La última semana de noviembre fue la semana Europea de la Prevención de Residuos, en la que se pretende concienciar a toda la Sociedad para que aprendan a reducir, reutilizar y reciclar, es decir llevar a cabo lo que se conoce como las 3R. Así se pretende que cualquier ciudadano de a pie, sea consciente que todo, absolutamente todo después de la vida útil que supuestamente daba por finalizada su temporalidad, se le puede alargar más su tiempo y quien sabe si para otros usos alejados de la finalidad para la cual fue fabricado.
En mi recorrido por el mercado de las pulgas, en el Paseo de Sant Joan de Barcelona, pude comprobar la disparidad de estands en los que el reciclaje y la reutilización, tomaban cuerpo. Así, se vieron puestos en los que se ponían a la venta prendas de vestir, antiguedades, cabezas de muñecas bebes convertidas en maceteros cars de excalestrics movidos con la energía del pedaleo, cochecitos para niño a partir de viejas bicicletas o palets como objetos decorativos por nombrar tan solo unos cuantos.
También vi con asombro que habían juegos de habilidad para los más pequeños, que utilizaban viejas piezas recicladas provenientes de bicicletas. Así las ruedas, se podían convertir en poleas, o los guardabarros en carriles en los que guiar bolas para encajarlas en otro lugar. En definitiva juegos muy adictivos, para los pequeños (y también para los padres).
Quizá esto nos ha de empujar a una reflexión, si debemos de retornar un poco hacia el pasado, en el que nuestros abuelos, en una época de hambre, jugaban con una cuerda, un trozo de madera, unos corchos que simulaban cuatro ruedas y con esto se imaginaban que conducían un camión. Eran, sin duda otros tiempos. Ahora, no tenemos tanta pobreza, ni hemos atravesado una guerra civil. Pero estamos también en una época en la que nos enfrentamos a otra crisis, la del medio ambiente y la económica. De la primera, es difícil poder dar marcha atrás, tan solo mitigar los efectos o retrasarlos. Es de la segunda donde debemos de tomar conciencia puesto que con pocos elementos podemos hacer felices a los más pequeños de la casa.
En una época tan especial como la que nos encontramos, echemos un vistazo a lo que tenemos, lo que realmente necesitamos y seamos conscientes que la felicidad pocas veces se encuentra en el coste o valor material de los objetos sino en el cariño con el que los hemos fabricado con nuestras propias manos y regalamos para el disfrute de nuestros seres queridos y amigos.
[fotos: autor de las fotos Paco Nebot]