Batman y Robin nunca estuvieron tan unidos como cuando se llamaban Bruno y Ricardo. ¡Aquello sí era el auténtico Dúo Dinámico!
De un tiempo a esta parte, resulta cada vez más frecuente que los nombres de los personajes se dejen directamente en inglés. Es algo que sucede no sólo con los cómics, sino que también se aplica a los títulos de las películas o a los videojuegos. A veces eso da lugar a peculiares situaciones de “lost in translation”; recuerdo que, cuando estrenaron la segunda película de James Bond interpretada por Daniel Craig, le preguntabas a la gente qué significaba eso de “Quantum of Solace” y, naturalmente, nadie lo sabía. Es más, después de ir a verla seguían sin saberlo.
Tal vez a los lectores de nuevo cuño les sorprenda saber que hubo otras épocas donde la costumbre era exactamente la contraria: se traducía todo, incluidas las identidades civiles de los superhéroes o los nombres de las ciudades.
La editorial mexicana Novaro era toda una experta en este discutible arte. En sus publicaciones, Bruce Wayne pasó a ser Bruno Díaz, mientras que su pupilo Dick Grayson respondía al nombre de Ricardo Tapia. Y si hacías un viajecito desde Ciudad Gótica hasta Metrópolis, te encontrabas con que en la redacción del diario El Planeta trabajaban Luisa Lane y Jaime Olsen, siempre bajo la atenta supervisión de su director Pedro White. A Clark Kent no se atrevieron a traducirlo, quién sabe si por exigencias de la DC americana.
Curiosamente, en las ediciones de Novaro nunca existió un Superboy. Para ellos, el Joven de Acero seguía siendo Supermán; eso sí, al principio de las historias colgaban un cartelito donde se podía leer “Supermán Aventuras Juveniles”… en Villachica, por supuesto. En cambio, no les tembló el pulso para rebautizar a Supergirl como Superniña, cuando en realidad de niña tenía bien poco.
Más humillante, si cabe, fue lo que el destino le deparó al pobre Billy Batson, el Capitán Marvel original, que por obra y gracia de la magia novariana dejó paso al inigualable … ¡Memo Batson! Se supone que para los mexicanos no debía ser un insulto… o eso o alguien le tenía mucha manía al personaje. Y qué decir de Kid Flash, al que le tocó apechugar con el sobrenombre de Flashito.
¡¿¡Cómo que SuperNIÑA..!?! El “sex appeal” de la heroína de Krypton es más que evidente en esta portada clásica de Novaro.
En ocasiones las traducciones eran muy obvias, como denominar Oliverio Reina a Oliver Queen, alias Flecha Verde, pero en otros casos se buscaban soluciones más “creativas”, como convertir al Comisario Gordon en el Inspector Fierro o a Scott Free, alias Mister Miracle, en… ¡¡¡¿Oscar el liberal?!!!
Y no nos olvidemos de los restantes Campeones de la Justicia: Bruno Alba (Barry Allen, Flash), Raúl Jordán (Hal Jordan, Linterna Verde), Diana Ríos (Dinah Lance, Canario Negro), Rafael Rivas (Ralph Dibny, el Hombre Elástico), Diana Pérez (Diana Prince, Wonder Woman), Juan Pérez (John Smith, Tornado Rojo), Carlos Lara (Carter Hall, el Hombre Halcón), Julio Jordán (John Jones, el Detective Marciano), Adán Luna (Adam Strange), Zitana (Zatanna)… ah, ¡y Carlos Tris (Snapper Carr)!
En contra de lo que sus adaptaciones pudieran dar a entender, ni los Jordán (Raúl y Julio) ni los Pérez (Diana y Juan) eran familia. Es sólo que los traductores debían andar algo escasos de imaginación a la hora de buscar apellidos.
Seguramente, los nombres superheroicos más pintorescos correspondieran a Los Defensores de la Justicia, la reinterpretación Novaro de la Justice Society de Tierra Dos. Allí tenías a Astro (Starman), Horario (Hourman), Gato Montés (Wildcat), Marvila (Wonder Woman), Juan Trueno (Johnny Thunder) o Arenero (Sandman) … ¿Os imagináis cómo podría haber sido el Sandman de Neil Gaiman en versión Novaro? ¡Lo que nos hemos perdido!
No siempre se seguía el mismo criterio. Hablábamos antes de Billy Batson, nuestro querido y entrañable Memo. Sin embargo, Congo Bill siguió siendo Congo Bill… y no Congo Memo. De igual modo, Metamorfo se quedó como Rex Mason, y no como Reinaldo Masón… Claro que, pensándolo mejor, esto último podría haber dado pie a interpretaciones equívocas y a un potencial conflicto con la censura franquista, a la que quizá no le habría hecho demasiada gracia la idea de un superhéroe masón.
