Tras haber dado en un post pasado algunas claves que deberían considerarse sobre la creación y la estructura de los títulos y subtítulos de una obra retomamos el tema ahora para ver cómo llevar lo antes dicho a la práctica. Dicho de otra manera: ya hemos visto cómo hacer que quede aparente la página del índice; ahora vamos a centrarnos en cómo hacer atractivo lo que en él se recoge a lo largo de la obra. Sin ningún tipo de cortapisa, pero con avisos de malas praxis que conviene tener en cuenta.
LA SINTAXIS DE LOS SUBTÍTULOS
(SUBTÍTULO DE RANGO 1)
Un subtítulo no es una oración. No se somete a las normas gramaticales del texto. Por ello no lleva punto final, entre otras cosas, como le pasa a otros elementos del libro que cumplen parecida función, como los pies de foto o de ilustración. Pero debe ser inteligible para el lector, así que cumple una labor sintáctica: es un grupo de palabras que deben transmitir el oportuno mensaje. Da igual si este mensaje es que, dentro del bloque [I. Los cetáceos], tenemos el [I.1. Los misticetos (las ballenas)], o si es que, en el capítulo [V. La herencia griega en la mitología romana: los fenómenos de trasposición y de adaptación], hay un epígrafe [A. La Eneida como conexión entre Grecia y Roma; el héroe griego como antecesor de los valores del ciudadano romano]. El lector debe sentirse guiado por los subtítulos, y estos deben darle la oportuna introducción al epígrafe.
También da igual si el mensaje es completo (del tipo «Capítulo V. Que narra las aventuras del bravo capitán Smith a la llegada a las Islas Reunión y los incidentes que tuvo con tres personas que allí habitaban») o no, como los más escuetos que expusimos antes. Ambos tipos no se deberían mezclar, a no ser de una manera apropiada (por ejemplo, en el ejemplo anterior, subtitulando «1. Monsieur La Chapelle», «2. Franchise», «3. Un sargento de granaderos»).
Lo que no es correcto es que un subtítulo se convierta en la primera oración del nuevo epígrafe, pues no le cabe esa función, ni siquiera cuando se componga como tal. Si el subtítulo es una oración completa, no podemos comenzar el texto enlazando con ella. Ahí va un ejemplo.
- La mejor manera de resolver un contencioso en el tráfico internacional
es el arbitraje
Ello es así sin duda porque aun sin ser una jurisdicción formal…
Esto es incorrecto, y debe evitarse. O sea, la sintaxis del subtítulo se queda en el propio subtítulo.
ORTOTIPOGRAFÍA DE TÍTULOS
(OTRO SUBTÍTULO DE RANGO 1)
Es una discusión interesante la que pretende solucionar si los títulos deben conservar las características ortotipográficas que hemos conferido al texto. Sobre todo, si queremos conservar la cursiva en palabras que en el propio texto sí la llevan.
En las últimas recomendaciones de la Real Academia sobre el uso de la cursiva se incluyen (y así aparece en las entradas correspondientes del Diccionario) los latinismos y extranjerismos de uso en español pero como transcripciones, no como adaptaciones ni asimilaciones al idioma. Se cumple así la labor de recoger la existencia y uso de estos términos (que es de lo que el Diccionario, al fin y a la postre, da fe) pero con aviso de barbarismo, sin que este término deba entenderse peyorativamente.
Esto supone que estos términos quedan excluidos del cumplimiento estricto de las normas de la Ortografía, y por eso el uso de la marca ortotipográfica cursiva es relevante, porque cuando la asimilación es completa esa exclusión desaparece. Es el caso de ‘referéndum’, y más exactamente de ‘referéndums’, término que durante mucho tiempo se aferró a su carácter latino, a pesar de su plena asimilación, y del que se defendió hace años hasta la extenuación que tuviera los plurales referenda, transcrito del latín, o se castellanizara por ‘referendos’, lo que no cuajó a pesar de que la Fundeu la considera la mejor opción.
Pues bien, si ello es así ¿debería respetarse en los títulos?
