Arnaldo Musa .─ Como si ya fueran pocos, siguen llegando militares norteamericanos a Colombia, donde ya tienen su asiento en siete bases nominalmente colombianas que les endilgó un tratado en el 2009, concedido por el ultraderechista presidente, Álvaro Uribe, del que Juan Manuel Santos, actual mandatario, fuera su ministro de Defensa.
La comidilla de estos días en las redes de desinformación imperiales es considerar normal la invasión a Venezuela, principal objetivo de su plan de revivir la hegemónica Doctrina Monroe, que da vía libre a las intervenciones de Estados Unidos, en este caso para lograr el control del subcontinente.
Los rumores con asiento en certezas van desde una autoagresión colombiana en la frontera, hasta una invasión por tierra con todo tipo de elementos, incluidos mercenarios y terroristas paramilitares, que es lo mismo.
Todo está siendo antecedido por el virtual incumplimiento por el gobierno del acuerdo de paz que logró con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, cuyos miembros, luego de dejar las armas, están siendo asesinados, junto a centenares de activistas sociales, de derechos humanos y sindicales, en su mayoría campesinos, además de algunos aborígenes.
Lo realmente cierto es que, al igual que en Afganistán, Estados Unidos se comprometió a combatir el terrorismo y el narcotráfico, pero en ambos casos tales flagelos han ido en aumento, así como los ingresos derivados de ello, en el que los magnates norteamericanos se llevan la parte del león, sin jamás ser detenidos ni sujetos a sospecha, llegando a colaborar con el apresamiento y extradición de algunos jefes de cárteles que les son molestos.
Todo está de acuerdo con los designios del reciente y muy comentado viaje del subsecretario norteamericano de Estado Rex Tillerson, quien en su periplo por países con regímenes más cercanos (o genuflexos) a Estados Unidos, buscó un virtual apoyo en la deposición del gobierno de Nicolás Maduro.
Es sintomático como después de finalizar su viaje, la oposición que negociaba en Dominicana con el gobierno de Maduro se negó a firmar un compromiso para llegar a la ansiada paz y renuncia a la violencia -sí rubricado por Caracas- y sumó su complicidad con los grupos más violentos, santificando sabotajes a centros económicos y la intensificación de la guerra económica.
En este contexto estuvieron comprendidas las explosiones ocurridas en pleno Carnaval de la ciudad de Oruro, Bolivia, cuyo gobierno es solidario con el gobierno venezolano y mantiene una consecuente actitud antimperialista.
Entretanto, han sido reforzadas las guarniciones de las bases empleadas por Estados Unido en Colombia: Malambo, Atlántico; Palanquero, en el Magdalena Medio; Apiay, en el Meta; las navales de Cartagena y el Pacífico; y ahora, el centro de entrenamiento de Tolemaida y la del Ejército de Larandia, en el Caquetá.
Bogotá ha tratado de explicar el porqué accedió a que EE.UU. hollara el territorio nacional, ponderando unas relaciones que calificó de exitosas, discurso que exhibió Uribe y que ahora se repite:
“Es en este contexto de respeto por la autodeterminación de los pueblos, que son inviolables; de respeto por los acuerdos internacionales, de agresiones globales como el terrorismo y el narcotráfico, que Colombia busca fortalecer una cooperación respetuosa y moderna con el pueblo y el Gobierno de los Estados Unidos; en donde solo los terroristas y narcotraficantes deben temer. Estamos convencidos que en la medida que seamos exitosos en esta noble lucha en Colombia, contra este flagelo universal, se contribuiría positivamente a la tranquilidad regional”.
Pero en este 2018 el narcotráfico está más pujante, la exportación de drogas se ha elevado a números insospechados, el terrorismo campea por sus respetos, el ejército no sólo no hace nada por obstruir a los paramilitares, sino que los protege cuando invaden territorio abandonado por la guerrilla de las FARC y asesinan a campesinos e indígenas y sus líderes.
Por lo pronto, Venezuela se mantiene firme en espera de un posible zarpazo que podría surgir en la frontera con Colombia, en tanto el pueblo se ha unido para luchar en el frente electoral, contra la oposición recalcitrante y los sabotajes que atentan cintra su calidad de vida y la vida misma.
Parece una pesadilla, pero todo es real y, lamentablemente, este “cuento” no se ha acabado y el peor puede estar por empezar.
CubaSí.cu