Un conocido catedrático e historiador, también metido en cruzadas políticas de índole, digamos, afines al nacional-sindicalismo, fue invitado a la Universidad de Oviedo a pronunciar una conferencia.
Presidía el acto el Rector, ya mayor, y suponemos que harto de aquellas ceremonias latosas. De todas formas consideró oportuno dar la palabra al conferenciante con unas palabras de introducción.
- Me complace presentarles a un joven catedrático, historiador según creo, y especialista…
Es aquí cuando se le va el santo al cielo. El orador espera en la tribuna.
- ¿En qué es usted especialista…?
Echa un vistazo a sus notas…
- ¿En qué es usted especialista, señor Montero?
La respuesta del señor Montero se produjo con todo el respeto y la modestia posibles:
- En la totalidad, señor Rector.
Santiago Montero Díaz
El aludido era Santiago Montero Díaz.
Un complejo personaje, capaz de escribir un tratado sobre el fascismo, ideología a la que era afín, y a la vez, de apoyar las movilizaciones de estudiantes de 1965, por lo que fue expulsado de su cátedra de la universidad, junto a otros ilustres de la época: Antonio Tovar, José María Valverde, Mariano Aguilar Navarro, José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo, estos tres últimos, a perpetuidad.
Lo que el bueno del Sr. Montero no sabía era que se iba a convertir en precursor de periodistillas con ínfulas, contertulios todólogos, directores hambrientos de medios, cantamañanas militantes, guanabís frustrados, famosetes metidos a sanadores, poseedores de la verdad de todo pelaje, vehementes revolucionarios, ofendidos reaccionarios, apocalípticos vocingleros, integrados soliviantados, estetas de todo signo y demás fauna que pontifica ex cátedra sin el más mínimo rubor.
La diferencia es que e Sr. Montero aplicaba, no sin cierta maestría, la ironía.
Vean un par de ejemplos a modo de muestra, y como colofón:
"Protagonizó anécdotas irónicas de valor incalculable. Por ejemplo, cuando, en una tertulia donde un famoso barman había sacado a relucir el nombre de Einstein, se dirigió a él llamándolo Montero a secas. 'Pronuncia usted bastante mal', le contestó, 'porque Einstein se pronuncia 'Ainstain', y Montero, señor Montero'.
Un buen día fue presentado por enésima vez a un ministro falangista, el cual, al saludarlo, le dijo que su nombre le sonaba mucho, aunque no sabía de qué. La respuesta del sutil profesor fue instantánea: 'También a mí me suena el suyo. ¿No toreó el domingo en Pamplona?'."*
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Bibliografía:
• Santiago Montero Díaz, historiador y maestro. Necrológica que le dedicó Antonio Fontán.
• Santiago Montero Díaz, en filosofia.org
• * Las anécdotas la cita Fernando Lázaro Carreter en uno de sus "dardos", el titulado "¿especialidad? generalista", publicado en El País, el 25 de agosto de 2002
• La ilustración está sacada de filosofia.org.
• También página en wikipedia, si lo desean.