Revista Cultura y Ocio
"La vida es una masacre".
Hacía mucho que no me acercaba a este escritor. Supongo que sus temas no me habían llamado la atención hasta que apareció la inmortalidad seguida de las palabras "esto no es un libro de ciencia ficción". Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Una vida sin sin.
Conocemos a Frédéric, un famoso televisivo que cuenta el éxito en función de su cuota de audiencia y es capaz de tener una erección provocada por los likes en su página de Facebook. Cuando llega a la cincuentena comienza a ser consciente de que ha pasado el ecuador de su vida y eso provoca que el en otro tiempo juerguista comience a preocuparse por la muerte. Y a desear la inmortalidad.
En su nueva novela Beigbeder habla en primera persona utilizando a un alter ego que lleva su mismo nombre. No es la única similitud, ya que ambos comparten, por ejemplo, edad. Además se da el caso de que para escribir este libro el autor realiza los mismos viajes, a las mismas ciudades y habla con los mismos médicos que le exponen las ideas que son presentadas en la novela. Así pues, tal y como el autor nos avisa, esta no es una novela de ciencia ficción. Más bien es casi lo contrario porque si algo ha preocupado al ser humano desde hace años es su bienestar y su indiscutible mortalidad. La sociedad avanza, la medicina avanza, pero desde el mismo día en que nacemos, un contador se pone en marcha y cada día más es un día menos para que la muerte llame a nuestra metafórica puerta. Es evidente que el recorrido es cada vez más largo y, mientras que hace años la gente se moría con treinta años, ahora a los que hasta no hace mucho se les hablaba de la crisis de los cuarenta les dicen cuarentañeros y la crisis de los cincuenta es mucho más habitual. Y por ahí es por el lugar que pasa el protagonista de esta novela narrada en primera persona por un hombre de éxito que ve como tiene pequeños dolores, un poco de barriga y un hígado graso en un primer reconocimiento antes de decidir que él, al contrario que alguno de sus conocidos, no piensa morirse.
La primera persona utilizada a modo de confidencia es todo un acierto y el lector, independientemente de su edad, entiende la cultura del like, los excesos y las juergas y, esto ya si que va a depender de la edad, como el las agujetas y las resacas aparecen cada vez antes y se quedan durante más tiempo a medida que una persona va cumpliendo primaveras. Así las cosas y tras ese primer reconocimiento, el protagonista comienza un viaje junto a su hija para buscar a alguien que sea capaz de realizarle una eutanasia a la muerte. Ginebra, Viena, Los Angeles, Nueva York... varios serán los destinos de este viaje en el que comenzará un acercamiento con su hija, encontrará una nueva esposa con la que tendrá otra hija, le hablarán de transfusiones más que dudosas, de ejercicio y dieta sana y de alguna que otra terapia más complicada y en el que hará su aparición Pepper, un robot de compañía.
Beigbeder no esconde un trasfondo casi filosófico sobre la futilidad de la vida, el deseo de la vida eterna y también sobre si eso es en realidad deseable, pero lo hace con un tono que es incluso jocoso a grandes ratos que proporciona una lectura amena y relajada sobre algo tan aparentemente serio. Y ese es el gran punto fuerte de la novela; la disfrutas, te ríes, te informa, opinas, le hablas al libro cuando te resulta interesante y también cuando aparece una sandez. Conversas con él. Y eso es algo poco común.
Una vida sin fin me ha parecido una novela amena y divertida sobre una pequeña crisis existencial y la búsqueda del Santo Grial por parte de un hombre en plena cincuentena que descubre que los días que pasaron tal vez sean más que los días que vendrán.
Y vosotros, ¿cuál es la última novela que os ha divertido?
Gracias.