La definición gráfica de títulos y subtítulos depende de muchas cosas. De haber solo unos pocos, que abren siempre página, pensamos más en su diseño que en su engarce en el texto. De haber muchos niveles, pongamos seis, la preocupación se centra en la optimización del espacio, pues hacer reservas grandes de espacio para todos y cada uno de los niveles puede implicar desviaciones de muchas páginas en el resultado final, algo quizá no deseado por un editor. Muchos subniveles, además, exigen apurar los recursos a nuestro alcance, lo que puede implicar el uso de la cursiva entre ellos, si no queremos que el tamaño sea lo que marque la gradación. Por todo ello podríamos defender que sí, que podríamos respetar las cursivas en los títulos, teniendo cuidado de ejecutar la “inversa” cuando nos veamos obligados a usar la cursiva como una marca ortotipográfica de identificación de un nivel.
Sin embargo, ello no será exportable.
Para dejar esa impronta habrá que marcarla después de componer los títulos, con lo que tanto si copiamos su formato como si definimos tipográficamente el subtítulo en cuestión perderemos las excepciones marcadas. De igual manera, a la hora de exportar a maquetación también se perderán las excepciones, tanto se haga por importación de las características tipográficas tal cual como si hacemos una equivalencia con un tipo de párrafo creado ad hoc. Así, el respeto del criterio de la excepción hará necesario remitir una instrucción en tal sentido al responsable de composición y supondrá un incremento de la carga de trabajo. Quizá ahí convendría realizar el aviso y prepararse para explicar el alcance… o para negociar.
POR FIN, LA COMPOSICIÓN GRÁFICA
DE TÍTULOS Y SUBTÍTULOS
(ÚLTIMO TÍTULO DE RANGO 1)
Como en otras ocasiones he avisado, la creación de textos en un procesador de textos debe respetar ciertas normas para su exportación. Tanto si se quiere editar en el propio Word como si se enviará para su composición en un programa de maquetación como InDesign, los títulos y subtítulos deben componerse en mayúsculas y minúsculas, como si siempre fueran a visualizarse así. De este modo conservaremos esa información siempre, independientemente de la apariencia (del diseño) que se quiera dar a cada elemento en un momento determinado.
La utilidad que esto tiene en la exportación es muy evidente, y es fácil comprender que, al deshacer un texto escrito en mayúsculas, las únicas opciones que le quedan al maquetador son pasarlo todo a minúsculas, dejarlo como una oración (usando la mayúscula solo tras punto) o usar el método de titulación inglesa, poniendo cada palabra con inicial mayúscula (lo que en castellano es incorrecto).
Sin embargo, si componemos como texto podemos más adelante conferirle la apariencia adecuada.
VARIOS MÉTODOS DE DEFINICIÓN GRÁFICA
DE TÍTULOS Y SUBTÍTULOS
(SUBTÍTULO DE RANGO 2)
En un paper de apenas tres páginas con dos rangos de títulos donde la apariencia no es un requisito importante quizá podríamos optar sencillamente (si es que los estilos predefinidos por el programa no nos gustan) por definir el estilo del rango 1 la primera vez que aparece y copiar el formato (en la herramienta brocha de la pestaña Inicio) el resto, y hacer lo propio con el rango 2.
En documentos más complejos es bueno predefinir los estilos, y para ello podemos conformarnos con lo que se nos ofrece o modificarlo. Siempre podemos hacerlo desde abajo, creando estilo nuevos adaptados al trabajo que definiremos durante el proceso de creación (en este caso recuérdese que es más efectivo hacerlo como párrafo que como carácter porque nos generará los blancos por arriba y por abajo que resulten oportunos, ajenos a la interlínea general definida para el documento), pero es más sencillo usar los predefinidos y, si no nos cuadran, editarlos, para lo que bastará mantener el texto al que aplicamos el estilo resaltado y proceder en el menú a realizar los cambios que nos parezcan apropiados.
Sea como sea, la recomendación es siempre aplicar los estilos tras haber escrito en el estilo del texto (sea este el “normal” o sea otro que hayamos creado para la ocasión). Si queremos tener más control sobre el resultado de la maquetación según vamos componiendo para no tener que volver hacia atrás a realizar ajustes podemos escribir e inmediatamente aplicar el estilo clicando en la pestaña o aplicando el atajo de teclado que hayamos definido. Si el texto es macizo y no hay peligro de desajustes que exijan atención posterior, lo más rápido es realizar estos cambios con el documento terminado.