Giovanni Giaccio
Fue el 18 de octubre cuando el alcalde de la capital italiana, Ignazio Marino, decidió transcribir y registrar en Roma las uniones matrimoniales homosexuales celebradas en otros países del mundo, debido a que en Italia no son legales. Desde aquel momento, comenzó una lucha por los derechos civiles que ha tenido efectos sobre el debate político.
A mediados de este año, varios ayuntamientos del país llevaron a cabo la iniciativa de registrar los matrimonios homosexuales celebrados en otros países para así estimular al Gobierno para que acelerara su proyecto de ley al respecto. El día siguiente a que Marino realizara las transcripciones, el ministro de Interior, Angelino Alfano, aseguró que las anularía, debido a que aún no existe una ley que legalice este tipo de matrimonio. Aseguró además que los alcaldes “no pueden hacer lo que les dé la gana”.
Poco después de la transcripción en Roma, se posicionaron dos bloques que comenzaron a discutir: por un lado, los que creen que los homosexuales tienen que tener los mismos derechos, y que creen que las uniones celebradas en otros países europeos tiene que ser registrada. Por otro lado, los que afirman que esta transcripción sería solo el comienzo de una creación de un modelo de familia que no tiene sentido.
Por eso, dos viceprefectos han analizado las dieciséis actas de matrimonio que el alcalde de Roma transcribió. “Para mí” ha declarado Marino al semanal L’Espresso “es algo obligatorio transcribir estos actos. Si no lo hubiera hecho, habría discriminado este tipo de unión. Se trata de unos matrimonios legales en otro países comunitarios y no veo porque no tenía que hacerlo”.
A Marino le preguntaron también si esta acción podría hacer que el matrimonio tradicional pierda su valor, a lo que respondió que eso es imposible porque “se trata de una institución demasiado importante”. Sin embargo, reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo significa empezar a reconocer algunos derechos a las uniones civiles que, en algunas situaciones, no tienen ningún valor: “En los hospitales italianos, si un miembro del matrimonio se encuentra enfermo y está en una unidad de cuidados intensivos, su pareja no podría ir a verlo porque, según nuestra ley, ellos son dos desconocidos”.
Está claro que lo que estamos afrontando estos días no es sólo una lucha por los registros, sino también un contraste entre ideas, que, según algunos ciudadanos, permanece por la presencia de la Iglesia en Italia. Es decir, que para algunos italianos nunca habrá en este país ciertos derechos porque en Italia se encuentra la Ciudad del Vaticano. Pero, ¿es posible que la Iglesia no reconozca que hoy en día las formas de uniones no pueden ser las mismas que siglos atrás? En mi opinión, la mayoría de italianos piensa que la libertad de elegir cómo unirse con el amor de su vida es un derecho y que somos libres de cometer pecado. Quizá entre todos los recortes que nos están haciendo ahora en este país también nos han quitado el libre albedrío.
IMAGEN: El alcalde de Roma, Ignazio Marino. Wikipedia