En la actual coyuntura política de los Estados Unidos, con un presidente polémico que parece estar dispuesto a abrir debates que la sociedad creía ya superados, son muchas las reivindicaciones sociales que han encontrado en el cine y la televisión su más importante medio de expresión contra las políticas de estado. Las mujeres y el feminismo no iban a ser la excepción y han dicho presente con series importantes este año como la adaptación de la distopía literaria de Margaret Atwood por parte de Hulu, The Handmaid’s Tale, y también la más sutil e incómoda Feud: Bette and Joan. Por lo particular de 2017, esperábamos con ansias lo que tuviera que decir una de las feministas más ácidas y reconocidas del medio, Tina Fey, cuya “Unbreakeable Kimmy Schmidt” no tocaba el tema de la mujer directa y exclusivamente pero no por ello dejaba de ser un compendio de todas las ideas de la mente de su autora. La misma promoción parecía apuntar que venían grandes emociones al respecto. Sin embargo, si una palabra puede definir la nueva tanda de episodios de nuestra querida Kimmy sería tibieza, una sorprendente tibieza por parte de una Fey que tantas veces fue tan incómoda con sus comentarios. Ha sido tibia la comedia, que ha visto un retroceso importante en varios capítulos más allá de lo brillante de otros; se ha debilitado el lugar de la protagonista, finalmente abducida por el carisma de sus compañeros de reparto; y sobre todo ha sido tibio el mensaje de lucha que transmite, revelando la faceta más lamentablemente burguesa de sus ideas feministas. De estas tres cosas estaremos hablando en los próximos párrafos.
El año pasado ya se decía que en esta serie el personaje de Titus Andromedon acabaría por comerse a todos y, en cierta manera, para muchos acabó pasando. Sin embargo, a quienes nos interesan los personajes y su evolución pudimos notar que existió el loable esfuerzo de hacer avanzar los conflictos emocionales y sociales de su tridente protagónico, de tal forma que ninguno fue menos importante que el otro. Kimmy (Ellie Kemper) pagaba el precio de ser el personaje menos carismático de la función, claro, pero había allí un personaje con un gran desarrollo detrás. En esta tercera temporada da la sensación de que eso se pierde o, más bien, no se logra. En ningún momento de la nueva tanda de episodios ha parecido que el arco argumental del personaje del título vaya hacia alguna parte, y más allá del vago tema de la temporada “aprender a ser una mujer independiente en el mundo moderno”, nunca logramos ver su historia más que como un conjunto de sketches mal interconectados. Titus, en cambio, vuelve a ser el corazón de la fiesta y tanto sus conflictos amorosos como las surrealistas situaciones en las que se ve envuelto van convirtiendo la ficción en un Unbreakable Titus que ya no se puede eludir. La entrega física de Titus Burguess a tan extravagante personaje es una de las claves para entender el verdadero furor que ocasiona nuestro gay favorito cada vez que sale en pantalla.
Está claro que la ideología no es ni debe ser la razón por la cual juzgar una obra. Sin embargo tampoco se puede negar que cierta tibieza de juicios resulta decepcionante (es innegable que el humor es otra forma de expresar ideología) y hace de esta temporada de Unbreakeable Kimmy Schmidt una experiencia menos desafiante de lo esperada. Si a eso le sumamos que la tercera temporada ha tenidos serios problemas para alcanzar la vara alta dejada por la season 2, la espera por la cuarta nos deja con bastante preocupación. En un contexto en que las series de Netflix parecen incapaces de proyectarse en el tiempo con la misma fuerza con la que empezaron (según muchos House of Cards y Orange is the New Black están en franca decadencia), ¿será Kimmy la próxima víctima? Esperemos que no y Tina Fey vuelva para demostrar que los tropezones no son caídas y que es tan difícil de batir como sus personajes.