Cuando uno piensa en las editoriales que han publicado cómics Marvel en España, cuatro son los nombres que vienen inmediatamente a la cabeza: Vértice, Bruguera, Forum y Panini. Cinco, si tenemos en cuenta que Surco era una empresa separada de Vértice.
Los más entendidos presumirán de conocer los tomos de Fher y Montena. Y unos pocos tal vez se acuerden de que Distrinovel sacó tres ejemplares de la revista Epic.
Distrinovel no llegó a utilizar esta imponente portada de Frank Frazetta para el lanzamiento de la versión española de Epic Illustrated, presumiblemente por problemas de derechos. En su lugar seleccionaron una ilustración de Joe Jusko que en origen se había hecho servir con fines promocionales.
Por supuesto, también deberían contabilizarse los crossovers DC/Marvel puestos en circulación por Zinco, cinco en total, uno de ellos el legendario primer Superman vs. Spider-Man que previamente se había podido leer por estos pagos en versión Novaro, allá por 1977. Otra firma mexicana, Ed. Vid, nos hizo llegar el especial Batman/Spiderman de J.M. DeMatteis y Graham Nolan en 1998.
Los recientes recopilatorios de Doc Savage editados por ECC plantean un cierto dilema: los tebeos originales son de Marvel, pero los tomos los encuadernó DC en USA. Aun así, yo sería partidario de anotarlos en la lista.
Hilando fino, hasta podríamos rebuscar en el baúl del tiempo los materiales Marvel/Atlas presentados por Ediciones Manhattan hace más de medio siglo. Se trata de episodios cortos de temática bélica y western que fueron repartiéndose un tanto desordenadamente entre las cabeceras genéricas Casco de Acero y El Gigante de la Historieta Serie Azul a partir de 1962, y que posteriormente tendrían continuidad en la Serie Amarilla de El Gigante de la Historieta. Habría que matizar que los episodios de Atlas sólo representaban una pequeña parte de los contenidos totales, en los que también tenían cabida relatos autóctonos o de procedencia europea. Con todo, en sentido estricto, estaríamos hablando de los primeros cómics Marvel que arribaron a nuestras costas. Y aunque inicialmente se recogieran materiales pertenecientes a títulos Atlas pre-Marvel como Navy Action, Battle Action, Marines in Battle, Battleground o Two Gun Western, pronto se incluirían en el lote historias de Rawhide Kid con fecha de portada USA posterior a la aparición del primer número de Fantastic Four. Esas genuinas credenciales marvelianas se hacen aún más evidentes si tomamos en consideración que el equipo creativo de dichas historias lo formaban los mismísimos Stan Lee y Jack Kirby, secundados por Dick Ayers en las tintas. Y para los que quieran buscar otras “coincidencias” superheroicas, basta con fijarse en el protagonista de la serie, un joven huérfano que decide adoptar la identidad de Rawhide Kid después de que unos criminales asesinen a su tío Ben. ¿Os suena de algo la música…?
Tras alternar sus aventuras en diversos volúmenes de las antes mencionadas Serie Azul y Amarilla de El Gigante de la Historieta, el Kid seguiría disparando sus colts mágicos en Historietas Elegidas, una colección de 1964 que ofrecía reediciones a un precio considerablemente más económico. Que apenas se comercializaran una docena de ejemplares nos invita a pensar que aquello no debió funcionar demasiado; sin embargo, fue en ellos donde el menudo pistolero pelirrojo cobraría un mayor protagonismo, figurando como personaje destacado en casi todas las cubiertas. Bueno, en realidad las cubiertas no eran tales, ya que se aprovechaba al máximo el escaso espacio disponible reproduciendo directamente en ellas la primera plancha de la narración inicial.
Por motivos que se nos escapan, Manhattan dejó pasar la oportunidad de publicar cómics de superhéroes y aquí todavía tendríamos que esperar hasta 1969 para descubrir el Universo Marvel de la mano de Vértice.