Por cierto, ya que estamos hablando del antiguo régimen, no estaría de más recordar que Superman llegó a España en 1940 rebautizado como Ciclón el Superhombre, dentro de la colección Aventuras y Misterio. Y fueron más lejos que Novaro, llegando incluso a cambiar el nombre Clark Kent por el de Carlos Sanz.
Dan, Dan, Dan… ¡¡Dan Defensor!!
La versión Vértice del Hombre sin Miedo tenía una musicalidad que para sí quisiera el original americano.
En comparación, las adaptaciones que hizo Vértice de algunos personajes Marvel eran de lo más modosito. Es verdad que convirtieron a Daredevil en Dan Defensor, lo que podría ser cuestionable, pero en su mayoría los cambios estaban muy bien traídos, por eso han perdurado. Estaremos de acuerdo en que llamar Patrulla-X a los X-Men fue todo un acierto, igual que sustituir al Doctor Doom por el mucho más contundente Doctor Muerte. Hoy en día lo más probable es que se hubiera dejado en inglés, pretextando que se trata del apellido del monarca latveriano. Lo de La Masa estaría más abierto a debate… ¿Fue atinado o debieron mantenerlo como El Increíble Hulk? La respuesta, my friend, está en el viento azotado por la radiación gamma…
Con DC, en cambio, no estuvieron nada finos: francamente, poner Círculo Justiciero a la Liga de la Justicia tendríamos que colocarlo en la casilla de errores difícilmente comprensibles.
De las traducciones más modernas de la etapa Forum, hay una que merecería todos los No-Premios habidos y por haber. Me refiero a la ocurrencia de cierta traductora de transformar al Night Trasher de los Nuevos Guerreros en el … ¡Trillador Nocturno!
¡El Trillador Nocturno en acción! Posteriormente, alguien de Forum debió darse cuenta de la pifia, y el personaje fue rebautizado como “Destructor Nocturno”.
Casi le entran ganas a uno de echarse a cantar “¡Trillador que trillas con amooooor….!!!”
Para rematar la sección, os reservo una pequeña sorpresa: Resulta que también hubo adaptaciones Novaro de algunos superhéroes Marvel, aunque en España no llegáramos a saber de ellas. Así, Peter Parker llegó a ser conocido como Pedro Márquez, Reed Richards lideraba Los 4 Fantásticos como Enrique Ricardo, Susan Storm respondía al nombre de Susana Sánchez, Johnny Storm era, inevitablemente, Juan Sánchez, y Ben Grimm atizaba mamporros como Benito Gris.
Y atención al mejor de todos: Galactus se disponía a atacar la Tierra como… ¡Alberto el Hambriento!
No, de verdad, ¿vosotros creéis que alguien puede tomarse en serio a un Devorador de Mundos con ese nombre?
Como dirían al otro lado del charco, ¡atrapen a esos pillos! Y si no, búsquenlos en su voceador habitual.
Miguel G. Saavedra
(¡Y viva México lindo!)
Si os da por releer vuestros viejos tebeos de Vértice, Bruguera o Forum, a buen seguro encontraréis cantidad de cosas divertidas de las que ni tan siquiera os acordabais. Por ejemplo, en el Nº 1 Forum de Spiderman se llamaba “Doctor Pulpo” al Doctor Octopus… que es la traducción correcta, sí, pero me reconoceréis que suena un tanto ridículo. Y al Doctor Muerte lo rebautizaban como “Doctor Destino“, ignorando que ese es el nombre de un clásico superhéroe DC. Además, el Hombre Ígneo se presentaba como “Hombre Fusión“, y al Castigador pasaban a denominarlo “El Vengador“, anticipándose proféticamente al título español de la infausta película que protagonizaría años después Dolph Lundgren. En aquellas primeras publicaciones forumnianas, el descontrol era generalizado: tan pronto suprimían páginas de los episodios USA como te arreaban un texto introductorio donde se aseguraba que al Capitán América lo había creado Stan Lee… Y luego te salía un traductor “creativo” que decidía por su cuenta y riesgo que La Masa debía expresarse de un modo más primitivo, incapaz de conjugar los tiempos verbales y arrastrando las erres con fruición. Lo más alucinante es que el director editorial de Forum le dio su visto bueno para seguir adelante con semejante despropósito, hasta que las protestas de los lectores les obligaron a rectificar.
En fin, ¡eran otros tiempos!