Lo que tiene ir de vacaciones cuando ya estás jubilado es que en realidad eres como un taxista, solo tienes que izar la bandera de tu decisión, y …¡ya estás!
Aunque la adaptación para pasar a modo vacacional cuando tampoco tienes muchas ganas de bañarte en sudor, pasa primero, es mi opción, en esconderte en plan zulo, durante unas cuantas horas, incluso un día, para sufrir una descompresión de todos tus malos espíritus y descansar.
A ser posible un conato de hibernación tampoco estaría mal visto, por lo que pueda ocurrir en días posteriores. Ya que las vacaciones, por mucho que se exploren cada año, porque lo de disfrutar es mucho suponer, siempre pueden estar llenas de desagradables sorpresas. Como que el lugar que habías contratado por internet no tenga nada que ver con aquel apartamento con vistas al mar cuya foto te habían adjuntado gentilmente en un email, y que el único parecido con la realidad es que tu apartamento está en el pueblo que suponías donde está el mar que quieres disfrutar, pero bastante más alejado, y mucho más pequeño.
Nos pasamos el año intentando acercarnos lo más posible a nuestra noción de excelencia vital; sin embargo, llega vacaciones, y sin saber a ciencia cierta por qué disfrutamos vistiendo con ropas de mercadillo, y con gorros o pamelas que más que librarnos del calor en el fondo nos libran de ser reconocidos. Otro síntoma vacacional es que, de pronto no nos importa enseñar nuestras vergüenzas confesables en la playa, mientras siempre encontramos a un niño desnudo jugando en la orilla, y que tanto nos recuerda a nuestra propia infancia.Al igual que al desapego repentino por lucir como Petronio, lo mismo nos ocurre con esas ganas inmensas que nos entran, a nosotros y a otras cincuenta personas que ya están haciendo cola por delante nuestro, por cenar en terraza, o lo que es peor, en la mitad de una calle; por el mero hecho de que hace buen tiempo y hay que aprovechar el día al límite. Con el grave riesgo de que tus platos se puedan convertir en diana de todo lo que pudiera caer de los pisos adyacentes. Y que exista la gran posibilidad, no es pesimismo sino realismo, que lo más sorprendente que te pueda aportar ese ágape nocturno, sea lo disparatado de la cuenta.El hombre, y por supuesto la mujer, son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra vacacional, y además, siempre declararán que lo han disfrutado.*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA