Es más que interesante el acercamiento climático que Utama (Alejandro Loayza Grisi, 2022) plantea en su sencilla y directa historia. En el altiplano boliviano, una pareja de ancianos quechuas lleva años viviendo la misma vida cotidiana. Durante una sequía inusualmente larga, Virginio y su esposa Sisa se enfrentan a un dilema: resistir o ser derrotados por el entorno y el propio tiempo.
En el plano que abre la película, vemos a Virginio dirigirse hacia el horizonte de un mágico y melancólico amanecer. El vetusto hombre camina hacia él como quien camina hacia el infinito, sin prisa ni lugar de destino. Esa imagen, la que parece que nos va a mostrar el camino estético que llevará la cinta, no es más que una isla dentro del realismo y la aridez que marca el resto del relato. Casi podría apreciarse como una suerte de reencuentro fantasmal, de resistencia en el limbo, de un hombre y un lugar que ya no resisten al rápido y fugaz presente (casi como ese caminar de John Wayne en Centauros del desierto que compone el último plano de la obra maestra de John Ford).
De este modo, entramos de lleno en un tranquilo y reposado relato sobre la resistencia y la lucha ante modos de vida al borde de su extinción. Por un lado, debido al rápido avance de las tecnologías y el exilio de lo habitantes rurales a las grandes ciudades. Las pocas personas que resisten al campo, sus costumbres y su necesaria labor agraria y climática, se ven abocados a la soledad, el abandono y una cada vez más difícil supervivencia debido a los estragos del cambio climático.En una película donde la naturaleza reluce gris, es resplandeciente observar una conciencia tan reluciente sobre la necesidad de cambiar las cosas, sobre la importancia de comprender nuestras decisiones y nuestros destinos. A pesar de ser árido el paisaje, Loayza lo muestra con madurez y cariño, con el mismo que lo observa Virginio. Es ahí donde radica la importancia de una cinta que, en su necesaria propuesta, sabe compenetrar de manera perfecta a sus personajes y sus paisajes. Desde los rostros envejecidos y arrugados de los primerísimos primeros planos, hasta las grandes llanuras que los envuelven a la espera de una lluvia que no llega y que los aparta a la extinción.
En ese contexto, el cineasta novel decide introducir una metáfora paralela donde la muerte física de ese lugar acompaña también a la muerte física de su protagonista, o viceversa. A la vez que el altiplano boliviano sufre sus últimos latidos, Virginio avanza hacia una enfermedad sin solución, solo posible de curar o extender en el tiempo en las grandes ciudades. En ese dilema es donde implanta su autor una mirada fuerte y comprometida con las raíces y la pertenencia a un lugar y modo de vida, donde esa imagen inicial cobra, si se quiere, aun más sentido.Sin embargo, es una lástima que para ello tenga que acudir a ciertos lugares comunes y a unas decisiones de guion algo mecánicas y poco engrasadas. La aparición del nieto de la familia protagonista marca esa brecha generacional (el joven no sabe ni siquiera hablar el idioma que hablan sus abuelos) para verbalizar todo los problemas que en pantalla ya estamos observando solo con las imágenes. Lo diálogos resuenan de una manera demasiado literal y explicativa, así como los paralelismos con los que intenta Loayza mantener ese mágico conectar de Virginio y la naturaleza (un claro ejemplo es la explicación del halcón que va a morir a lo alto de la montaña, mismo camino al que en un momento parece querer recurrir él).
A pesar de que el personaje del nieto sea referencia de un camino importante para hacer visible la desconexión de nuestros tiempos con unos no tan lejanos, y con la posible reconciliación de estos, es desde su aparición cuando la película sufre de demasiada previsibilidad en todos sus apartados, así como en el final hacia el que se dirige.En cualquier caso, quedan instantes de belleza dentro de una ópera prima que puede acercar al cine boliviano a un público poco o nada acostumbrado a encontrarse de frente con una cinematografía y unos modos de vida tan desconocidos, así como a una sencilla pero contundente reflexión sobre los oscuros tiempos que se nos ciernen ante el ya palpable y, cada vez más claro e imparable cambio climático.
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- ##check## Lo bueno
- Su atenta mirada a los rostros y los paisajes.
La crítica al cambio climático que atraviesa la película. - ##times## Lo malo
- Unos actores que cuando hablan dejan a la vista sus deficiencias.
Un guion algo robusto, con varias metáforas demasiado poco sutiles y que dejan un amargo sabor de boca.
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- Ambientación 8.0
- Muy buena. Sabe sacar partido a su árido paisaje a través un cinemascope que vislumbra los últimos latidos de una tierra al borde de la desaparición y como sus personajes intentan sobrevivir en ella.
- Desarrollo de Personajes 6.0
- Es bastante previsible desde el minuto uno, aunque estén bien arquetipados para llevarlos hasta un círculo de conclusión más que coherente.
- Argumento / Guion 6.0
- Sencillo, directo. Se agradece que se acerque a donde casi nadie se ha acercado y que lo haga en el idioma de aquellos que lo viven. El punto de partida e idea son muy buenas, aunque todo suene demasiado mecánico en sus diálogos y su avance.
- Banda Sonora 6.0
- Correcta, aunque me hubiese gustado escuchar más silencio en algunos instantes.
- Entretenimiento 5.5
- Es una película de ritmo lento, pero su corta duración y su mensaje climático la hacen medianamente accesible.
- Montaje / Innovación técnica 6.0
- La innovación viene desde el punto de vista y el lugar que escoge para contar esta historia. El montaje tiene un equilibrio decente entre la lentitud de las vidas que refleja y el final agónico que les espera.
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- Puntuación Total 6.5 / 10






