"One of these days
I'm gonna sit down and write a long letter
To all the good friends I've known
And I'm gonna try
And thank them all for the good times together
Though so apart we've grown"
Así comienza un tema de Neil Young, perteneciente al disco "Harvest moon", que descubrí allá por el 93, cuando pinchaban mucho este tema y From Hank to Hendrix en varios programas musicales que oía en Onda Madrid después de volver del instituto. Entonces no tenía ordenador, solo una guitarra blanca que nunca me atreví a tocar y un pequeño radiocassette negro Akai que me compró mi madre en un local de la calle Barquillo un par de años atrás.
Por eso pensé que, al igual que la canción, tenía que sentarme un día y escribir algo sobre un buen amigo. Algo que lo recordara y por lo que pudiera mostrar mi agradecimiento. Me ha pasado muy pocas veces en la vida, creo que solo dos, pero la primera vez que vi a David supe que seríamos amigos. Más que eso, amigos de los que se quedan pegados como lapas, da igual la distancia que nos separe, en la mochila de la vida. No fue necesaria mucha literatura o un despliegue de ingenio desbordante al primer toque. Simplemente, la química de complicidad que te une, en contadas ocasiones, a esa gente a la que merece tener cerca. A David siempre le asocio con el músico canadiense, en concreto con un tema (y por un tema) que veremos más adelante. Pero claro, el día que le conocí no me imaginé que algún día le llamaría "Mr. Passionate".
Fue en el año 2004, y entonces solía merodear las oficinas de una productora cerca de Cuatro Caminos donde trabajaban unos amigos de mi época audiovisual. En concreto ahí también conocí a Javier R, un actor lleno de ganas de hacer cosas grandes y con el que conecté al 100% cuando construimos un personaje fundamental en la que entonces sería mi primera (y de momento) única película, "Posible" (la producción, el rodaje y posterior vida que tuvo esta película también da para otra historia). Eran años de bonanza creativa, la verdad, y esas conexiones que había entre todos los que hacíamos "estas cosas", a pesar de los primeros indicios de distanciamiento, generaban una energía que nos unía y nos hacía creer que nos llevaría lejos (además de compartir viajes, momentos muy divertidos y algún que otro drama).
Estaba preparando el inminente rodaje de Posible y había quedado en esas oficinas para hablar con Javier R de algún ensayo. Entonces apareció con un amigo suyo de la infancia, David, que era músico y estaba interesado en hacer música para nuestros cortometrajes, películas, etc. No tenía ninguna experiencia al respecto (más allá de su formación clásica en viola y algunas bandas de indie en las que colaboraba) pero se mostraba también ilusionado en poder trabajar con esa panda de guerrilleros del audiovisual. Recuerdo que era muy delgado, llevaba el pelo corto (luego le conocí diferentes tipos de melenas y rapados) vestía vaqueros y una camisa de manga corta tejana y tenía una gran sonrisa en su rostro imberbe. Intercambiamos palabras y buenos deseos de cara a colaboraciones, pero no volvimos a saber el uno del otro, aunque esa complicidad imposible de describir en palabras ya estaba haciendo su trabajo en los dos.
Un día, casualidades de la vida, nos encontramos en el Work Center de San Bernardo. Yo había trabajado allí durante una pequeña temporada y me acerqué para rodar algunos planos aprovechando la nocturnidad y alevosía que me permitían mis antiguos compañeros. Entonces me lo encontré ahí, ya que era su primer día (bueno, en realidad era el turno de noche, el mismo que hice yo) y le recordé nuestro encuentro en la productora. Esta vez iba vestido con el uniforme típico que llevábamos los empleados de Work Center (camisa azul claro, corbata, vaqueros, delantal) y una compañera le estaba dando las mismas instrucciones que me dieron a mí al empezar a trabajar en la empresa. Se le veía todavía un poco desubicado, por el trabajo en sí y por el horario, pero se acordaba de mí y yo le dije, sin pensarlo, que había pensado en él (mentira, surgió cuando me lo encontré allí) para que hiciera la banda sonora de esta película que estaba rodando.
