El Islam implicó desde sus orígenes la aparición de nuevos modelos de urbanismo y de ciudad, en franco contraste con los precedentes grecorromanos
El Islam, más allá de su primer sentido o carácter (religioso), se presentaría desde el principio como una umma, una "comunidad de todos los creyentes", algo que en la práctica suponía el surgimiento de una comunidad humana de nuevo cuño, que trataría de disolver -a menudo con poco éxito- los lazos tradicionales basados en la familia, el linaje o la tribu. Pero no consideró necesario desarrollar algún otro concepto basado en el hecho de la vecindad, requisito indispensable e inevitable en cualquier entorno urbanizado.
De hecho, cuando aparecieron los primeros funcionarios estatales en el Islam, éstos no representaban a los ciudadanos en el sentido clásico u occidental del término -esto es, como miembros de pleno derecho de la polisgriega, o la civitas romana-, ni emanaba su autoridad de la del señor, sino que eran expresión y necesidad de los únicos preceptos legales en el mundo musulmán: los emanados de la interpretación del sagrado Corán.
Conceptos clave del urbanismo islámico
La mezquita aljama (mezquita mayor) se convertiría, desde el primer momento, en la manifestación específica más clara de la comunidad islámica, y, por tanto, en el centro absoluto de la ciudad, único vínculo primario entre sus habitantes, en torno al cual se dispondrían las restantes funciones urbanas.
La inexistencia a priori de legislación municipal se manifestó, como principio de desorden formal, en la carencia de reglamentaciones que defendiesen lo público frente a lo privado, que siempre prevaleció. Así, el arte urbano que la ciudad antigua había adoptado como expresión del concepto de polisse acabó disipando o perdiendo. Las ideas de trazado regular, perspectiva, continuidad, proporcionalidad, concatenación clara de espacios públicos, carecían de sentido real en la medina árabe e islámica, auténtico epítome del desarrollo orgánico y circunstanciado, plasmado en trazados laberínticos e irregulares, con calles de tamaños desiguales, callejones estrechos y retorcidos, algunos sin salida, y frecuentemente nacidos como fruto de la improvisación o las necesidades del momento.
A veces, algunas calles de las ciudades antiguas anexionadas por los musulmanes lograban quedar intactas, o sufrían sólo modificaciones muy leves, al integrarse en el nuevo esquema islámico. Pero no sucedía lo mismo en el caso de las plazas ni los límites urbanos (murallas); la extensión de la ciudad mediante nuevas calles y viviendas generalmente conllevaba la desaparición de las alineaciones primitivas, o la ocupación de los espacios abiertos. Resulta relativamente fácil distinguir las zonas islamizadas de una ciudad de su ampliación islámica, cuya autonomía formal corrió pareja de la funcional, pues salvo la obligación religiosa de asistir el viernes a la única aljama, el resto de las funciones se repetían tal cual en cada arrabal de la medina.
Quien se salga de las rutas más turísticas y se interne, aunque sea muy poco, en el verdadero Toledo que no tiene tiendas de souvenir, podrá recibir una clase magistral de cómo entendían los musulmanes la ciudad.
Lo primero que se encontrará será con el ladrillo, el material por excelencia, que se dejará a la vista o se enlucirá. Después, y aunque permanezca medio oculto, pronto podrá saber, mirando acaso por una puerta entornada, en donde reside el origen de lo urbano: el patio.
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Estos patios toledanos no son los esplendorosos jardines cordobeses o sevillanos, pero en ellos está el secreto de todo. Pues ellos son el origen de la casa, su lugar de paso y convivencia; la entrada de luz pero, también, la protección frente a los tórridos veranos.
Sus orígenes se encuentran muy probablemente en el mundo grecorromano, sus hortus conclusus que se desarrollaban en atrios y peristilos.
A ellos se unen la exigencia de intimidad de la sociedad islámica. La casa es tu santuario, dirá el Corán. Un santuario cerrado a las miradas exteriores que tiene en el patio su máxima expresión.
En torno a él se edificará la casa de habitaciones amplias, muchas veces divididas por medio de cortinajes, como aún puede verse en el Taller del Moro
Si salimos a las calles nos encontraremos con un tejido urbano denso en el que es difícil orientarse.
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Estrechas y poco rectilíneas por un motivo religioso (Chueca Gotilla habla que, al contrario del mundo clásico, en el Islam la casa precede a la ciudad, y será su organización la que genere la calle)o por otro puramente histórico(Garcinuño habla de un plano mucho más regular en su primer momento que posteriormente se va volviendo anárquico debido a las herencias y particiones que obligan a dar entrada a nuevas casa y van generando esos adarbes cerrados)
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Adarbe
Junto a todo ello la ciudad islámica tiene una fuerte importancia climática. Estas calles estrechas (a menudo entoldadas) eran la mejor protección contra el calor. De la misma manera, los cobertizos que la cruzan de lado a lado (ampliando el espacio habitacional y uniendo casas fruto de matrimonios) permiten una penumbra llena de frescor.
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A mitad de camino entre la intimidad y la protección ante el calor se encuentran las ventanas (a veces sobresaliendo en el muro, ajimeces) cubiertas de celosías que permiten ver sin ser visto
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Para completar el urbanismo islámico puedes consultar en este mismo blog,el zoco islámico
Fuentes: http://seordelbiombo.blogspot.com.es/2011/12/el-urbanismo-islamico-toledo-como.htmlhttp://pelicanoenelpirineu.blogspot.com.es/2012/05/urbanismo-islamico-medieval-sus-claves.html
Revista Cultura y Ocio
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