Como detalle digno de mención, señalemos que entre los dibujantes españoles cuyos trabajos pueden encontrarse en las revistas de Manhatttan figura un nombre sobradamente conocido por todos vosotros: nada más y nada menos que Rafael López Espí. ¡Al final va a resultar que es cierto eso que dicen de que todo está conectado!
Las antiguas historietas bélicas y del oeste marvelianas todavía tendrían ocasión de emerger fugazmente a través de la firma Producciones Editoriales a finales de los años setenta y principios de los ochenta, siendo así que que en la colección de bolsillo Gran Oeste pudo verse de nuevo al Rawhide Kid de la etapa Lee/Kirby. Es probable que todo formara parte de un pack gestionado por una agencia en el que también se incluían materiales no Marvel.
Claro que, dentro del capítulo de rarezas editoriales, la palma seguramente se la llevan los cómics basados en la añeja serie animada de Spiderman que nos “obsequió” Ediciones Recreativas en 1981, tan infumables que no merece la pena perder ni medio segundo cuestionando su dudosa procedencia. Más normalitas, aunque no especialmente memorables, fueron las adaptaciones marvelianas de los filmes En busca del Arca Perdida y James Bond Sólo Para sus Ojos publicadas por la misma editora.
Tampoco pasará a la historia la efímera cabecera de los Masters del Universo con la que Marvel intentó proyectar su línea Star Comics; aquí vería la luz a través de Zinco y tuvo una acogida tan discreta como en América, donde no logró alcanzar la repercusión de fenómenos “jugueteros” como G.I. Joe o Transformers.
Y que no se nos queden en el tintero los tomos de Alien Legion que imprimió Dolmen, ni la novela gráfica Epic que versionaba los dos primeros capítulos del clásico Neuromancer de William Gibson. Este último cómic, una producción de la agencia Byron Press con textos adaptados por Tom de Haven y dibujos de Bruce Jensen, nunca tuvo continuación, lo cual no impidió que Norma Editorial se animara a serializarlo en la revista Cimoc, presentándolo después dentro de su colección “Made in USA“, allá por 1991. ¿Apuntamos también los dos Omnibus que hicieron englobando la etapa marveliana de Indiana Jones…?
Al margen de todas estas historias de licencias, y alguna otra que pudiera asomar bajo la alfombra, llama la atención lo concentradas que están las ediciones de Marvel en España. Desde siempre, se ha justificado el éxito de La Casa de Las Ideas en tierras ibéricas sobre la base de esa presencia constante de su universo en nuestros quioscos. No obstante, quizá habría que darle la vuelta a ese argumento: si las publicaciones Marvel han pasado por tan pocas manos es porque los lectores las apoyaron contra viento y marea desde un principio. Y cuando una línea da buenos resultados, lo normal es que la empresa continúe con ella, ¿no? De hecho, todos sabemos que Forum seguiría con Marvel de haber tenido oportunidad de hacerlo, lo cual simplificaría el ya de por sí reducido grupo de editores hispanos.
Rastrear la huella DC en nuestra querida piel de toro supone una tarea un poquito más complicada. Sin remontarnos a los años de posguerra en los que la colección Aventuras y Misterio introducía las hazañas de Ciclón el Superhombre, el sello con el que habitualmente se identifica a la DC clásica es Novaro. Después irían sucediéndose Editorial Valenciana, Vértice y Bruguera. A aquella época pertenecen asimismo los tomos que editó Toutain de La Cosa del Pantano y El Barón Rojo (nombre que dieron al As Enemigo de Joe Kubert), a los que habría que añadir el material DC recogido en su Historia del Cómic por fascículos… y el que se hizo un hueco en las revistas Comix Internacional y Creepy.
Y ya en tiempos modernos, tenemos a Zinco, Vid, Norma, Planeta y ECC.
