El 22 de julio de 2011, una bomba es explosionada por el terrorista ultraderechista Anders Breivik, en Oslo, a unos 40 kilómetros de la isla de Utoya, donde se celebra el campamento de verano de los jóvenes del Partido Laborista Noruego. Kaja y otros adolescentes que allí se encuentran, reciben, a cuentagotas, esta información que los mantiene preocupados y cuestionándose todo tipo de teorías y conspiraciones. Lo que ninguno de ellos se espera es que, en aquella pequeña y alejada isla, el mismo terrorista ha decidido continuar su recorrido de sangre y terror, desembarcando arma en mano para asesinar a cuantas más personas mejor.

Basado en los terroríficos hechos reales de la matanza de Utoya, donde durante 72 minutos, 77 personas fueron asesinadas y mas de 100 resultaron heridas, Erik Poppe decide, con bastantes agallas, reconstruir minuto a minuto, siguiendo a la joven Kaja, personaje ficticio creado para la película, aquel horror que refleja, sin duda, el mayor de los miedos de este siglo XXI, y casi de la historia en general: la oscura naturaleza del ser humano. Cámara en mano y en un único e impresionante plano secuencia, de virtuosismo a flor de piel, los espectadores somos expuestos, como uno mas de los jóvenes de la isla noruega, a la dureza, incomprensión y desesperación de una escapatoria sin salida.
“Utoya, 22 de julio”, podría denominarse como la película de terror de nuestra época, aquella que retrata el horror que nos puede asaltar a cualquiera, sin razones, sin previo aviso. La dureza y brutalidad de lo ocurrido, es traspasado a la pantalla con una tensión y frialdad de bisturí clínico. La isla de Utoya es una isla diminuta, como una caja de ratones, con apenas dos pequeñas construcciones humanas, y rodeada de agua helada, que hizo imposible cualquier intento de huida por parte de los allí presentes. Solo quedaba correr y esconderse detrás de los árboles y los desfiladeros, a la espera de una ayuda que tardó demasiado en llegar.
La película, en todo este sentido, es un mas que fiel espejo de lo que allí debió ocurrir. Erik Poppe no tiene miedo a frenarse en seco y mantenernos durante mas de veinte minutos con los personajes a ras de suelo, sin moverse, sin poder ver nada, solo guiándose por una banda sonora de disparos y gritos estremecedores. Una angustia inmersiva que el espectador siente a cada segundo, gracias, en gran parte, a un reparto que desprende una naturalidad deslumbrante (mención especial a la joven Andrea Berntzen, brutal en tan difícil cometido de mantener el nivel siendo seguida por la cámara en cada segundo de metraje). En definitiva, la película asfixia y deja al espectador extenuado, con el miedo en el cuerpo de que a cualquiera podría ocurrirnos tan terrible situación.

Ahora bien, a pesar de todos estos buenos puntos, uno no puede dejar de cuestionarse, moralmente, ciertos aspectos durante el visionado del filme… Por ejemplo, ¿es posible no caer en cierto morbo al desarrollar una película de este estilo, basada en hechos reales? Sentados en la butaca del cine, o en nuestra casa, nosotros, espectadores, somos testigos, y disfrutamos de la tensión creada por el cineasta, sin miedo a lo que pueda ocurrir. Podemos vivir en primera persona, pero sin peligro, y, por ende, participar lúdicamente de una intriga y sufrimiento ajeno, que en la realidad acabó con la vida de muchas personas. Esto viene acentuado, sobre todo, por un mal final que busca el impacto y que resulta un golpe de efecto demasiado artificial, dentro de un desarrollo, por otra parte, bastante fiel y respetuoso (la película aterroriza, pero no necesita enseñar apenas a su asesino para ello).
Adentrase en una película como “Utoya, 22 de julio”, es muy complicado. Es complicado como espectador, pero mas complicado como cineasta. Poppe consigue muchos aspectos realmente admirables, pero no puede abandonar, del todo, cierto morbo intrínseco en la idea de un filme que sigue segundo a segundo una matanza real. La diferencia, por ejemplo, con la excelente “Elephant”, de Gus Van Sant, recreación de la matanza perpetrada por dos adolescentes en el instituto Columbine, en 1999, es que allí, Van Sant, decide situarnos junto a las víctimas en el previo a lo sucedido, siguiendo la normalidad de un día cualquiera que se rompe de la forma más brutal, sin preverlo. De este modo, a pesar de que en los últimos minutos de “Elephant” somos testigos, mucho más directos que en “Utoya, 22 de julio”, del asesinato de 13 personas, la película no se centra en ello, si no en el terror que puede asomarse en la cotidianidad mas pura. “Utoya, 22 de julio”, también tiene algo de eso, en sus primeros 15 minutos, pero después comienza el suspense y la huida de unos jóvenes acechados por su asesino.

Tras este pequeño análisis, de dos películas enmarcadas en un mismo territorio, aunque con claras diferencias, solo queda decir que los planteamientos diferenciados de cada una también alzan el interés de las propuestas, que no son reflejos vacuos sin más. Por ello, es tan difícil calificar y hablar de una película como “Utoya, 22 de julio”, que te asfixia y aterroriza, que no puedes dejar de admirar en su construcción, pero que a la vez te hace cuestionarte tantas cosas de su cometido. No está vacía, es fiel y da miedo, pero también se guarda algún otro efecto en el bolsillo que desdibuja ciertos buenos aspectos. Es difícil tener una opinión cerrada a cal y canto sobre “Utoya, 22 de julio”. Es un filme controvertido, muy bueno en muchos momentos, pero que, sin duda, levantará cantidad de opiniones encontradas. Pero es por ello que, en su controversia, la película merece la pena ser vista. Ya después, que cada uno, decida que es lo que ha sentido con ella.
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- ##check## Lo bueno
- La cruda e impactante reconstrucción.
Los actores y el respeto hacia lo ocurrido. - ##times## Lo malo
- El golpe de efecto final, que oscurece el buen hacer de muchos de los puntos fieles del guion.
El cuestionamiento moral al que te lleva un filme de estas características.
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- Ambientación 8.0
- Espectacular. Reconstrucción mas que fiel. La caja de ratones que supuso Utoya, es aquí mostrada de la mejor y más cruda manera.
- Desarrollo de Personajes 7.0
- Muy bueno. Los personajes, en su mayoría, son muy cercanos y naturales. El desarrollo de su personaje principal, en esa escala de miedo y desesperación, está muy conseguido.
- Argumento / Guión 6.0
- Lo mas controvertido. Respetuosa y eficaz, aunque con un par de cartas y golpes de efecto en su final que no concuerdan con el resto de metraje. El morbo intrínseco de la propuesta puede hacerte cuestionar moralmente el filme en varias ocasiones.
- Banda Sonora 7.0
- Banda sonora de disparos y gritos que aterra y nos lleva al horror allí vivido, sin necesidad de ver las cosas, solo escucharlas.
- Entretenimiento 6.0
- La película entretiene, dentro de su capacidad de parar la cámara largo y tendido en situaciones de poco espacio y acción, pero por ello también te hace pensar hasta que punto el vivir la situación sin peligro no se convierte en cierto juego lúdico de lo que en realidad fue una matanza sin precedentes.
- Montaje / Innovación técnica 7.5
- La innovación de la película, en un increíble y virtuoso plano secuencia, que te hace vivir mas de cerca y sin respiro los minutos de terror vividos en Utoya, es realmente admirable.
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- Puntuación Total 7 / 10







