El planteo del XXI Congreso del Partido Obrero
Las jornadas del XXI Congreso del PO, del 6 al 9 de julio, fueron la culminación de cuatro meses de plenarios, charlas y debates a lo largo de todo el país. Entre esas actividades preparatorias, se destacó la conferencia sindical, que reunió, en mayo pasado, a 2.000 activistas obreros. Estuvieron presentes 260 delegados -unos 230 en forma permanente- durante los cuatro días.
En el XXI Congreso asistieron como delegados, entre otros, obreros metalúrgicos, de automotrices, petroleros, choferes, del subte, ferroviarios, gráficos, obreros de la carne, docentes universitarios, empleados de comercio (supermercados), bancarios, docentes y estatales. Son la expresión de una dirección política de la clase obrera, que forma parte de la izquierda revolucionaria. El Congreso se destacó por la juventud de los delegados presentes y por la participación de presidentes de centros y de federaciones estudiantiles, desde la UBA hasta Río Gallegos. El XXI Congreso reflejó una extensión inédita de la presencia activa del PO en el país, que alcanza a 19 provincias. El plenario de apertura recibió con un fuerte aplauso la mención de los delegados de La Rioja, San Juan y Chubut, quienes en las próximas semanas celebrarán Congresos regionales para hacer pública la fundación de nuestro partido.
Mariano Ferreyra
En las vísperas del inicio del juicio oral y público por el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, la campaña para obtener la condena a los asesinos y a sus cómplices ocupó un primerísimo lugar en el debate. Se formó una comisión especial, con delegados de cada provincia, para elaborar todos los hitos de la campaña. Las conclusiones quedaron plasmadas en un minucioso documento, que parte de una caracterización social y política del crimen, así como del cuadro de fuerzas políticas y sociales que se mueven ahora en torno del juicio. El Congreso convocó a una amplia movilización de fuerzas políticas, sociales y de derechos humanos para lograr la condena (cadena perpetua) de todos los responsables materiales y políticos del crimen. Será una campaña de movilizaciones, de pronunciamientos, de actos, de una intensa agitación mural y en las redes sociales, y, por sobre todo, con una acción del partido para informar y para movilizar en forma sistemática a la clase obrera y a los demócratas en cada fase de la evolución del proceso judicial -el cual será un proceso político. Un vasto movimiento cultural de artistas, de músicos y de escritores, que estuvo con sus delegados en el XXI Congreso, jugará un papel destacadísimo en esta campaña.
Crisis mundial
El Congreso concentró el examen de la crisis mundial en un punto fundamental: la evolución de las masas en el marco de la crisis y el desempeño político de las fuerzas en presencia; fundamentalmente, las de izquierda revolucionaria -incluidas las centristas y las de fuerte acento democratizante. La resolución internacional parte del cuadro actual del conjunto de la crisis -es decir que lo redefine para caracterizar los programas, las políticas y las tácticas, en particular de las fuerzas populares.
La bancarrota capitalista en curso es un episodio, claro -porque la historia es mediada por episodios-, pero el más alto y generalizado de un derrumbe de las relaciones sociales capitalistas, que nunca cesó de manifestarse -ni siquiera en los años de reconstrucción económica que siguieron a la última guerra mundial. Una de las peculiaridades más importantes de la crisis presente es que estalla apenas una década y pico después de la disolución de la URSS y del auge de la restauración del capitalismo en China. Lejos de funcionar como una sopapa de seguridad para el capital financiero mundial, esa restauración aceleró el desarrollo de sus tendencias parasitarias y acabó arrastrando a la transición capitalista en esos países al torbellino de una crisis mundial generalizada. La declinación histórica del capitalismo recibió su confirmación en el exacto momento en que más cantaba victoria.
El centro político de esta crisis se encuentra -sólo por el momento- en la Unión Europea, tironeada por las tendencias a la desintegración política, por un lado, y a su transformación en un sistema político de protectorados coloniales, por el otro. Este gigantesco cataclismo se manifiesta en una fuerte tendencia a la disolución de sus regímenes políticos (“gobiernos técnicos”, en Italia y en Grecia; evaporación de sus principales partidos; tendencia a la polarización política). El Congreso discutió intensamente la polarización política que se produjo en Grecia, a la luz del enorme y brusco viraje popular hacia el planteamiento de “un gobierno de izquierda”; o sea, de frente único de todas las tendencias de este arco político -en especial, el partido comunista-, planteado por la coalición democratizante de Syriza. Lejos de cualquier inclinación al diletantismo político, el Congreso concluyó que la tendencia polarizadora en Grecia puede convertirse en general -o sea que la izquierda revolucionaria encara, objetivamente, una cuestión de poder en numerosos países. Con este criterio, examinó los retrocesos sufridos por la izquierda centrista en Francia, la que cedió su lugar a una izquierda democratizante que actúa como correa de transmisión del imperialismo francés. También se buscó sacar lecciones de la crisis de la izquierda en Italia. La misma resolución plasma con mucha claridad que la Unión Europea ha constituido una superación de los Estados nacionales, no una manifestación hacia un “ultraimperialsimo” capaz de unificar pacíficamente al capital mundial, sino una tentativa reaccionaria de sometimiento nacional, que ha ingresado en un perído de crisis y de revoluciones.