Pero aún hay más: Glenat reeditó Watchmen en una colección de álbumes que quedó inconclusa. Dolmen dio cancha a Starman hasta donde pudo, además de imprimir un tomo de Camino a la Perdición con la historieta de Paradox Press que daría pie al aclamado largometraje dirigido por Sam Mendes. Recerca repescó algunos cómics Vértigo como 2020 Visions, Finals, Flinch, Hell Eternal, Industrial Gothic o The Extremist. La propia Panini ha ofrecido series DC/Wildstorm inspiradas en videojuegos del estilo de Call of Duty, Mirror´s Edge, Prototype, Resident Evil, Starcraft, Worlds of Warcraft y Gears of War, así como las novelas gráficas del subsello Vértigo Noir. ¡Seguro que me dejo cosas!
Asquerosamente Rica, el muy recomendable primer volumen de la colección Panini Noir, llevaba la firma de Brian Azzarello, el afamado creador de 100 Balas. El dibujante español Víctor Santos se encargaría de darle adecuada réplica en esta novela gráfica Vértigo de alto voltaje erótico.
Y luego está la gran olvidada, Garbo Editorial. Con los materiales que les suministraba Warren no tenían suficiente para cubrir las necesidades de su línea de revistas de terror, de modo que acabaron recurriendo a títulos de otras procedencias, entre ellos antologías DC como House of Mystery, Ghosts o Weird War Tales. Es algo que también practicó la decana Dossier Negro, de IMBD, gracias a la cual pudimos apreciar por primera vez el arte de Berni Wrightson en Swamp Thing. Además, por extraño que pueda parecer, en la revista Spirit de Garbo llegaron a encontrar acomodo episodios de Justice Inc. dibujados por “el Rey” Kirby.
El remate a este apresurado repaso tenemos que ponerlo con Editorial Rollán, que en 1977 distribuyó cuatro números de The Shadow y tres de Jonah Hex. ¡Esa fue toda su singladura dceera!
Aunque tradicionalmente le haya costado más afianzarse en nuestro país, lo cierto es que a la empresa del grupo Time Warner no le han faltado pretendientes deseosos de adquirir sus derechos, a veces con polémicas muy sonadas de por medio, señal inequívoca del interés que despiertan sus publicaciones.
Más allá de tales consideraciones, este pequeño ejercicio de arqueología editorial nos sirve también para constatar la vigencia y perdurabilidad de los comic books en nuestro paisaje historietístico. No es un tema menor, desde luego. En las cuatro últimas décadas hemos visto descarrilar infinidad de proyectos editoriales de toda índole: incluso una institución del tebeo nacional como Bruguera perdió en su momento el favor del público, y otro tanto ocurrió con las mal llamadas revistas de cómic “para adultos”. En cambio, los superhéroes demostraron ser capaces de adaptarse y evolucionar con los tiempos, a diferencia de la mayor parte de sus competidores. Ahí radica el secreto de su prolongado éxito, por más que ciertos sagaces “teóricos” se obstinen en cuestionarlo. Afortunadamente, son menos que en otras épocas, pero aún persisten quienes siguen aferrándose al anquilosado discurso de que los superhéroes son una panda de “fascistas” que simbolizan “el pérfido imperialismo yanqui”. ¿Recordáis cuando vaticinaban el ocaso de los universos superheroicos ante el “imparable avance” del manga? Menudo ojo clínico, oigan.
Puestos a hacer vaticinios, el mío es que los comic books americanos –que no son sólo superhéroes, huelga decirlo– van a seguir liderando nuestro mercado editorial a lo largo de los próximos años… y décadas.
Es más, estaría dispuesto a jugarme mi carnet de socio del Club Marvel a que va a ser así.
¿Alguien me acepta la apuesta?
Los relatos de Rawhide Kid presentados por Ediciones Manhattan tienen genuinas credenciales marvelianas. Este en concreto corresponde al Nº 26 de la serie original y apareció a la venta en USA a finales de 1961, tres meses después de que se produjera el debut de Los 4 Fantásticos. Para más información acerca de la breve etapa Marvel de Ediciones Manhattan, recomendamos leer el documentado ensayo de Joaquín Alapont sobre el tema, que podéis leer haciendo clic justo aquí.