Recientemente leí un artículo en el que se desvelaban algunos consejos y recomendaciones sobre cómo trabajar menos y rendir más. Porque, al parecer, y contrariamente a lo que muchas personas piensan, más no es sinónimo de mejor. Vamos, que estar diez horas en el curro no significa ser un buen empleado.
En el mismo escrito se apuntaba que, según los expertos, estar más horas con la familia, los amigos, ver una película que nos guste o leer un buen libro, puede resultar muy productivo porque se alimenta el conocimiento, se recargan energías, uno se relaja y después tiene más iniciativa para desempeñar el trabajo diario.
En estos tiempos de crisis, en el que muchos empresarios se aprovechan para pagar menos a sus empleados, exigirles más horas y que realicen tareas adicionales que no les corresponden para evitar nuevas contrataciones, resulta utópico que alguien hable de medir esfuerzos, flexibilidad horaria, de discernir lo que es productivo y lo que no lo es para mejorar los resultados del trabajo, tener los objetivos claros y priorizar las tareas. Ni que hablar de lo que denominan “malos hábitos”, una mala costumbre que está relacionada con saber decir que no a tiempo.
Sobre todo esto último, que para algunos, más que una mala costumbre es, directamente, sinónimo de despido.