Admito que hay muchísimas cosas que desconozco. Si bien además de escribir, estudiar piano, canto lírico, y algunas disciplinas más que me acercan a la música desde pequeño, debo reconocer que aún me quedan demasiadas cosas por descubrir, y una de ellas, sin ningunaduda, era Ute Lemper.
Una amiga me avisa que esta dama alemana se estaría presentando en el centro “Amijai” judío por segunda vez en la Argentina en estos días. Sin saber adónde me llevaban, hice exactamente eso: dejarme llevar; y como toda experiencia en la vida, uno nunca sabe dónde terminan los causes de un río.
Lunes por la noche, Templo de la comunidad Amijai, repleto de gente “distinguida” según el murmullo, y por supuesto, un ambiente distinto al de cualquier otro espectáculo de la gran ciudad. Aún no comprendía a quién estaba por escuchar y ver. Luego no hizo falta preguntar nada.
El escenario, despojado de todo, sólo mostraba al increíble bandoneonista Tito Castro y al pianista Werner Gierig. Ambos muy sobrios, apenas provistos de unas luces amarillentas, azuladas y violetas que se estaban reservando para la dama. De repente comienza la música, unos acordes, unas primeras notas –para nada tímidas- del gran y variado repertorio que luego escucharía. Y allí es cuando sale “Ella”, una mujer rubia, delgada como gacela, exquisita en sus terminaciones, de gestos largos, medidos, pensados. Nos mira a todos envuelta en subrillante vestido negro, escotado y generoso al mostrarnos su espalda interminable. Comienza a bailar, siempre elegante, mezcla de diva de Hollywood con la fuerza interpretativa de una cantante de tango, y allí es cuando ocurre la magia, donde todo termina de encajar, y no nos deja otra opción que escucharla y sostener sus notas con nuestra mirada.
Además de interpretar un repertorio variado desde Edith Piaf, Bertolt Brecht, George Geshwin hasta Piazzola, Jacques Brel, y canciones de su propia autoría, lo cuál no sólo habla de su ductilidad hacia la música en otros idiomas (además del alemán, el inglés, francés y para gran sorpresa, el español) sino que también tiene un manejo extraordinario de sus matices vocales, partiendo de un registro bajo hacia tonos medios y agudos, paseándose por distintas colocaciones y lugares de su extenso y melódico paladar.
La joya de la noche, además de su indiscutible don de anfitriona, llegó –luego de un aplauso sostenido del público- con la famosa canción Ne me quitte pas.
Al terminar se percibía una magia en el templo. Una energía pocas veces recibida, que sin duda alguna, tiene que ver con el talento, la honestidad, y por supuesto, con la pasión.
Agradecido por tan maravillosa noche, deseo recomendar de manera urgente, que escuchen a la maravillosa Ute Lemper en cualquiera de las canciones de su repertorio.
Reseñista invitado: Nicolás Manservigi
Ute Lemper con Tito Castro y Werner Gierig
Lunes 4 y martes 5
Templo de la Comunidad Amijal
Arribeños 2355 - 4784-1243