Retrato de Jovellanos, por Francisco de Goya
En la presentación de este blog dice su autor que se declara hijo de la Ilustración, monárquico y socialdemócrata. Supongo que para algunos les sonará anticuado, caduco... Creo que se equivocan, pero dejémoslo así de momento.
Tenía pensado desde hace un tiempo dedicar una entrada a reflexionar sobre lo que el pensamiento ilustrado tuvo de relación con lo utópico, un tema, este, que me apasiona. Y lo que son las casualidades, justamente esta mañana, mientras voy en la guagua en busca de mi nieto más pequeño para acompañarlo al colegio con mi hija, llego al capítulo X del libro que estoy leyendo en estos momentos: la "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 4", de José Luis Abellán (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993) y me encuentro con que lleva casi el mismo título: "Ilustración y utopía", que pensada dar a la entrada de hoy.
Tengo claro que mis posibles reflexiones no estarán nunca a la altura de las del profesor Abellán así que voy a seguir algunas de las pautas que da este y dejar las que yo tenía pensadas para otra ocasión. En todo caso, y sobre "utopías", un asunto que ya he tratado anteriormente en el blog, les remito a mi entrada de noviembre del pasado año: "Sobre utopías y otras cosas...", que creo les resultará interesante.
La comenzaba con este párrafo que resume bastante bien mi pensamiento al respecto: "Utopía: palabra griega que significa "lugar que no existe"... Una buena amiga de muchos años con la que he compartido vida académica, estudios, intimidades, complicidades y muchas otras cosas, tenía la palabra "utopía" grabada a fuego en su corazón. Yo, no; me resulta imposible después de ver lo que las dos grandes utopías del pasado siglo, el fascismo y el comunismo le han hecho a la humanidad. A pesar de ello, pienso, como mi amiga, que no se puede vivir sin ella".
Efectivamente, no podemos vivir sin pensamiento utópico, pero tampoco podemos obviar el daño que cifrarlo todo a un futuro y un lugar que, posiblemente no existan y al que nunca vamos a llegar puede provocar. Así pues, un poco de sano escepticismo crítico ante la avalancha de utopismo desaforado que últimamente parece haberse apoderado de los españoles (secesiones territoriales, cambios de régimen político, abolición de sistemas socioeconómicos y felicidad a golpe de revoluciones varias) como panecea universal, creo que no viene mal.
Cita el profesor Abellán en su libro una carta del ilustrado español por antonomasia, Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) -a cuyo pensamiento y obras principales pueden acceder desde este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes- a otro ilustrado británico contemporáneo suyo, que pienso refleja bastante bien lo que quiero decir: "Jamás concurriré a sacrificar la generación presente por mejorar las futuras. Usted -dice a su interlocutor- aprueba el espíritu de rebelión; yo no: le desapruebo abiertamente, y estoy muy lejos de creer que lleve consigo el sello del mérito... Creo que una nación que se ilustra puede hacer grandes reformas sin sangre, y creo que para ilustrarse tampoco sea necesario la rebelión".
Dice Abellán al inicio del citado capítulo X: "Los ilustrados más típicos se hallaban todos animados por un profundo deseo de cambio, que es lo que originó el giro copernicano que desde entonces va a dar la cultura española. Ahora bien -dice-, un impulso de cambio total supone una meta ideal a la cual se aspira, y que en siglo XVIII no puede dejar de tener un carácter utópico". Y sigue diciendo: "El XVIII es el siglo de las utopías, y así aparece en Francia, donde el pensamiento ilustrado y enciclopedista se canaliza por vías utópicas: la entronización de la diosa Razón, la recuperación del estado de naturaleza, el mito del buen salvaje... Algunos de ellos -añade- tenían un olvidado origen español, como ocurría con el último citado; de ahí que España no pudiese permanecer al margen de semejante movimiento, si bien en nuestro país no culminó en un proceso revolucionario, como ocurrió en el vecino".
Unas páginas antes ha definido nuestro autor lo que significaba el término ilustrado a finales del siglo XVIII: "hombre que busca el progreso y la transformación de la sociedad, con una serie de rasgos muy típicos: tolerancia religiosa, sentido crítico respecto al pasado, optimismo frente al futuro, confianza en el poder de la razón, oposición a la autoridad eclesiástica y al poder tradicional de la Iglesia, interés por los problemas sociales y el desarrollo técnico de la sociedad, impulso hacia lo natural y valoración positiva de la experiencia, exaltación del progreso y del conocimiento...".
Termino la entrada con un poema de Jovellanos en el que se refleja muy claramente el contenido utópico y "presocialista" del pensamiento ilustrado y su profunda fé en una humanidad futura mejor, poema que figura en su "Respuesta a la epístola de Moratín":
El fatal nombrede propiedad, primero detestado,será por fin desconocido. ¡Infame,funesto nombre, fuente y sola causade tanto mal! Tú solo desterraste,con la concordia de los siglos de oro,sus inocentes y serenos días.
Nueva generación desde aquel puntola tierra cubrirá, entrambos mares;al franco, al negro etíope, al britanohermanos llamará, y el industriosochino dará, sin dolo ni interese,al transido lapón sus ricos dones.
Un solo pueblo entonces, una solay gran familia, unida por un solocomún idioma, habitará contentolos indivisos términos del mundo.
No más los campos de inocente sangreregados se verán, ni con horrendobramido, llamas y feroz tumultopor la ambición frenética turbados.
Todo será común; que ni la tierracon su sudor ablandara el colonopara un ingrato y orgulloso dueño.
Todo será común; será el trabajopensión sagrada para todos; todossu dulce fruto partirán contentos.
Una razón común, un solo, un mutuoamor los atarán con dulce lazos.
Una sola moral, un culto solo,en santa unión y caridad fundados,el nudo estrecharán, y en un solo himno,del Austro a los Triones resonando,la voz del hombre llevará hasta el cielola adoración del universo, a la altafuente de amor, al solo Autor de todo.
Explicado, espero, el por qué de "hijo de la Ilustración"; dejo lo de monárquico y socialdemócrata, quizá, para otro momento. Todo muy antiguo, sí; será la edad...
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt
Alegoría de la Sabiduría. Orihuela (Valencia)
Entrada núm. 1988[email protected]
http://harendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)