Desde que empezó a utilizarse esta vacuna, muchos son los comentarios en contra que han surgido. Yo me pregunto, ¿quienes protestan por algunos efectos secundarios transitorios y sin importancia conocen la leishmaniosis?
Hoy quiero escribir sobre Pondo, un luchador alegre que me tiene robado el corazón. Él no pudo ser vacunado, contrajo la enfermedad unos meses antes de que se comercializase la única solución. ¿Amáis a los perros? Entonces querréis conocer y difundir la historia de Pondo, tal vez así, logremos crear conciencia sobre la necesidad de utilizar la vacuna contra la leishmania
Pondo llegó a mi vida cuando solo tenía un mes y medio, era el cachorro más maravilloso que os podáis imaginar, juguetón, amoroso, bello… Diréis, ¡como todos! No, él era especial, no existía persona que no se enamorase de tan hermoso y fortachón ejemplar de Bóxer.En su primer año de vida tuvo algunos problemas de salud, me comentaron que era normal que un perro tan grande sufriera de las articulaciones. Por fortuna, su veterinario dio con una solución temprana y definitiva, le injertó pequeños hilos de oro en determinados puntos de acupuntura y nunca más volvió a cojear debido a esto. Después del percance, yo no quería que mi Pondito volviera a pasar por nada malo, al ser un perro de pelo corto y como vivimos en un lugar de clima húmedo, la leishmaniosis era una enfermedad que me preocupaba; a lo largo de mi vida ya había perdido a otros dos perros por culpa de la picadura de un mosquito. Me dijeron que estuviera tranquila, en aquellos momentos no había ningún brote de la enfermedad en la zona y además, estaban cerca de lanzar una vacuna.
Aquellas palabras podrían haberme hecho olvidar mis miedos pero no fue así. Pensé, todavía falta un año para que saquen la vacuna y aquí el verano dura nueve meses; tomé todas las medidas a mi alcance para prevenir una posible picadura. Pondo jamás durmió en el jardín o en su caseta, ha tenido siempre su cama dentro de la casa, puse enchufes antimosquitos por todos lados (y eso que a mi ni me pican); además, le administraba pipetas especiales todos los meses y le puse un collar Scalibor, ese que protege contra las picaduras de los malditos Phlebotomus, la especie responsable de la transmisión de la leishmania.
De nada sirvió todo aquello, unos meses más tarde me desperté una mañana y noté que Pondo cojeaba un poco, al examinarlo me di cuenta de que tenía un bultito entre dos dedos de la manita. Lo llevé al veterinario y me dijo que no era nada. En unos días, el bultito creció y yo insistí en que se lo vieran de nuevo… Le extirparon el quiste y le hicieron análisis, al parecer le había picado un mosquito flebótomo y su organismo había creado una especie de cápsula para evitar la propagación de la leishmania, los cuerpos son sabios pero los virus también, ya era tarde, la infección se había colado en su sangre y Pondito estaba condenado.
No te preocupes, me dijeron, existen tratamientos y puede llegar a vivir muchos años estando controlado. Ha sido mala suerte, también le habría pasado incluso si hubiera sido un perro de pelo largo, una picadura entre los dedos no hay nada que la pueda evitar. ¿Acaso el Scalibor no protegía todo su cuerpo? ¿Publicidad engañosa? ¡Maldita sea!!! ¿Habrá alguna forma de conseguir una vacuna, si sale a la venta dentro de seis meses, será posible hacernos con ella hablando con los laboratorios? Ilusa… Una vez el animal está infectado, la vacuna ya no hace nada.
Desde aquel momento, Pondo empezó a llevar controles muy regulares, hay varios tipos de leishmaniosis y al parecer la suya era la peor. Existen dos tratamientos contra la enfermedad, empezaron por el que parecía más adecuado para él. Me dijeron que ese tratamiento podía afectar al hígado y al riñón y esos órganos son los primeros a los que la enfermedad ataca, así pues, Pondo fue a ver a una veterinaria homeópata, ella se encargó de mantener su hígado y su riñón en buen estado de forma natural. Pero el verano se acercaba… ¿Y que pasa en verano? Pues que los virus son muy cucos y como este se transmite por las picaduras de mosquito, el muy cabrón se vuelve más activo cuando hace más calor.
Continuamos poniéndole las inyecciones regulares y dándole la homeopatía pero, su cuerpo mataba tantos protozoos de leishmania que no era capaz de eliminar aquellos que iban muriendo. ¿Qué pasó? Los nanocadáveres se fueron acumulando en sus ojos. Comenzó a tratarlo un oftalmólogo y su doctor, decidió darle también sesiones de acupuntura. Por otro lado, la veterinaria homeópata me consiguió un tratamiento natural con el que estaban experimentando en una universidad, eran unas cenizas llamadas Minsal y habían dado muy buenos resultados conteniendo el virus.
