Revista Cultura y Ocio
Durante un buen número de años, Vivian Maier trabajó como niñera en Estados Unidos, mientras se dedicaba durante sus horas libres a la actividad que realmente la entusiasmaba: la fotografía. Con su cámara Rolleiflex siempre dispuesta, fue inmortalizando sin fatiga miles de rostros, calles, suburbios, paisajes y rincones, intentando siempre capturar el alma, el espíritu de aquello que se encontraba al otro lado de la lente; pero jamás permitió que sus imágenes apareciesen en revistas o fueran expuestas en galerías. No le preocupó la fama. Vivió anónima, retrató anónima y murió anónima. Acabada su ingente tarea de cronista, de pintora, de antropóloga, los negativos que contenían su legado (unos ciento cincuenta mil) fueron adquiridos en una subasta por John Maloof. Ahí se inició la leyenda de Vivian Maier, que no ha cesado de crecer desde su muerte en 2009 hasta la actualidad.La excelente escritora Berta Vias Mahou nos propone ahora, en un libro exquisito y de gran profundidad psicológica, una versión novelada de aquella mujer fascinante, que impresionaba por su altura (casi un metro ochenta), por su riguroso análisis del arte actual (“En este mundo no basta con hacer lo que haces maravillosamente bien. Es mucho más importante hacerse ver. Hay que sacar codos. Y tener buenos contactos en las altas esferas. Vende el que más grita, no el que ofrece la mejor mercancía”, p.69), por su voluntad de centrarse sobre todo en las imágenes de los desfavorecidos (“los hijos del dolor”, como los llama en la página 129) y también por su retrato descarnado y sincero a ultranza de algunos personajes famosos de su tiempo, como Salvador Dalí (“Es un fantoche. Hace demasiado ruido para vender su bazofia. Como tantos otros que se creen artistas y no están más que imbuidos por el afán inmenso que tienen de imponer a todos y en todas partes su enfermizo egocentrismo”).Berta Vias logra en esta novela, dura y deliciosa, desgarradora y admirable, que viajemos por el corazón y la mente de una creadora ciclópea, desprejuiciada y proteica, que encarna el ideal del artista puro: aquel que construye universos sin pensar en los réditos económicos o publicitarios que puedan derivarse de su trabajo. Una novela impresionante.