Revista Opinión
No creo que haya habido en la historia de la democracia española postfranquista unas elecciones tan alucinantes como estas. No es sólo que a la ciudadanía le importe un comino si ese yogur caducado, que responde al nombre de Cañete, va a salir con los votos disciplinados de su militancia. O si elevará al Olimpo de la mediocridad a la secretaria de Rubalcaba, una trapecista que parece a punto de jubilarse del circo de Manolita Chen en el que se ha convertido su partido. ¿Alguien puede pensar que tales cadáveres políticos pueden ser creíbles? ¿Cabe en cabeza humana, no militante, que estos gañanes y gañanas –habría que añadir en honor del más fatuo e inútil de los presidentes que la suerte nos deparó, Zapatero de León– estén dispuestos a defender nuestros intereses en Europa cuando han sido incapaces de hacerlo en España?
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