por la carretera ocupando casi todo el espacio. La autocaravana detrás, y yo detrás. Recorrimos así lentamente un par de kilómetros hasta que el conductor de la autocaravana empezó a impacientarse. Tocó la bocina, y entonces la vaca, sin apartarse, aligeró el paso. La autocaravana aceleró y yo también. Al poco la vaca volvió a su ritmo tranquilo. La autocaravana frenó y yo también. El francés volvía a hacer sonar el claxon, la vaca aceleraba, y los vehículos acelerábamos...
La carretera seguía siendo estrecha pero atravesaba una enorme y diáfana pradera. Aún así la vaca no quiso modificar su ruta para adentrarse en la pradera y poder huir del agobio de los bocinazos y los cambios de ritmo.
Acababa de leer este post de Merce Roura y me vino a la cabeza que muchas personas hacen lo mismo. Se sienten estresados, agobiados y angustiados por cómo les va la vida, pero no cambian su rumbo, normalmente por miedo. Saben que están encerrados en una jaula -como la vaca estaba "encerrada" en la carretera-, pero al menos, la jaula les resulta familiar. El enemigo que conoces no da tanto miedo como el que desconoces. 
Volvamos a la vaca. Un cambio en su rumbo de sólo una fracción de grado le habría proporcionado una libertad absoluta. Pero ese cambio, ese pequeño giro, requiere de esfuerzo, y a veces de mucho esfuerzo.¿Por qué no te atreves a cambiar de una vez ese rumbo que te lleva por la senda del estrés y el agobio? ¡Empieza ya! Que no acabe el día sin que hayas dado un paso hacia esa nueva pradera.

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