¿Por qué no apostar por la instantaneidad, la interactividad y un producto propio de calidad en Internet y dejar buena parte de los contenidos del papel prensa quietecitos unas horas en su propio soporte?
La prensa escrita está atravesando una profunda doble crisis que se presenta galopante y con ganas de quedarse. A la vertiginosa caída de la publicidad, fruto del frenazo económico mundial, se suma una crisis de captación y fidelización de audiencias. Muchos lectores optan por la comodidad de ojear sus periódicos preferidos en Internet y, principalmente, desde su puesto de trabajo. «Sí, yo sólo compro el periódico los domingos, porque el resto de la semana no tengo tiempo y cuando encuentro un hueco leo todo lo que me interesa en Internet. Es muy cómodo»... Esta respuesta se escucha con frecuencia, y no precisamente a gente poco cualificada o con pocas miras. Más bien todo lo contrario. Su lógica es aplastante porque se les ofrece todo tipo de información de forma gratuita y para qué molestarse en comprar lo que pueden leer a golpe de ratón. Cuando quieran y como quieran.
Está muy bien eso de abrir la información a todos los públicos. Ofrecerla en distintos formatos y a la carta de las necesidades de los lectores. Paguen o no paguen. Pero no nos engañemos ni un minuto más. Una cosa es el aperturismo informativo y otra muy distinta es la rentabilidad de un negocio que se tambalea por esa contagiosa política de ventanas abiertas a ningún precio. Como si las empresas informativas fuesen oenegés. Mientras muchos periódicos hacen grandes esfuerzos por captar lectores --mediante costosas promociones-- al mismo tiempo ofrecen gratis en la Red lo que sus fieles clientes pagan a diario. Y eso parece no tener freno.
Una contradicción insoportable que está motivando que empresas periodísticas muy rentables y consolidadas vean ahora cómo se tiñen de rojo sus cuentas de resultados. El alto precio ya lo están pagando miles de trabajadores de redacciones cuya estabilidad laboral pende de un hilo. El de la pérdida constante de los lectores que cotizan en el quiosco. Mientras las ediciones digitales no paran de crecer en audiencia y publicidad, las plantillas de muchos medios de papel soportan la creciente amenaza de regulaciones de empleo, prejubilaciones forzosas, urgentes e incómodas políticas de ahorro de costes y un ambiente muy enrarecido por el qué pasará.
La mayoría de los periódicos vuelcan íntegramente casi todos sus contenidos de papel al mismo tiempo que llegan a la calle, en una forma ciega de entender los nuevos medios y las redes sociales. Si el Periodismo 1.0 consistió en traspasar el contenido analógico al ciberespacio, el 2.0 fue la creación de información propia en la Red y el 3.0 aspira a socializar la información, habrá que avanzar más y desprenderse ya de equivocadas y ruinosas herencias del pasado. ¿Por qué no apostar por la instantaneidad, la interactividad y un producto propio de calidad en Internet y dejar buena parte de los contenidos del papel prensa quietecitos unas horas en su propio soporte? No se trata de cerrar contenidos. No. Se trata de colgarlos en la Red horas después de ser publicados (por ejemplo, a media mañana). Con ello se respetaría al lector que compra a diario el periódico, se revalorizaría el papel como soporte informativo y publicitario y se garantizaría el acceso a toda la información específica que buscan miles de internautas residentes en el exterior
Es de cajón que a la larga muchos lectores que se ganan en el ciberespacio se pierden irremediablemente en el quiosco o en las suscripciones. Y los que son completamente fieles al medio tradicional, pues desgraciadamente acaban yendo a los cementerios. La digitalización es para reforzar y complementar los medios, no para desplomarlos económicamente. Pero la realidad es terca y aparece una nueva ecuación preocupante: donde crece la banda ancha disminuye la difusión de la prensa de pago. Y como la situación es drástica, requiere soluciones drásticas, inmediatas y valientes. Quedarse de brazos cruzados, con la que está cayendo, es suicidarse profesionalmente.
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[Este post lo publiqué el 30 de junio del 2008. No cambio ni una coma]