Autora: Teresa Martínez LazcanoFarmacéutica especialista de área.
INTRODUCCIÓN
La prescripción de fármacos fuera de las indicaciones recogidas en ficha técnica (“off-label”) es una práctica habitual en psiquiatría. Estudios publicados previamente indican que el 32,8% de los antipsicóticos clásicos y atípicos se utilizan en estas condiciones en patologías graves (1). Los estudios de utilización de medicamentos permiten obtener información de la terapéutica en la práctica clínica para identificar posibles problemas y desarrollar una intervención sobre los mismos. Actualmente, el ácido valproico (AVP) se prescribe ampliamente tanto como antiepiléptico como estabilizador del humor. En los pacientes ingresados en centros psiquiátricos de larga estancia el AVP se utiliza fuera de indicación en la mayoría de los pacientes y frecuentemente se asocia a efectos adversos como trombocitopenia(2). En el presente estudio se plantea evaluar su utilización en un hospital de referencia con una unidad de psiquiatría de agudos.MÉTODOSSe diseñó un estudio observacional prospectivo (julio-septiembre de 2.014) en el que se incluyeron todos los pacientes que recibieron al menos una dosis de AVP. Los datos se obtuvieron de la revisión de las historias clínicas y se recogieron los siguientes parámetros: número dehistoria clínica, unidad de ingreso, edad, sexo, fecha de ingreso, diagnósticoprincipal y asociados, tratamiento crónico o iniciado durante el ingreso e indicación o no por ficha técnica (se consideró que estaba indicado en los diagnósticos de epilepsia y trastorno bipolar; el trastorno esquizoafectivo se trató como una extensión de la indicación). También se recogieron al ingreso y al alta los siguientes datos si estaban disponibles: dosis expresadas en dosis diaria definida (DDD) del tanto del AVP como del resto de psicofármacos asociados, el resultado de los parámetros bioquímicos que se recomienda monitorizar según ficha técnica del AVP y de los niveles plasmáticos.Las variables cualitativas se expresaron en frecuencia y porcentaje. Las variables cuantitativas se expresaron mediante valores centrales (media y mediana), desviación típica, máximo y mínimo,RESULTADOSSe incluyeron 40 pacientes (27 hombres) con una edad media de 45±19 años. Por unidades, 22 pacientes (55%) ingresaron en psiquiatría y 18 (45%) en otros servicios, destacando neurología con 5 pacientes (12,5%).El AVP se utilizó en indicaciones aprobadas (3) en 22 pacientes: 14 (35%) diagnosticados de epilepsia y 8 (20%) con trastorno bipolar. Se incluyeron en la indicación extendida de trastorno esquizoafectivo 7 (17,5%). El 27,5% tenían prescrito AVP fuera de indicación: 4 (10%) por esquizofrenia y 7 (17,5%) por otros trastornos psiquiátricos como psicosis, alteraciones de conducta otrastorno de la personalidad.En 26 pacientes (65%)AVP era tratamiento habitual y en 14 (35%) se instauró durante el ingreso. Los nuevos tratamientos se prescribieron por los servicios de psiquiatría (12) y neurología (2) respectivamente; de éstos, en 8 pacientes (psiquiatía) la indicación fue “off-label” y en la mayoría de los casos (5), para tratar la esquizofrenia. Al alta, 37 pacientes continuaron con AVP y en 3 se suspendió: éstos eran pacientes del servicio de neurología diagnosticados de epilepsia que no lograban un control adecuado con AVP.La DDD de AVP es de 1.500 mg (4). La media de DDDs en los 26 pacientes que lo tenían prescrito como tratamiento habitual fue de 0,83 (0,13-1,67) y en los 37 pacientes con AVP al alta fue de 0,87 (0,13-1,67). En ambos casos, las dosis medias se encontraban dentro del rango de normalidad.Cuando se analizó el tratamiento farmacológico al ingreso, ningún paciente recibió monoterapia. El 95% tomaban 2 o más fármacos psicoactivos junto al AVP, siendo el número máximo de 7; al alta se obtuvieron los mismos resultados. Tras el análisis de las DDDs de los psicofármacos prescritos al alta y al ingreso se obtuvo una media de 3,10 (0,13-12,2) y 3,15 (0,15-11,2) respectivamente.Ningún paciente presentó alteraciones analíticas significativas relacionadas con la toma de AVP. En la mayoría de los casos, se realizó una determinación de plaquetas o transaminasas. Sin embargo, la determinación de amilasa se registró en menos del 30% de los pacientes y ninguna de amonio sérico.Los niveles plasmáticos de AVP tanto al ingreso como al alta estuvieron en rango: 62,70±17,85 y 72,5±21,28 mcg/ml respectivamente. Al ingreso 3 pacientes presentaban niveles infraterapéuticos; al alta 2 de ellos tenían niveles terapéuticos y el tercero estaba por debajo de rango.
