Revista Diario

Uno de mis cuentos: Alain, el abejorro

Por Bergeronnette @martikasprez
Os dejo uno de mis cuentos, lo escribí el 14 de julio de 2005. Espero que os guste.
Uno de mis cuentos: Alain, el abejorro Lo que aconteció esta mañana, no es mentira, pero tampoco es verdad. Pudo ser real, o sólo un sueño. A ustedes, lectores, les toca juzgar.
No sería más tarde de las siete de la mañana, cuando escuché una acalorada discusión que entraba por las ventanas abiertas de mi habitación. Éstas, que dan a un amplio jardín, lleno de flores y árboles frutales, habían quedado abiertas, para dejar pasar algo del frescor de la noche. Me acerqué a ella, para poder ver quiénes eran los que discutían, y también para escuchar mejor el motivo de la disputa.
Cuál fue mi sorpresa al ver que un abejorro, y un ciempiés estaban hablando a gritos, entre las hierbas altas de mi jardín, sin importarles la temprana hora.
¿El motivo de su disputa?, se preguntarán ustedes, sí, lo acertaron. Tenía que ver con la conquista de una bella dama. Y ésta no era, ni más ni menos, que una bonita mariposa que había nacido esa misma mañana, con los primeros rayos del Sol, y que revoloteaba, ajena a todo, entre las flores rojas y blancas.
El ciempiés defendía con enfurecido carácter que su apasionado baile con botines de color verde conseguiría seducir a la bella dama. No era en vano, -explicaba- que la naturaleza le había dotado de tantos pies, si no era para embelesar con sus taconeos a las señoritas. Además, defendía que él nunca se cansaba, que si, por algún casual, la mariposa quería dar una vuelta, y llegar hasta el próximo río, él sería capaz de recorrer cien caminos para guiarla.
-“Bah, bah!”, exclamaba el abejorro. “¿Eso es todo?”, decía con aclarado desdén. Cómo puedes enamorar a esa damisela de bellas alas coloridas sin música, ¿qué es la danza sin la música? Sin embargo, escucha mis zumbidos...”
Y el abejorro, dando vueltas sobre sí mismo, batía las alas, para soltar un zumbido persistente y melódico. Además, -continuó diciendo-, me río yo de tantos pies, seguro que terminas tropezando, y cayéndote. Yo, si quisiera que ella conociera el agua del río, para que pudiera contemplar su belleza en sus reflejos, formaría una hilera de luciérnagas, para que iluminaran todo el camino, hasta llegar.
-“Alain, por favor, ¡pero si es de día! Yo sería un mejor guía, conozco cada rincón de este espacio, cada piedra del camino, y hasta el tramo que me costaría para llegar hasta el río. Podría llevar en cada uno de mis pies, una flor atada para que se entretuviera con el perfume. Verás fanfarrón, como ella agradece este detalle.”
-“Oh, Dedal, no seas fantasioso, ella tiene alas como yo, y lo más normal es que prefiera mi dulce compañía por los aires, que bajar hasta la tierra, para evitar ser pisada por tantas patas.”
Os aseguro que esa discusión se extendió durante largas horas, cada uno daba razones por las cuales la mariposa debía estar con algunos de ellos dos, pero tan enfrascados estaban con ellas, que no se dieron cuenta que el día iba pasando, y que las mariposas, lamentablemente, viven un solo día.

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