El golpe en Paraguay fue caracterizado como una expresión de un proceso de disolución de la llamada “integración latinoamericana”, la baza con la que el nacionalismo burgués pretende justificar su derecho a la dirección política en nuestro continente. La Unidad Socialista de América Latina sólo se abrirá paso bajo una dirección obrera y socialista, espoleada por el impacto del derrumbe capitalista mundial.
El Congreso planteó reforzar la actividad internacional del Partido Obrero sobre la base del programa, del debate y de la acción militante. La Internacional que emergerá de las crisis y de las luchas solamente podrá ser construida como una organización de combate, dice la resolución aprobada.
La desintegración del kirchnerismo
El Congreso debatió la crisis política nacional. En el cierre del Congreso, Altamira expuso las alternativas de esta crisis. Destacó que el gobierno K intervenía en la crisis con algo más que con un ajuste contra los trabajadores: intervenían con una tentativa también de dirigismo económico y de un disciplinamiento de las tendencias caóticas de la crisis. El Partido Obrero -dijo- debía ponerse al frente de la lucha contra el ajuste, pero no debía despreciar el análisis de este intento último del nacionalismo burgués de evitar el precipicio. La llamada “pesificación” y la tendencia a una intervención federal a las provincias -como ocurre con la de Buenos Aires- es mucho más que “una mala praxis” o de una pugna por la re-reelección. Son tentativas extremas de salvamento del régimen político en el marco de sus propias bases. El sistema de racionamiento económico que se intenta imponer ha hecho aún más caótico el proceso económico por la sencilla razón de que la burguesía, una clase explotadora e internamente contradictoria, es incapaz de proceder a una planificación económica, la cual requiere de la participación consciente, organizada y democrática de sus productores reales: la clase obrera. El dirigismo económico para evitar un “rodrigazo” terminará produciendo un “rodrigazo”, como -en circunstancias diferentes- el ensayo de dirigismo en 1973 acabó en el “rodrigazo” de 1975 -un ajuste brutal y caótico. La crítica “neoliberal” a esta llamada “mala praxis” apunta a que los K procedan a la devaluación del peso y al tarifazo para “cargarse” al “nacional y popular”.
Los aportes de los delegados de las provincias demostraron que Buenos Aires es sólo la punta de una gran quiebra nacional, como lo demuestra la intención, en algunos distritos, de emitir “bonos” (cuasimonedas). En este cuadro, la gran marcha a Plaza de Mayo contra el impuesto al salario y el quiebre del Smata en Córdoba, así como las huelgas y marchas por el aguinaldo “desguazado”, marcan el dato central de la situación política: un principio de ruptura entre la clase obrera y el gobierno y una transición política de conjunto en el país y en el movimiento obrero.
La izquierda revolucionaria y la transición obrera
“Siento que el periódico y nuestros materiales están alcanzando un nivel de recepción increíble, algo está cambiando; y nuestros métodos de trabajo tienen que considerar esta nueva etapa”.
Con estas palabras, un delegado porteño al Congreso sintetizó la situación política en su conjunto. La izquierda revolucionaria es el único factor político consciente que ha venido laborando por un cambio histórico del movimiento obrero. Se trata de proseguir con mayor energía esta acción, que deberá plasmarse en una fusión entre la izquierda revolucionaria -el programa y la lucha cotidiana por el derrocamiento de la burguesía-, por un lado, y el movimiento obrero -el esfuerzo, el activismo y la lucha cotidiana de la clase obrera por detener la ofensiva capitalista, por defender sus conquistas históricas y por avanzar en el mejoramiento material y moral de los trabajadores-, por el otro. De esta fusión deberá surgir la dirección revolucionaria efectiva del proletariado. Al margen de ella, la presente transición histórica acabará en una nueva frustración. El partido de la clase obrera no es “un instrumento político” del movimiento obrero cotidiano; es la expresión de un salto histórico de la clase, la que cobra conciencia de ser una dirección potencial de las masas. La movilización política que consiguió el Frente de Izquierda en la campaña electoral del año pasado ha sido demostrativa del potencial abierto para esta fusión. ¿No ha sido este el objetivo histórico del marxismo desde su inicio?
El Congreso votó debatir en el Frente de Izquierda una gran campaña política de actos y de movilizaciones, frente a la agudización de la crisis política y al ajuste, y frente a la tendencia al caos económico. Por un plan de lucha de conjunto, por un Congreso de bases del movimiento obrero y por un desarrollo político de carácter obrero y socialista.
En los primeros minutos de la apertura del congreso, Altamira definió el lugar del PO en la crisis actual como “una organización aún pequeña, pero con un desafío histórico”. El Congreso recogió este desafío.
Comisión redactora de las conclusiones del XXI Congreso, para Prensa Obrera