En el post anterior relacionábamos la interpretación del big data para la predicción de hechos sociales a corto plazo, ejemplificando la premisa con el festival de Eurovisión. Y concluíamos reflexionando sobre las unidades geopolíticas y su importancia como generadores de identidades colectivas.
Es curioso como aparecen este tipo de acciones, donde un representante o un conjunto de ellos se hacen cargo del todo en una especie de metonimia política e identitaria. Y, en consecuencia, el todo se hace uno con su representante. No se dice que el cantante que representa a tal o cual país haya recibido más o menos votos, sino que Portugal ha ganado o España ha perdido. Con los deportes de equipo ocurre lo mismo, y Brasil es el pentacampeón mundial, como si todos los ciudadanos de este país pudieran gozar de la gloria o la riqueza de aquellos que conquistaron los títulos.
Sin embargo, por limitarnos a esto dos aspectos, música y deporte, el fenómeno no es un continuo. Cuando una banda hace una gira, a lo sumo se recuerda su nacionalidad, pero nunca se asume como portavoz de la música de ese país y de todos sus paisanos. Los Beatles son una banda británica que cosechó muchos éxitos y los vecinos de Liverpool podrán enorgullecerse de ello. Pero al igual que Bruce Springsteen no representa a todos los estadounidenses, aunque esta sea su nacionalidad, los Beatles no son el Liverpool, gracia que sí puede ostentar un club de fútbol. En el tenis, si Roger Federer gana, no ganan los suizos, gana el suizo. pero parece que el fútbol sí necesita de esa efervescencia colectiva para ser algo. Porque si pudiéramos reunir a los 11 mejores futbolistas del mundo e hiciéramos un dreamteam global ¿Quién los seguiría? ¿A quién representarían?alfonsovazquez.com ciberantropólogo