Hace unos días, en Twitter leí una pregunta sobre periodismo y universidad que entendí dirigida a quien esto escribe y -con buena dosis de ingenuidad por mi parte- me propuse responder. Tras no pocos esfuerzos en juntar lo que pensaba en 140 caracteres, puse un pequeño galimatías:
Ya se ve que pretendía decir demasiadas cosas, y -consciente de que no serviría de mucho lo escrito- les ofrecí escribir más extenso. Aceptaron, y les envié un texto que así quedó publicado en Conversaciones con..., bajo el título Juan José García-Noblejas: “La universidad aporta alma al periodismo”:
Durante los días previos al acto homenaje, hemos lanzado varias preguntas sobre periodismo a través de @conversacionesc en Twitter. Una de ellas era: ‘¿Qué aporta la universidad al periodismo?’.
Juan José García-Noblejas ha querido contestarnos con algo más que un tuit.
La Universidad aporta alma a un trabajo profesional que, de otro modo, podría ser más bien egoísta e insolidario, e incluso sofístico, en vez de ser un servicio a la sociedad. Un servicio que atiende necesidades reales y no sólo posibles demandas: la sociedad no se reduce a mercado.
La Universidad, en principio, es una institución viva con misión de estudiar y transmitir saber acerca de la unidad de los saberes, incluso de los más aparentemente dispares. De otro modo, sin esa tarea, sería una pluriversidad, una especie de zombi, un agregado de cosas heterogéneas, sólo con apariencia de vida.
Lo mismo sucede con los profesionales y con los medios periodísticos, y las demás profesiones de comunicación pública: la publicidad, la propaganda, las relaciones públicas, la comunicación institucional o el entretenimiento. Podemos ser una especie de modernos Prometeos como el fabricante del monstruo imaginado por Mary Shelley.
El alma de la universidad y del periodismo y las demás profesiones de comunicación consiste en saber y en vivir al menos estas cinco ideas:
1) que lo que se tiene entre manos como periodista o comunicador es básicamente un saber o una diversidad de saberes que no se pierde cuando se difunde como pasa con el poder cuando se delega o reparte.
2) que el trabajo periodístico y los demás trabajos de comunicación son de tipo directivo: todos los profesionales de la comunicación tenemos entre manos tareas que, al no seguir reglas fijas, tener la pretensión de acertar, y ser de resultado incierto, nos involucran como personas, que es lo propio del trabajo directivo.
3) que lo que está en juego en el periodismo y en las demás profesiones de comunicación pública son asuntos racionales y vitales, y siempre relativos y asociados a la libertad de todas y cada una de las personas.
4) que la verdad es –con sus naturales limitaciones- siempre algo posible y alcanzable, sobre todo si es tenazmente buscada en diálogo amistoso con otros.
5) que –aunque desde luego hay que pagar, y muy en justicia, y a muchos más- el trabajo de periodistas, la actitud con que se trabaja tiende a ser de benevolencia, amistad y diálogo con colegas, destinatarios y sujetos de quien se trata. Una actitud que siempre implica donación, regalo gratuito, y no simple compraventa.
Sabiendo y viviendo estas cosas, una institución como la Universidad tiene mucho que ver con el periodismo y las demás profesiones de comunicación pública. El alma de nuestras profesiones tiene que ver con una actitud de servicio cívico. Algo por otra parte muy cercano a lo que Josemaría Escrivá siempre entendió para la Universidad y para el periodismo y la comunicación pública, y por tanto, para los profesionales que les dan vida.
En vista de que estos párrafos se quedan cortos y resultan demasiado sumarios al hablar del alma que la universidad aporta al periodismo y demás profesiones de comunicación (suponiendo que tanto la universidad como las profesiones citadas sean buenas y genuinas: estén vivas, y no al modo zombi o muerto viviente o cosa de Frankenstein).
En vista de que por tanto hay que decir las cosas más claras, esponjadas y razonadas de modo práctico y personal, a ser posible al alcance de todos, dado que todos nos encontramos de un modo u otro en relación personal -y no sólo profesional- con los medios.
En vista de que conviene hablar a la experiencia de quienes trabajan en periodismo y en publicidad y en propaganda, relaciones públicas o comunicación institucional, y en ficciones y en entretenimiento; y la experiencia de los ciudadanos, que no consumidores, de los resultados de los trabajos de los profesionales (y otros que no lo son tanto) antes mencionados; y también -y no es poco- la experiencia de quienes, personaes e instituciones, se habla y aparecen mencionados de un modo u otro en esos mismos medios.
En vista de esto, y de algunas cosas más, he tenido que aplicarme el cuento y recordar un compromiso editorial, y -olvidando las excusas- me he puesto de nuevo a trabajar en un libro que hace tiempo tengo entre manos y no termino de repensar y comenzar de una vez a escribir en versión definitiva y que se llama o se llamará "Repensar la comunicación pública".
En todo caso, la ingenua pretensión del otro día de responder telegráficamente aquella difícil pregunta me ha puesto en una tesitura más urgente de escribir, sin insistir en un más o menos cómodo repensar las cosas de la comunicación... Si esto es asunto de servicio cívico, entonces "para servir, servir", como tuve ocasiones de escuchar decir a San Josemaría Escrivá, que es quien está en el origen de estas Conversaciones con... que hasta aquí me han traído, #celebratingjournalism