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Una venezuela bonita y educada que me dé los buenos días...

Publicado el 21 marzo 2011 por Jlmaldonado

Si del cielo te caen limones aprende hacer limonada. El punto es que no me cae la tan benéfica y ácida fruta, no. Estando en los destartalados colectivos de la ciudad, me caen los vendedores y me persigue la música de la hermana república, desvirtuada además, por múltiples agudos y la ausencia absoluta de los bajos. Crisis, crisis y más crisis. A vender lo que sea con tal de hacerlo honradamente, dignamente y otros excesos adverbiales que bien vendrían a tono.UNA VENEZUELA BONITA Y EDUCADA QUE ME DÉ LOS BUENOS DÍAS...

La nueva estrategia para endulzar a los posibles y potenciales compradores, es demostrar una educación, que en la mayoría de los casos, es forzada. Trabajada de esquina en esquina y parada tras parada. París bien vale una misa y la educación -vaya por delante- también:

(En horas de la mañana)

-una Venezuela bonita y educada que me dé los buenos días.

...

-UNA VENEZUELA BONITA Y EDUCADA QUE ME DÉ LOS BUENOS DÍAS.

...

-Coño, aquí la gente si es burda de maleducada.

Hacia el fondo, alguien que se sintió aludido respondió con la intención de salvar su honor, pero temiendo a ser el primero a romper el silencio “...buenos días”. Con letras chiquiticas y con voz minúscula.

-Bueno, lo que mi hermano les va a entregar son unos ricos chocolates... Sin compromiso, oyeron? Y con la misma educación con la que se los da, se los devuelven, oyeron? (la repetición no es mía) Cero lacreo mi gente... Mi hermano es sordo-mudo, así que no se asusten cuando grite. Eso pasa sólo si no compran nada.

Una mujer de mediana edad, desprevenida en el trayecto, se dio cuenta que dejaba atrás su destino y se paró con la rapidez que ameritaba el caso. Tropezó sin querer al “sordo-mudo” y una inesperada lluvia de chocolates fue a parar a varias piernas y al piso...

-Coño señora, pero usted es ciega, no ve?

-y tú no eras “sordo-mudo”?

-con ese coñazo que me dio se me quitó todo.

-Chamo, tú eres loco? Cómo vas abrir la boca -le dijo su “hermano”.

Hubo risas, abucheos, insultos y otros desmanes de los que pueden escucharse en un momento como ese. El conductor, riendo a más no poder, frenó “la unidad” (así decían los forros azules: “Cuida esta unidad, y no ensucie, que usté no limpia). Al “usté” le agrego un necesario dixit.

Mismo día, horas de la noche, las de Pedro Navaja y Juanito Alimaña; horas en donde la paciencia y la poca dosis de ánimo quedan en cero y una especie de implosión anula cualquier resto de buen pensamiento en mis entrañas; quedo en modo Ciorán. Fue estúpido lo que hice, pero si me hubiera ido mal, no estarían leyendo esto.

En la esquina 1, un trío de hombres que tomaba ron en pequeños vasos de cafetería, comenzaron -entre broma y en serio- a burlarse por motivos desconocidos de un hombre que iba acompañado de su joven mujer embarazada. Hubo retos, insultos y chanzas para que se bajara del colectivo para ver “si eres tan machito”. El pesado ambiente, aderezado una vez más por la música referida en las primeras líneas (en serio, otra vez vallenato), era el soundtrack malévolo del irrespeto en su máxima expresión.

Ahora el mudo era yo. Venía supurando la obstinación clásica de un anacoreta, más aún después de ver la reciente ofensaal desconocido que más de uno tomó como propia. Me acompaña Enrique Anderson Imbert durante el trayecto y en más de una ocasión me ha salvado de bizarros espectáculos, pero en ese momento, pudo más la calle que el cuento que me leía.

Esquina 2, lisos.

Esquina 3, lisos y aquello era un gran enlatado de sardinas pertrechadas como en la canción aquella del gran Lavoe: “entren que caben cien, cincuenta paraos, cincuenta de pié...”

Esquina 4: par de malandros irrumpen con violencia al colectivo. El aspecto de los dos era el peor que pueden imaginar. Pensé en una Opera do malandro (pendejadas mías) devaluada y de bajo presupuesto:

-Epa chofer, la cola ahí...

-¿Tienen pistolas, vienen a robarnos? -dijo el conductor frenando de golpe y metiendo el parking que hizo chirriar la caja de velocidades.

-Tú eres güevón chofer, tú crees que si tuviéramos pistolas te pidiéramos la cola? Tenemos pero andamos sanos.

Mientras discutían todos los pasajeros comenzaron a bajar apresurados. Algunos pagaron y otros no aprovechando la coyuntura.

-Respeta carajito que puedo ser tu papá -dijo el conductor, que por sus rasgos, era fiel heredero de antiguos guerreros incaicos. Tengo cincuenta y seis años -añadió.

-Y qué sapo! Yo tengo treinta y cinco.

-Te me bajas de mi mierda.

Es curioso, por un instante pensé que iba en un bus.

-Todo el mundo se bajó, con esa pinta de malandros la gente se asustó. Bájense, bájense...-continuó el conductor, blandiendo una viga en la mano cual si le dijera a sus rivales angard.

El colectivo se puso en marcha mientras la discusión entre ellos continuaba. Todos los pasajeros se bajaron. Todos menos uno: yo.

-Cómo que todo el mundo? Aquí está este señor, dígalo ahí varón?

...

-Qué pasó jefe, no habla?

...

-Bien bueno pues, aquí tenemos a uno con cara de arrechito.

Paciencia off:

-Tienes pistola? -le pregunté.

-Qué?

-Eres sordo o güevón? Que si tienes pistola? -insistí.

-No, no tengo.

-Entonces cállate la boca o deja de hablarme, que a ti y a tu pana les caigo a coñazos y me quedan en deuda.

-Este si es cuatriboleao -dijo el chofer. Ajá, van arrugá? -dijo, arengando mi audacia o soberana idiotez.

-Y tú maneja... -le dije al fósil del Inca Garcilaso.

Silencio...

Qué grande eres Ciorán, qué grande... El Nobel de Elias Canetti era tuyo.


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