Yo no quiero correr. Pero me empujan, y me jalan por delante y por detrás.
De veras, deseo no hacerlo, y ante las vallas recuerdo, por un instante, lo que solían decir los condenados frente al patíbulo: aquello de que llega un momento en el que tu cuerpo ya no es tu cuerpo.
Después arranco a correr entre briznas de libertad que escapan entre mis patas; y a cada segundo que pasa me obligan, me animan, me insultan, me agravian, me vejan, y no puedo: no puedo detenerme; no puedo más que seguir hacia ese sinsentido que es el desaparecer. Por delante, por detrás, por los lados…; me giro, si me detengo, si busco una salida, no dan pie, y se esconden, me estiran, me hablan, me gritan, me oprimen, me matan.
Mas todavía no. Resta escuchar a borbotones aquel último uno de enero, dos de febrero…
Esa es mi marcha fúnebre.
Ese es mi fin.
¿Por cuánto tiempo más apoyados en esa desfigurada idea de tradición seguiremos maltratando a otras especies?
Enlaces relacionados:
- 18 pensamientos de un toro horas antes de morir desangrado, por Ignacio Pato en Playground