Por Ángel Guerra Cabrera
Desarrollar vacunas propias contra el covid 19 era una necesidad imperiosa para Cuba, un tema de soberanía y seguridad nacional.
Esta conclusión se derivaba del alto precio de las vacunas y la desigualdad entre países ricos y pobres, que ya se veía venir en la injusta distribución de fármacos e insumos sanitarios.
Por consiguiente, la imposibilidad de que la isla, bloqueada por Estados Unidos (EU), pudiera acceder a los biológicos. No cito textualmente pero este, en esencia, fue el planteamiento del presidente Miguel Diaz-Canel a un grupo de líderes de la comunidad científica cubana el 19 de agosto de 2020, aproximadamente dos meses después de que se presentaran los primeros casos. Un gran desafío que puso en máxima tensión al complejo de centros de investigación biomédica y a sus colectivos de trabajadores, agrupados en el complejo empresarial Biocubafarma. Veamos entonces algunos datos sobre lo que ha conseguido el esfuerzo del gobierno y la ciencia cubanos en el logro de este ambicioso propósito. Hasta el 21 de agosto, habían sido administradas en Cuba 12 506 728 de dosis de una de las tres vacunas autorizadas ya para su uso de emergencia por el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos. Ellas son Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus. Debe considerarse que las vacunas cubanas constan de tres dosis y que Soberana Plus es concebida como un refuerzo, que se aplica como tercera dosis a continuación de dos dosis de Soberana 02. También está previsto aplicarla a personas que cursaron el covid para elevar sus títulos de anticuerpos.
Visto de otra forma, hasta el 21 de agosto Cuba había administrado la primera dosis a 44.3 por ciento de su población, la segunda al 39.6 y la tercera al 28 por ciento. La vacunación comenzó en mayo y el ritmo diario actual está entre los más altos del mundo. Ahora bien, vayamos a los datos preliminares de efectividad de los fármacos que se habían tabulado hasta el 14 de agosto. En esa fecha 2,6 millones de cubanas y cubanos habían recibido las tres dosis y tenían como mínimo 14 días de haberse inoculado la tercera, el tiempo necesario para poder medir la efectividad. Según datos del Ministerio de Salud Pública solo el 0,96 % de esas personas completamente vacunadas se habían infectado con el virus y la sobrevivencia entre ellas era del 99,9956 %, o sea, solo el 0,0044 % había fallecido. No obstante que preliminar, esta información es más significativa por surgir de una situación epidemiológica extremadamente complicada cuando la variante delta se ha enseñoreado en Cuba con su eficiente velocidad de contagio y aumento exponencial de la carga viral.
Por otra parte -indica Eduardo Martínez Díaz, presidente de Biocubafarma-, en La Habana, donde más se ha podido avanzar en la vacunación, se ha encontrado que la mortalidad por cien mil habitantes entre las personas completamente vacunadas al cierre del 14 de agosto era de 2.7, mientras que entre los no vacunados era de 117, una reducción de la mortalidad de 43 veces. Martínez Diaz reiteró el compromiso de vacunar a la totalidad de habitantes de la isla en el curso de este año. Ello significaría una inmunización a partir de los tres años pues ya avanza el ensayo clínico en niños de esa edad en adelante, luego de haber culminado el de 12 a 18. Y es que no habrá verdadera inmunidad a escala social mientras no se vacune a los infantes. Para septiembre está previsto acelerar la vacunación ya incluido este segmento poblacional.
Llegados a este punto es muy importante recordar la crudeza del bloqueo a Cuba, hoy un acto todavía más genocida y un crimen aun mayor de lesa humanidad omitido, o minimizado deliberadamente, por la canalla mediática al referirse al enfrentamiento por el gobierno cubano de la fase de intensificación de la pandemia con la llegada de la cepa delta, o a las protestas del día 11 de julio. El gobierno de Trump adicionó 243 medidas de asfixia al cerco. Cuarenta de ellas en plena pandemia, en un acto indudablemente deliberado de crueldad sin límites. Simplemente usó a la pandemia como aliado en el empeño de ahogar y rendir a Cuba. No conforme con ello, antes de abandonar la Casa Blanca, incluyó a la isla en la espuria y arbitraria lista de países patrocinadores del terrorismo, que hace mucho más precario el poco acceso que le quedaba al sistema económico, financiero y comercial mundial. A 7 meses de la llegada de Joseph Biden a la presidencia la situación es exactamente la misma.
Este cuadro hace mucho más admirable tanto el enérgico y metódico enfrentamiento a la pandemia del gobierno y el sistema de salud de Cuba, como la creación de sus vacunas, que llevarán alivio a regiones como África, con solo un 2 por ciento de vacunación, o al Caribe. Toda una proeza de los médicos y médicas, de los científicos y científicas cubanos, que ha visto empinarse a muchos jóvenes voluntarios.