Revista Opinión
La creciente decepción de los ciudadanos demócratas y de las clases medias que votaron al PP en las anteriores elecciones y la constatación de que Rajoy y su equipo no tienen interés alguno en cumplir sus promesas electorales, en regenerar la vida política española y reforzar la democracia reconduce un torrente creciente de simpatías y adhesiones hacia UPyD, un partido que puede convertirse en la gran sorpresa de las próximas citas electorales.
Los votantes de la izquierda están ya lo bastante decepcionados con el PSOE como para no votarlos en muchos años y la realidad cotidiana se encargará de acentuar ese rechazo a los socialistas, a medida que vayan conociéndose tropelías y desmanes del gobierno de Zapatero y de sus adláteres socialistas, como los recientes escándalos andaluces que revelan que un director general de la Junta compró cocaína con dinero público..
Pero la sorpresa está siendo el vertiginoso deterioro de los votantes del PP ante las actuaciones de los suyos, decepcionantes, frustrantes y dolorosas. El rechazo al PP se extiende como una mancha de aceite, que todavía es pequeña pero que resulta ya imparable y que crecerá a un ritmo exponecial. El rechazo no se debe tanto a las injustas medidas de recortes, a las subidas de impuestos o al olvido de las promesas electorales, como a los compadreos y amistades corporativas exhibidas con el PSOE, a cuyo gobierno derrotado, con Zapatero a la cabeza, han condecorado, ante la sorpresa de millones de ciudadanos, que esperaban justo lo contrario: que se les investigara y sentara ante la Justicia, para que paguen sus errores, abusos, estragos y desmanes.
Pero lo que más intensamente está frustrando y provocando rechazo entre los votantes del PP es la nula voluntad demostrada por el nuevo gobierno de regenerar la vida política española, cuando esa fue, junto con el deseo de que la economía se reactivara, la clave de la victoria de Rajoy.
Las alabanzas a Zapatero, la posterior afirmación de Rajoy de que no pediría cuenta a sus predecesores y, sobre todo, la condecoración del peor presidente de un gobierno español desde Fernando VII, sin que nada se hable de la enorme responsabilidad adquirtida ante el pueblo español arruinado por los que han despilfarrado sin freno, engordado el Estado para acoger a sus familiares y amigos, desvalijado las cajas de ahorro y enriquecido en la política sin poder justificarlo, además de otras "fechorías" como la arbitrariedad en la concesión de subvenciones y muchos casos concretos de corrupción probada, están generando en la sociedad española una frustración, acompañada de nauseas, inédita por su intensidad, que se agrega a la ya acumulada en el nefasto periodo de Zapatero.
La subida desmesurada de impuestos, cuando habían prometido bajarlos, sin restar privilegios a la casta política y manteniendo, casi en su totalidad, las cuantiosas subvenciones a los partidos políticos, han terminado de colmar el vaso que llevará al PP hasta su profunda decadencia, pérdida de apoyo popular y posterior derrota.
Ante ese bloqueo por la izquierda y por la derecha, que impide a los demócratas, a los españoles decentes y a los sedientos de cambios éticos votar a los dos grandes partidos, emerge UPyD como la única opción asumible. El partido de Rosa Diéz ha multiplicado sus votos en las últimos elecciones generales, pero fue perjudicado por la marea de apoyo al PP, una marea que, al disiparse a pasos agigantados, reportará muchos votos a UPyD y premiará al único partido que parece creer en la regeneración ética y en las reformas profundas que necesita España para salir de la pocilga pestilente que ha construido el bipartidismo.
El primer capítulo del "sprint" de UPyD se verá pronto en las elecciones andaluzas, donde la política de Rajoy está poniendo en serio peligro el hasta hace poco seguro triunfo de Javier Arenas.
Los votantes de la izquierda están ya lo bastante decepcionados con el PSOE como para no votarlos en muchos años y la realidad cotidiana se encargará de acentuar ese rechazo a los socialistas, a medida que vayan conociéndose tropelías y desmanes del gobierno de Zapatero y de sus adláteres socialistas, como los recientes escándalos andaluces que revelan que un director general de la Junta compró cocaína con dinero público..
Pero la sorpresa está siendo el vertiginoso deterioro de los votantes del PP ante las actuaciones de los suyos, decepcionantes, frustrantes y dolorosas. El rechazo al PP se extiende como una mancha de aceite, que todavía es pequeña pero que resulta ya imparable y que crecerá a un ritmo exponecial. El rechazo no se debe tanto a las injustas medidas de recortes, a las subidas de impuestos o al olvido de las promesas electorales, como a los compadreos y amistades corporativas exhibidas con el PSOE, a cuyo gobierno derrotado, con Zapatero a la cabeza, han condecorado, ante la sorpresa de millones de ciudadanos, que esperaban justo lo contrario: que se les investigara y sentara ante la Justicia, para que paguen sus errores, abusos, estragos y desmanes.
Pero lo que más intensamente está frustrando y provocando rechazo entre los votantes del PP es la nula voluntad demostrada por el nuevo gobierno de regenerar la vida política española, cuando esa fue, junto con el deseo de que la economía se reactivara, la clave de la victoria de Rajoy.
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La subida desmesurada de impuestos, cuando habían prometido bajarlos, sin restar privilegios a la casta política y manteniendo, casi en su totalidad, las cuantiosas subvenciones a los partidos políticos, han terminado de colmar el vaso que llevará al PP hasta su profunda decadencia, pérdida de apoyo popular y posterior derrota.
Ante ese bloqueo por la izquierda y por la derecha, que impide a los demócratas, a los españoles decentes y a los sedientos de cambios éticos votar a los dos grandes partidos, emerge UPyD como la única opción asumible. El partido de Rosa Diéz ha multiplicado sus votos en las últimos elecciones generales, pero fue perjudicado por la marea de apoyo al PP, una marea que, al disiparse a pasos agigantados, reportará muchos votos a UPyD y premiará al único partido que parece creer en la regeneración ética y en las reformas profundas que necesita España para salir de la pocilga pestilente que ha construido el bipartidismo.
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