
Cuando ha pasado un año desde que Uxue Barkos accediera a la Presidencia de Navarra, el balance económico de su mandato se puede resumir en desastre. Las promesas de ‘cambio’ se resumen en una caída del 1% en los ingresos fiscales, la desaparición del superávit para llegar aun déficit del 13 millones de euros, un incremento de más del 100% en el ritmo de crecimiento de la deuda pública, un aumento del paro y una caída en la constitución de empresas, según refleja un informe del Think Tank Civismo referido al primer cuatrimestre del año.
Una cosa es predicar y otra muy distinta, dar trigo. La realidad vuelve la espalda a los podemitas en aquellos lugares en que representan verdadera responsalidad de gobierno: Barcelona, Madrid, Cádiz y Navarra. Durante estas semanas, el único partido que subió estadísticamente en las encuentas que tanto se equivocan, ha sido Ciudadanos, tal vez por sostener la coherencia con la que negoció hasta ahora las opciones de gobierno de los partidos mayoritarios. La formación de Pablo Iglesias huele a tanta bisoñez como deseos de poder desde una suerte de revanchismo político nacido de un desconocimiento preocupante.
