Investigadoras del IrsiCaixa en una laboratorio de Barcelona / María Bélmez, archivo ACN
La noticia pasó desapercibida para la mayoría. En enero de este año, Médicos Sin Fronteras (MSF) publicó la segunda edición de su informe La mejor vacuna: por un acceso sin barreras a vacunas asequibles y adaptadas, de la que Forges destacó en su viñeta de El País un dato para echarse a temblar: vacunar a un niño en un país pobre cuesta hoy 68 veces más que en 2001. ¿Por qué?
Es la pregunta que se hizo la ONG este año. La vacunación es una de las formas más eficaces de reducir la mortalidad infantil, pero resulta que, como señala el informe, cada año uno de cada cinco niños no recibe todas las vacunas que necesita antes de cumplir su primer año de vida. La consecuencia es que muchos niños mueren por enfermedades prevenibles como la neumonía o el sarampión. Recopilando datos de Unicef, gobiernos, fabricantes y los propios centros de MSF, la organización ha buscado respuesta al elevado precio de las vacunas, ¿quién se está lucrando mientras se podría evitar la muerte de miles de niños?
El primer problema para saber por qué son tan caras es la falta de información. No hay transparencia sobre su coste real, así que los países no saben de antemano cuánto van a pagar. “El mercado de las vacunas es uno de los más opacos”, denuncia MSF, que observa una práctica “común” la ocultación de datos que mantiene “convenientemente desinformados a los países y a otros compradores a la hora de negociar con las farmacéuticas”. Puede que os suene el caso del Sovaldi, el tratamiento para la hepatitis, por el que España y Francia pagaban precios diferentes.
Lo que la ONG ve claro es que los beneficios van por delante de la salud pública y ataca directamente a las farmacéuticas, que “cobran precios distintos por el mismo producto según el mercado”. Es decir, capitalismo en estado puro. La teoría dice que los países con más ingresos pagan más que los que tienen rentas más bajas, pero su estudio demuestra que esa lógica no existe: Marruecos paga 54,88 euros por cada dosis de vacuna neumocócica, mientras Francia la obtiene por 50,33. Y como ya sabréis, Marruecos no es precisamente una potencia mundial.
La clave del precio está en la falta de competencia. Las vacunas más nuevas y, por tanto, más caras, están en manos de tres compañías que dominan el mundo: GlaxoSmithKline (GSK), Merck y Pfizer. Pero a la vez, cada vacuna está controlada por sólo dos de ellas, formando un oligopolio brutal. Vale, sí, las farmacéuticas tienen que recuperar la inversión en desarrollo que realizan con cada vacuna, pero MSF denuncia que los ingresos que las ventas les han generado son “tan masivos que hace mucho tiempo que los costes están recuperados”.
El precio del paquete completo de vacunación de un niño se ha disparado durante la última década. Se ha multiplicado por 68 con las nuevas vacunas, las más caras, desde 2001 hasta hoy. Por suerte, la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización, ha reducido parte de ese coste, que muchos gobiernos de países con pocos recursos no podían asumir, a través de subvenciones y donaciones. Pero la alegría dura poco; estas medidas no llegan a los países de renta media, donde según MSF vive el 75% de la población más pobre del planeta. Como no son elegibles por superar los recursos mínimos, hay regiones enteras excluidas. El informe alerta además de que muchos países están a punto de perder “el privilegio” de contar con subvenciones porque han crecido económicamente, pero sus gobiernos no son aún capaces de hacer frente a estos costes. Es el caso de Angola, que se enfrentará a una subida de precios del 1.523%, o Bolivia, que pagaría un 703% más.
El informe, que ha tenido muy escasa repercusión, es revolucionario porque rompe por fin el secretismo sobre los precios y ha conseguido los datos suficientes como para aclarar los niveles de precios de 16 vacunas de primera necesidad. Pero y ahora, ¿qué? MSF pide, sobre todo, que fabricantes y gobiernos publiquen los precios que negocian. Sólo con las comparaciones, los Estados estarán en mejor posición a la hora de negociar. La ONG propone que los gobiernos realicen pedidos conjuntos: la compra en grupo por parte de varios gobiernos hace crecer la demanda y aumenta su poder de negociación. Pero nada de esto será posible sin un seguimiento de los precios que permita conocer de dónde salen las variaciones y sobre todo, si no se acelera la entrada de nuevos fabricantes. Para ello hace falta transferir tecnología y facilitar el acceso a las licencias.
En un mundo capitalista, sólo con competencia real habrá un abaratamiento significativo de las vacunas que las haga accesibles a todo el mundo. En un mundo capitalista, si los Estados no ponen la legislación internacional de nuestra parte, nuestra salud, nuestras vidas, seguirán siendo la mercancía con la que otros se lucran.