Al parecer, el Sr. Urdangarían, era responsble de otra institución: La Fundación Deporte, Cultura e Integración Social (Fdcis) –que había ayudado a crear el conde de Fontao, el asesor del Rey– y que iba a servir para intentar que los niños discapacitados y excluidos tuvieran una vida mejor gracias al deporte.
Pues bien, de setecientos mil euros que recibió en ayudas, solo repartió para los verdaderamente necesitados, un 1.5%, es decir, unos 9.000 euros; el resto, a través de facturas interpuestas entre sus diversas sociedades y empresas, se volatilizó poco a poco, dejando sin las donaciones a chiquillos discapacitados.
La situación me recuerda a la vivida por el Sr. Roldán, al que hacíamos referencia hace escasas fechas en este espacio, cuando se fugó a Laos con la caja de los huérfanos de la Guardia Civil.
Si el Sr. Urdangarín no termina en la cárcel por sus fechorías, me haré defensor de la tercera república.