Tras doce horas a sus espaldas, Marta y María se enfrentan a las tareas de sus casa

A la doce del mediodía, tras media jornada de trabajo, Marta y María suelen tomar algo en el bar de enfrente. Allí se juntan con Manuela, una vieja conocida que trabaja de administrativa en un concesionario de coches. Manuela suele pedirse una tostada con tomate y un descafeinado con leche. Marta, por su parte, toma un café largo con algo de bollería y, María suele pedirse media con mantequilla y zumo de naranja. Gabriel, el chico de la barra, es bastante eficiente. "Es una máquina sirviendo mesas", en palabras de Manuela, y ello, como dice María, se agradece muchísimo porque así les da tiempo a fumarse el cigarrillo. Marta se encuentra mejor del dolor de cabeza.
Al parecer, la Hemicraneal le ha hecho efecto. Acaba de enviarle un wasap a su madre para preguntarle por Ernesto. María, sin embargo, no lleva bien la mañana. Su jefe, le ha llamado la atención porque ha estado más del tiempo permitido en el aseo. Manuela está preocupada. Al parecer, la venta de coches está bajando y ha oído que posiblemente se acerquen nubarrones. En el fondo, como dice Marta, no se pueden quejar. Tienen trabajo y, hoy en día, con la que está cayendo es un lujo. A pesar de que trabajan muchas horas, tienen contratos basuras y ganan menos que Jacinto y Enrique, sus compañeros de envases. Han pasado los treinta minutos, es hora de volver a la fábrica. Con el estómago lleno – dice María – las horas se hacen más llevaderas
A las doce del mediodía, tras media jornada de trabajo, Marta y María suelen tomar algo en el bar de enfrente
Son las seis de la tarde, por fin ha sonado la sirena: fin de la jornada. Tras doce horas a sus espaldas, Marta y María se enfrentan a las tareas de sus casas. El marido de María comienza a las ocho de la mañana y no llega hasta las nueve de la noche; luego es María, la primera en poner lavadoras; fregar los platos y comprar algo para la cena. Su marido, aparte de bajar la basura; no hace nada en la casa – “res de res", como diría Perico – mi primo, el valenciano-. María se queja de que no tiene tiempo para ella. Trabajar doce horas diarias pasa factura a la más bella de las plebeyas. Tanto es así, que ni siquiera puede dejarse las uñas largas porque las tiene rotas del de los disolventes de la fábrica. Marta, le ha enviado un wasap. Son las diez de la noche y ni siquiera se ha duchado. Está con Ernesto, su hijo. Mañana tiene examen de matemáticas y no quiere que lo suspenda. Ernesto echa de menos a su padre, a pesar de que éste se fue al extranjero y si "te he visto, no me acuerdo". Manuela acaba de acostarse. Hoy su marido tiene guardia, luego no se verán hasta mañana al mediodía. Casi siempre suele enviar un wasap a Marta y a María. Es tarde. Son las doce de la noche. Marta está en el sofá medio dormida, y María está viendo un documental acerca del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Mañana hay que madrugar, el móvil está programado para que suene a las cinco de la madrugada.
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