Una iniciativa privada, una colección de Alta Costura española nutrida fundamentalmente de donaciones de damas o familias que aun hacen uso de su nombre y el “viuda de”. Imaginen la exposición: una delicia.
Sala en forma de U, con orden cronológico y un eje sobresaliente: Pedro Rodríguez, un paso casi monográfico. Vestidos de novia con regusto a la época y que merecen verse puestos en su contexto. Desde el salmón con caída lencera hasta el rey de la fiesta: el tul fantasía.
Diseños atemporales que tendrían perfecta cabida en esta era tecnológica y algunas prendas tan absolutamente destacables, que eclipsan a las demás. Ahora las féminas van a su cirujano y le piden la nariz de Penélope Cruz, antes le pedían a su modista el vestido de Audrey Hepburn en “Sabrina”. Como hemos cambiado!.
Eran tiempos de accesorios, llamativos tocados y pamelas que se lucían con suma elegancia. Importancia absoluta del calzado, en el amplio sentido, me llamaron la atención unos zapatos de Loewe con una hebilla al más puro estilo Roger Vivier.
Tres conclusiones a las que llego tras ver la exposición. Una es que el Museo del Traje por la noche es gratis, una excusa ideal para acercarse a contemplar moda de la buena y pasar un buen rato. Dos, que hay que apostar por los diseños españoles. Y tres, merece la pena invertir en moda duradera e inmortal.
(Un post de La Biperina Folclórica). Nuestra amiga María nos envía esta crónica de su reciente visita al Museo del Traje, en Madrid.