Va de gambas

Contaban del expresidente asturiano D. Pedro de Silva, que animaba a sus consejeros a reunirse delante de los expedientes y un bocadillo, para aliviar el hambre en las largas jornadas de trabajo, sin perder el tiempo en comidas, generalmente copiosas y que determinaban, además de perder el tiempo, un gasto añadido a la administración. En estos tiempos de crisis, en los que cuesta llegar a fin de mes a muchas familias españolas, en los que la sombra del paro amenaza alcanzar el límite de la pobreza a tantos ciudadanos, ver las instantáneas de sindicalistas y políticos en celebraciones pantagruélicas, resta toda credibilidad a los representanes públicos y genera hacia ellos el rechazo que se evidencia en las estadísticas llevadas a cabo a pie de calle. Si a ello añadimos la hipocresía de quienes niegan haber utilizado fondos públicos en tales fiestas después de haber sido retratados en ellas, la credibilidad hacia el sistema democrático desciende a niveles inimaginables. Admitimos que es el menos malo de los sistemas, sin embargo, actualmente, las prebendas que se fueron autootrogando nuestros representantes, los acerca a los feudos medievales en el que el pueblo miraba con tanta hambre como envidia el derroche de sus señores.