Más adelante seguimos quedando para pasarle un CD con las canciones que me servían de inspiración, comentar ideas y, en general, hablar más de la vida, los trabajos precarios y de las musas reales y proyectadas que de la película en sí. Me pareció una persona amable, con un gusto exclusivo por la calidad, de gran sensibilidad artística, generoso y abierto. Conectamos con bastante facilidad, sobre todo por un sentido del humor muy parecido y una manera particular de entender las relaciones personales.
Al final hicimos la banda sonora de la película en un proceso bastante largo, ya que también se incluyó el doblaje y el diseño de sonido (un reto para primerizos) pero esa experiencia nos unió para toda la vida. Muchas veces hablamos de Posible como un hito importante, no a nivel creativo, sino como un punto de unión de amistades y recuerdos asociados a aquellos años que nos han marcado. Después hemos seguido colaborando y ha puesto la música de algunos proyectos míos y de otros amigos. I incluso grabé un cortometraje que él protagonizó, rodado en casa de una abuela suya que acababa de fallecer.
Pero, más allá de las derivas creativas que hemos tomado a lo largo de estos años y los posteriores desencantos profesionales, la amistad siempre ha estado presente. En mis distancias y las suyas, siempre nos hemos encontrado como si fuéramos un lugar de reflexión y cobijo de nuestras peripecias vitales más o menos afortunadas. Por ejemplo, estando yo en Praga hace 14 años, tuve una experiencia sentimental volcánica digna de alguna escena a medio camino entre Woody Allen y Abel Ferrara. En la resaca de aquello escribí a David y me respondió con un mail rápido pero necesario para animarme. Sobre todo, me dejó como recado escuchar atentamente un disco de Neil Young. Estas fueron sus palabras:
"Are you passionate?, en concreto el tema que da nombre al disco, me parece una declaración de principios. Cuando dejo que la fuerza de gravedad -entonces David montaba en longboard- y la inercia me permite rodar en la cuesta de Moyano, con El Ángel caído vigilándome a lo lejos, si cierro los ojos tan solo por un momento puedo imaginar que el ruido del viento y de las ruedas son el rugido del mar. Más abajo me espera otro fragmento de bajada que vigila otra figura que es digna de mención, Pío Baroja, presidiendo la cuesta de los libreros. Me gusta imaginar que mientras disfruto del sol, de la mañana, del aire, él, dentro de su cabeza de bronce, piensa en otra novela como La busca, en el Madrid de hoy, en cómo una persona como yo hace diferentes cosas y es varios personajes a la vez... Mientras, el Sr. Young, siempre Young, me pregunta con su voz entre angelical y vieja: Are you passionate? Are you livin' like you talk? Fantástico, fantástico... No quiero jamás dejar de sentir la inercia de la vida, te lleva donde tú quieres; elige el vehículo, and you ride the wave!!! Keep on!
El tiempo pasa y desde entonces siempre he tenido presente ese tema de Neil Young, ese mensaje, la conversación posterior por Skype, en algunos momentos puntuales de la vida. Esa pregunta surge cuando cree uno que actuó inadecuadamente en tal o cual momento. La honestidad de quien entiende la vida como es, es decir, como una oportunidad, un escenario donde surfeamos en su inercia para descubrir todos sus rincones. A veces para perdemos y otras para encontrar un paraíso. Y otra vez la inercia. Siempre adelante.
Esta mañana hablé con él por teléfono. Lleva una temporada en Berlin, con sus cámaras de fotos, su novia veinteañera y sus riñones enfermos. Ha estado unas semanas viviendo en sus carnes algo desagradable y, después de un tiempo sin noticias suyas, esa llamada nos volvió a conectar con todo lo que hemos construido estos años. Su voz en realidad habla mucho de mí, de nosotros, de todo lo que compartimos y no quiero perder, Mr. Passionate. Del tiempo que se nos escapa y los zarpazos de la fragilidad de esta nube de existencia, de los amigos comunes que van alejándose pero siguen llamando nuestra atención, de la melodía de juventud perenne que todavía suena en su eco cada amanecer. Solo espero que nos volvamos a encontrar dentro de poco y, después de un abrazo, agradecerle que sea parte de mi vida mientras hablamos de todo aquello que nos une y, a la vez, aleja de la locura de la cotidianidad.