He pasado unos días en Nueva York (donde vive uno de mis hijos) y me he vuelto a parar a analizar la sociedad y la economía norteamericana, con los ojos curiosos del turista.
Por un lado me sigue admirando la capacidad de los norteamericanos para asimilarlo todo: culturas, lenguas, productos, modas, ideas… Al menos en Nueva York, es un hecho sorprendente y admirable. Ciudades como Barcelona, donde vivo, tratan de imitar a la Gran Manzana, al menos en eso.
Por otro lado me he vuelto a preguntar si la cultura del usar y tirar, que se resisten a abandonar, es sostenible. Abruma ver las calles de Nueva York con enormes montones de bolsas de basura cada día. El derroche en envases y bolsas para todo es evidente. Y no tiene sentido. Los propios americanos se empizan a sentir tímidamente culpables, y al menos de palabra se apuntan a la sostenibilidad, pero aún no se la creen de verdad.
En ese sentido la vieja Europa está muy por delante.