Tiene mucha razón mi amigo Alfonso, cuando dice que corremos lejos para buscar historias bonitas, cuando las tenemos aquí, tan cerca de nosotros, tan impresionantes y, a veces, tan injustamente desconocidas. Pero eso mismo pasa en todas partes. Hay ciudades desconocidas por quienes las habitan. Pero vamos a ponerle remedio.
Después de pasear por nuestra capital, un ejercicio que te devuelve las imágenes de aquella ciudad que conocimos siendo niños, nos esperaba el guía de Baños de Cerrato, para mostrarnos la iglesia más antigua de España, con más de mil trescientos años de antiguedad. Después de la visita, un receso para probar el chocolate La Trapa. Tan contentos nos dejó el chocolate que perdimos la cita con el guía que nos esperaba en Pucela. Pero no es momento para lamentarse porque Alfonso, por sus andanzas en aquella ciudad y su buena disposición para mostrar lo más importante, ya se vistió de guía para conducirme por los lugares más emblemáticos, para que hablásemos de ella como se merece. Y para cerrar la faena, ese paseo que cuenta mi mentor por la comarca cerrateña. Primero la degustación de un lechazo en el Mesón del Cerrato, que es ya un referente obligado en la gastronomía de la zona, principalmente, por el manjar exquisito que presentan, pero también por el lugar, la típica bodega castellana, distribuída en tres comedores, con una capacidad para cien comensales. Después, el encuentro con Ángel González Mata, el Mesonero Mayor del Cerrato, que me trajo a la memoria a nuestro inolvidable Gonzalo Ortega Aragón. Para ir bajando esa comida no hay mejor ejercicio que subir a la atalaya de Tariego, antigua torre telegráfica, lo que nos prometimos ya al visionarla por la mañana desde Baños.
Y como traca final un recorrido por el Cerrato Profundo y su maravilloso paisaje, todo nuevo para mi, todo hermoso ... Cevico de la Torre, una visión del valle desde la ermita de Nuestra Señora del Monte; Valle, Hontoria, Tariego y regreso a Venta de Baños.