Revista Cine

Una vida pública

Publicado el 05 febrero 2023 por Jesuscortes

Hasta alcanzar su cumbre popular con "Mother India", la película más amada de la historia del cine de su país, la obra de Mehbbob Khan se mantuvo siempre fiel a las tradiciones éticas y estéticas que descendían del cine mudo, aunque parezca un contrasentido mencionarlo al tratarse de melodramas y comedias con canciones y números musicales. Era en un mundo en que la palabra se utilizaba como un elemento expresivo más, pero no el primordial ni el más significativo, donde más cómodo se sentía este cineasta supongo que desde hace ya mucho tiempo más incomprensible que incomprendido, como tantos asiáticos primitivos; un mundo donde reinaba un cine popular hecho para espectadores que se levantaban de sus asientos y aplaudían a sus intérpretes favoritos, un cine con películas dos horas y media y una decena de éxitos resonantes que eran luego grabados en discos y adquiridos por millones de personas, un mundo y un cine que habría que cuidarse mucho de tildar despectivamente como pintoresco si fue el que quisieron conquistar algunos de los grandes cineastas del siglo y entre ellos, una estrella fugaz como Guru Dutt. UNA VIDA PÚBLICA

"Mother India" llevó al éxtasis ese cine y fue orgullosamente paseada por festivales donde obtuvo diversos premios, dejando allá por donde pasó un rastro de celebraciones coincidiendo con el reciente descubrimiento de una cinematografía desconocida en Occidente hasta un par de años antes. 

Y aunque es lógico que muy pocos podían acceder a alguna de las otras obras que había filmado Mehboob Khan, por desgracia el reconocimiento logrado no sirvió para que luego se prestara la menor atención a las que aún le faltaban por realizar hasta su muerte en 1964 de un infarto de miocardio. Se trató por tanto de una fiesta de despedida más que de bienvenida, porque con la aparición fulgurante de "Pather panchali" de Satyajit Ray, muere el cine indio antiguo y con él, cineastas tan desinhibidos como Mehboob, capaz de concitar en su puesta en escena al mismo tiempo a King Vidor, a los expresionistas alemanes y a Vsévolod Pudovkin.

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Las bellas estampas capturadas en foto fija de "Mother India" o las de su otro hito en technicolor, "Aan" de 1952, con rojos, azules o dorados como nunca se habían visto antes, anunciaban a un cineasta con un sentido plástico extraordinario que debía tener mejores films, un poco como cuando se reveló en Cannes "Jigokumon" de Kinugasa Teinosuke, Y efectivamente, tal y como sucede con el gran director japonés, no hay más que empezar por al principio de la filmografía de Mehboob y contemplar la obra de la cual "Mother India" es una nueva versión, "Aurat" de 1940, para encontrarlo en plenitud de facultades. "Aurat", como todas las películas de Mehboob, ahonda en un desagravio histórico y debe más a Georg W. Pabst que a ningún cineasta salido de las islas británicas y es que más allá de la obligatoria alineación de la India con la causa de los aliados en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, nunca hubo gran influencia del cine que se hacía en Inglaterra ni en Mehboob ni en ninguno de sus compatriotas, ni siquiera de parte de los más proclives a ejercerla por popularidad o afinidad, como David Lean o Michael Powell. Es evidente que mucho menos la hubo a partir de la independencia del país.En todo caso, este épico melodrama femenino es tan puro como para no necesitar distancia, ni punto de vista externo, ni sublimaciones estéticas, ni ironía y si bien hunde algunas viejas raíces en el teatro y la literatura decimonónica, sobre todo se nutre de las corrientes realistas que habían surgido en el cine mudo y rebrotaron en los años treinta. Una de esas influencias, como lo fue para tantas cinematografías, y no solo las colindantes, es la del Jean Renoir de "Boudu sauvé des eaux" o "La bête humaine", con lo que la posterior descendencia dejada por su justamente célebre "The river" no fue la primera ni quizá la más importante del maestro en el cine indio.
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Rurales y paupérrimas resultan las hechuras de "Aurat", pero cuánta emoción.Por ejemplo en planos como uno fijo de cincuenta y ocho segundos al principio que encuentro una de las cumbres absolutas del cine musical y que no puede ser más sencillo: mientras suena "Kahe karta der barati", una de las mejores composiciones de Anil Biswas, un pastor en primer término con su cayado, inmóvil, mira unas carretas que se aproximan, después de una boda, con una profundidad de campo inmensa. Un solo plano de los contrayentes, un solo segundo, un lógico intercalado y se hubiese arruinado esta audacia maravillosa, que es una excepción, puesto que no es ese ritmo contemplativo y pasivo el que impera en "Aurat". Lo mejor de la película en realidad sale del montaje corto cuando hay abundancia de planos, brillando los encadenados, las sobreimpresiones, las muy pensadas composiciones, los juegos con el claroscuro y la perspectiva.
Por supuesto hay que ser paciente, dejar expresarse a toda clase de personajes iletrados, esperar plácidamente en los abundantes meandros del curso principal del film, acostumbrarse a su humor y lógicamente escuchar las canciones y sus letras, que a diferencia de las de su multicolor remake, son menos una oportunidad para el lucimiento y más un eslabón narrativo intrínseco a la tradición oral de contar y representar historias.Hay muchas otras diferencias con "Mother India", entre ellas la estructura - no se trata de un largo flashback - o la crucial escena de la lluvia que divide en dos la historia, que pasa de ser bíblica a soviética por arte de magia, pero lo esencial permanece. Ni viéndolas consecutivamente queda desvelada una sola razón acerca de lo que desaparece sin conocer decadencia.

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