DISCUSIONEn nuestro centro, el AVP se prescribió “off-label” (3) en el 27,5% de los casos, un porcentaje sensiblemente inferior al obtenido cuando se evaluó su uso en un centro psiquiátrico de crónicos (2), donde hasta el 76% de los pacientes tomaban AVP en condiciones “off-label”. Esta diferencia podría explicarse a que el presente estudio se realizó en un hospital de referencia, donde el 35% de los pacientes eran epilépticos y la mayoría de ellos continuaron con su pauta habitual durante el ingreso. También se deberíaseñalar que los pacientes ingresados en un centro psiquiátrico de crónicos podrían ser más refractarios al tratamiento estándar. En esta línea, otra diferencia a resaltar entre ambas poblaciones es que la DDD de AVP tanto al ingreso como al alta se encontró dentro de la normalidad, mientras que en el estudio previo (2) se obtuvo una media de 1,26.De los nuevos tratamientos, 12 fueron pacientes psiquiátricos, de los cuales 8 (66%) estaban fuera de indicación y en su mayoría para tratar la esquizofrenia. Actualmente no hay evidencia clara sobre el beneficio del AVP en pacientes esquizofrénicos (5)sin embargo, tal y como muestra nuestro estudio la mayoría de los nuevos tratamientos que se instauran son en condiciones “off-label” (que debería tener un carácter excepcional), en los que la eficacia clínica a largo plazo no ha sido suficientemente contrastada.La media de DDDs de fármacos psicoactivos era superior a la recomendada en las guías(6), algo habitual en la práctica clínica; una elevada caga antipsicótica podría contribuir a un aumento de la toxicidad, lo que obligaría a una estrecha monitorización.Ningún paciente presentó toxicidad relacionada con AVP. Pueden aparecer reacciones potencialmente graves como pancreatitis (3); en la mayoría de pacientes no se realizó un seguimiento de los niveles de amilasa y amonio, lo que retrasaría el diagnóstico. Los efectos neurológicos como sedación y confusión son comunes (3,7) y podrían enmascarar el diagnóstico diferencial de enfermedades psiquiátricas. A largo plazo puede aparecer osteoporosis y aumento del riesgo de fracturas (8)y se ha descrito un aumento del riesgo de suicido en pacientes tratados con antiepilépticos (7).Los niveles de AVP se encontraban en rango en la mayoría de los casos. Sin embargo, publicaciones recientes (7,8)indican que no existe correlación entre la concentración sérica y efecto terapéutico y sólo sería útil para identificar pacientes poco cumplidores o que puedan presentar toxicidad. Habría que seleccionar los pacientes candidatos a una monitorización de los niveles de AVP.En conclusión, la utilización de AVP “off-label” se encuentra ampliamente extendida. Se observa una tendencia a instaurar tratamientos con AVP que van a ser crónicos en indicaciones fuera de ficha técnica.No se debe obviar la falta de evidencia que apoye su uso así como la toxicidad a largo plazo, por lo que sería recomendable realizar un seguimiento adecuado. Asimismo, los pacientes con patologías psiquiátricas reciben tratamientos con otros psicofármacos que pueden aumentar el riesgo de eventos adversos.
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