El pasado sábado tuvo lugar el Congreso Extraordinario de Unión Progreso y Democracia (UPyD) en el que se votó la candidatura que dirigiría el partido desde esa misma tarde. Fueron cuatro las iniciativas que cualquier afiliado pudo votar: Unidos por UPyD, encabezada por el abogado Andrés Herzog; Renovadores UPyD, dirigida por la periodista Irene Lozano; Refundación y Manifiesto (REMA), que tenía a Julián López como principal propulsor, y Alianza Magenta, cuya cabeza visible era José Antonio Rueda. Tras el escrutinio de los votos, UPyD hizo oficial el resultado: ganó la propuesta continuista liderada por Herzog. Pero, por encima de todo, ganó la democracia.
No podemos negar que el rumbo que está tomando el partido magenta, lejos de mejorar, es cada vez más delicado. La última encuesta de intención de voto, publicada por laSexta el mismo sábado, daba unos paupérrimos resultados a la formación, con un 0,2% de los apoyos de la ciudadanía. Poco a poco, el buque que construyera Rosa Díez en 2007 se va hundiendo en el mar tormentoso de este año electoral.
La misma Rosa Díez habló el sábado en el que fue su último discurso como portavoz del Consejo de Dirección de la formación, una alocución muy esperada por todos los allí presentes. Díez destacó que su partido ha hecho políticas “pensando en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones”, antes de valorar que han hecho “la verdadera revolución”, impregnando “la política de ilusión y sentido de Estado”. La veterana política defendió la labor del partido y su vigencia para el futuro pero, sobre todo, ha agradecido la labor de afiliados y simpatizantes. “He tenido el honor de representar a la mejor gente de España”, declaró. Muy emocionada, la hasta ahora portavoz del partido les pidió perdón si, en algún momento, les había ofendido personalmente “de palabra o de obra”.
Tras el discurso de la política vasca y de numerosas personas de la sociedad civil y de afiliados al propio partido, la Comisión Electoral de la formación dio a conocer los resultados de la votación. Con el 43% de los votos, Andrés Herzog (Unidos por UPyD) se convirtió en el elegido por las bases de la asociación para sacarla adelante. Herzog, muy criticado por gran parte de la afiliación magenta, salió con el rostro triunfante de quien se cree apoyado por una mayoría, pero realmente no es así. Solo ha conseguido un 3% más de apoyo que la candidatura encabezada por Irene Lozano.
Herzog lo sabía y su discurso se encaminó a tender una mano a las otras candidaturas y a los afiliados que no le dieron su apoyo (más de la mitad de los que participaron). “Hay muchas cosas por hacer”, explicó antes de añadir que “los enemigos no están en esta sala”. Unas declaraciones muy controvertidas, puesto que ha sido el candidato más beligerante con el resto de rivales. “Estemos juntos, salgamos unidos, cojamos impulso y salgamos ahí fuera a defender nuestras ideas y a recuperar la ilusión por nuestro proyecto político”, defendió el vencedor.
El abogado, que es la cara de la acción judicial del partido contra Bankia y Caja Madrid, está preparado para enfrentarse a los tribunales y a la fiscalía pero no está tan claro que lo esté para hacerlo contra los rivales políticos de UPyD. No tiene don para la palabra, con constantes muletillas que enturbian sus discursos, ni simpatía por la prensa, lo que le hace prácticamente un desconocido para la opinión pública. Precisamente, lo que se buscaba resolver con estas elecciones: la imagen del partido en los medios.
Aun así y por encima de todo esto, está la lección que ha dado Unión Progreso y Democracia este fin de semana. Una lección que sirve para reivindicar la verdadera democracia por la que se deben regir todas las formaciones políticas que, al fin y al cabo, están al servicio de la ciudadanía. UPyD se ha visto inmersa en un proceso electoral en el que cualquier afiliado podía presentar una candidatura de cara a dirigir el partido, sin avales. Además, cualquier afiliado podía votar en las mismas condiciones que las grandes caras visibles por su candidatura preferida. Sin embargo, menos de la mitad de los llamados a votar lo han hecho (un escaso 47% de participación). Y, sinceramente, no lo entiendo. Se tiene la oportunidad de elegir qué rumbo va a coger el partido; se tiene la oportunidad de elegir quién puede sacar al partido adelante y volver a situarlo en la escena política nacional. Pero, sobre todo, se tiene la oportunidad de hacer algo que es imposible en el resto de partidos: elegir, de igual a igual, al candidato que quieren que les represente.
El PSOE eligió, supuestamente, a su candidato a Moncloa de forma democrática. Lo cierto fue que ningún candidato que no fuera Pedro Sánchez consiguió el apoyo necesario para poder hacerle frente (sí, los famosos avales). Lo mismo ocurrió en el supuesto partido de la renovación sensata: Ciudadanos. Albert Rivera fue escogido como candidato para presidir el Gobierno de España con un 95% de los avales de los casi 3.000 afiliados del partido naranja (se requería un 5% de los avales para poder ser candidato). Lo mismo se puede decir de Podemos que, aunque todavía no ha nombrado a su candidato, sí que ha recibido críticas, desde dentro del propio partido, por el sistema de elección escogido por el líder supremo de la formación: Pablo Iglesias.
Por ello, y aunque se haya votado la propia destrucción de la formación, no puedo sino sentir orgullo de UPyD. Un partido que, inmerso como está en una preocupante crisis interna y de resultados, ha sabido dar la cara y henchir su pecho ante el resto de formaciones políticas, aleccionándolas y recordándoles quién es el verdadero destinatario de la política: el ciudadano.