Empecé el verano con el cuello, que no el pie, torcido. Sería el trasiego de cajas de la mudanza, los tres mil kilómetros de coche con las niñas cantando a capella o las noches de colecho con La Quinta acurrucada en mi hombro izquierdo. A saber. El caso es que llegúe a Marbella con las...
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