Todo aquello funcionó, Pondo terminó el verano mucho mejor de lo que lo había empezado. Pero eso sí, todos los días había que ponerle gotitas en los ojos, granulitos en el agua, cenizas en la comida…
Pasaron los meses y conseguimos frenar el avance de la enfermedad. Nuevamente, el calor empezaba a apretar y las inyecciones ya no parecían el tratamiento más adecuado, estaba al borde de la ceguera. Le administramos la segunda opción veterinaria contra la leishmania y fue bastante bien, el oftalmólogo no podía creer que le hubiéramos salvado los ojos pero me advirtió una cosa, por más batallas que ganemos, esta es una guerra perdida.
Casi dos años poniendo gotas cada 4, 6 y 8 horas en sus ojos. De tanto en tanto, cuando empeoraba, el oftalmólogo le pinchaba y lograba entre 30 y 60 días de mejora y bienestar. Gotas y más gotas, cremas, inyecciones… Cada vez sus ojos se nublaban más.
A finales del año pasado, le salió una úlcera en un ojito, el oftalmólogo le puso una lentilla especial con la que debía curarse. No sirvió de nada, en la mala mañana de Nochebuena, no quedó otro remedio que extirparle el ojo. Pero tranquila… Todavía puede ver algo. ¿Y qué impedirá que lo que le ha atacado a este ojito no le ataque al otro? No te preocupes, este lo tiene bastante bien.
Una semana más tarde, el otro ojo empezó a dar malas señales y decidieron que hacerle un colgajo era lo mejor, vamos que le cosieron el tercer párpado y me dieron un sinfín de gotas para ponerle cada 2 y 3 horas. Aquello no me gustaba. Pondo estaba sufriendo pero, ¿alguna vez se ha sacrificado a un ser humano por quedarse ciego? Además, su hígado y su riñón seguían intactos, eso significa que teníamos a la leishmania bajo control. Por últimas, recurrí a la madre de mi novio, ella es doctora y una experta oftalmóloga, cuando le expliqué lo que había sucedido en las últimas horas, rápidamente me hizo cambiarle el tratamiento y venía todos los días a examinarlo. Llegamos a una encrucijada, salvarle aquel ojo le habría costado la salud, si se quedaba ciego podría vivir estando fuerte.
Un par de semanas después de perder el segundo ojo, Pondo ya está recuperado… Ciego pero feliz. Es asombroso como se ha acostumbrado de rápido a no ver. Sus otros sentidos se han desarrollado a unos extremos que no podía ni imaginar. Al principio el pobre no sabía cuándo era de noche o de día, tenía que sacarlo tres y cuatro veces a pasear todas las madrugadas, ahora ya se maneja solo la mar de bien, corre por el jardín, sube y baja escaleras para robar la comida de los gatos, esquiva obstáculos e incluso se pone de pie y abre las puertas. El otro día ni novio y yo nos lo llevamos a la playa, corrió, chapoteó y jugó con otros perros. Ahora confía plenamente en la voz de sus seres queridos, le decimos “ESCALÓN” y levanta la patita, si se acerca rápido a un obstáculo, le decimos “CUIDADO” y se frena.
No sé cuanto tiempo le queda de vida pero sí sé que algún día tendré que tomar la decisión de sacrificarlo, la leishmaniosis es degenerativa y letal. Si no lo habéis vivido, no os podéis imaginar lo terrible que es verse en esa postura. No podría perdonarme decidir matarlo antes de tiempo ni tampoco hacerlo demasiado tarde. Cuando en Navidad pasamos ese calvario con sus ojos, muchos me decían, tienes que sacrificarlo; de haberlo hecho, le habría ahorrado unas semanas de dolor, sí, pero se habría perdido todo lo que ahora está disfrutando y lo que todavía le queda por disfrutar.
Si la historia de mi cachorrón logra concienciar a tan solo una persona, ya habrá merecido la pena escribirla. Estáis a tiempo de vacunar a vuestros compañeros contra la leishmania, no tenéis que vivir nada parecido a cuanto os he contado, ningún perro merece pasar por lo mismo que Pondo. Aunque la vacuna pueda provocar algunos efectos secundarios, esos son casos puntuales y en unos días desaparecen, incluso si se diera una reacción alérgica, puede ser tratada y no pasa nada. Poniéndonos en el peor de los escenarios, ¿qué es una semana de cagaleras o unas cuantas abrasiones cutáneas comparado con lo que ha sufrido Pondo?
Tanto los perros de pelo largo como los de pelo corto pueden caer infectados por esta enfermedad. No importa si vivís en una zona que no sea muy húmeda, ¿alguna vez os ha picado un mosquito? Pues entonces hay peligro, no lo dudéis, la vacuna contra la leishmania es una solución efectiva contra un problema muy serio. Ojalá Pondo hubiera tenido la oportunidad.